Primero la idea, más tarde la ilusión, en determinado momento las ganas, luego buscar los recursos y finalmente se hace realidad. Pero el choque con ésta obliga a nuevos gastos. Es la creación y el constante esfuerzo de una radio comunitaria, fenómeno en auge en Uruguay.
Las emisoras comunitarias crecen como hongos después de la lluvia en ciudades y en los rincones más apartados de la campiña, a tal punto que el gobierno decidió encausar el espectro radioeléctrico y organizó un censo que las identificó una por una. Entonces se supo que había estudiantiles, religiosas, de deportes, sólo musicales, periodísticas y de corte político-partidario.
El escenario de la mayoría de ellas, en especial en zonas rurales es un viejo galpón, apolillado, donde no hay estudio de transmisión y sólo campo atrás y adelante. Hay silencio de mañana y ruidos de gente en la tarde.
Es el caso de 105.9 Digital FM, en las afueras de la pequeña localidad de Sarandí Grande, en el central departamento (provincia) de Florida. A pesar de estar con tiempo limitado, eran tantos los mensajes de texto que llegaban que seguimos hasta tarde», dice a IPS José Audicio, recordando aquella madrugada especial para pasar música y silencios en agosto del invierno boreal, cuando nació.
Hasta las afueras del poblado llegan los visitantes, curiosos, amigos y de los otros. Todos opinan y aportan. Así comienza a llegar un almanaque, el primer reloj que es el obsequio de la comparsa lubola (cultores del candombe) «por el apoyo». Tan necesaria como demorada, llega la primer computadora que comienza a almacenar discos, comentarios y locuciones. Anunciantes
por el momento no.
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Son los primeros buenos días al aire. Sin pereza se acercan propuestas: canciones folclóricas en la mañana, espacios periodísticos más tarde, flashes informativos en el correr de las horas y en la tarde mucha música variada y comunicación. Deportes al caer el sol, especialmente ciclismo y fútbol. Y más música, en el cierre.
Así se conforma la primera «grilla» de programación. Casi de inmediato surgen comunicadores impensados en los pequeños pueblos del interior del país. «Yo siempre quise hacer un programa de radio», dice uno, y otro añade que «desde chico» le gustaba «hacer radio y nunca pude».
«Por suerte una radio que da oportunidades, porque desde hace años le vengo proponiendo ideas a la otra y nunca pusieron interés», explica a IPS William Mesa, encargado del programa de folclore, en referencia a su paso por la tradicional emisora comercial y legalmente establecida, 90.9 FM Sarandí.
El arranque de una radio comunitaria es difícil. Choca con los prejuicios de un pueblo que desde hace años respira la misma sintonía. Harto de lo mismo, el oyente se vuelca en masa a los nuevos aires.
«La gente quiere escuchar gente, quiere comunicación, que alguien esté del otro lado del micrófono», comenta también a IPS Cono Santiago, a cargo del noticiero del mediodía de Digital FM.
Su caso es uno de tantos. Trabajaba en FM Sarandí hasta que fue despedido. Entonces acudió a la comunitaria del pueblo. Allí su informativo comparte horarios con el espacio cultural y con el club deportivo.
SONIDOS MOLESTOS
La radio comunitaria no molesta, dice alguien Pero sí que molesta. Son las emisoras legales comerciales las que se quejan de las que llaman «piratas».
Son esas mismas empresas nacidas, décadas atrás muchas de ellas, en los tiempos en que en Uruguay los gobiernos de los partidos tradicionales, Nacional y Colorado, entregaban frecuencias más en base a filiaciones partidarias que en necesidades de comunicación de la zona. Muchas veces se pagaban favores políticos de caudillos locales.
Campañas de las poderosas Asociación Nacional de Broadcasting del Uruguay y Asociación de Radios del Interior, que reúnen a las empresas privadas del sector, pulularon en las dos frecuencias, amplitud modulada (AM) y frecuencia modulada (FM), especialmente en 2007 y 2008, antes de que el primer gobierno de izquierda de este país, instalado en 2005 y encabezado por Tabaré Vázquez, iniciara su plan de identificación.
[pullquote]1[/pullquote]Las radios comunitarias surgen como respuesta a una forma discriminatoria de distribución de las frecuencias en nuestro país, la gran mayoría (aunque no todas) entregadas «a dedo» y con un llamado a interesados del gobierno que todo el mundo sabía que tenía nombre y apellido de antemano.
Era el favor político, era el anuncio que se emitía en forma gratuita durante toda la campaña electoral del candidato de turno. Eran notas periodísticas y jingles que ocupaban tandas y noticieros, siempre emitiendo sin preguntar, siempre pagando favores.
Desde la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (Amarc) se explica el fenómeno. «Esta injusticia ha generado la reacción de otras personas o empresas que, como las organizaciones y grupos sociales, también han visto cortadas sus posibilidades de acceder a sus frecuencias en igualdad de oportunidades y competir del mismo modo con los otros empresarios.
Estas personas también tienen derecho de competir con las emisoras existentes, si creen que tienen una propuesta mejor para hacer radio o televisión, pero no deberían autodenominarse comunitarias. Habrá que cambiar la legislación o exigir que se hagan llamados específicos para radios comerciales, pero no mezclar las cosas».
Lo importante es ubicarse en un punto del dial donde «no se rayen los muebles de la radio comercial» se explica. Entonces en Sarandí Grande nace 105.9 FM, bien lejos, en sintonía y en propuestas, de 90.9 FM Sarandí.
Emitiendo en un radio de apenas siete kilómetros al principio, el primer trasmisor surge desde Villa del Carmen, un lugar del vecino departamento de Durazno donde la escasez de habitantes no es impedimento para la construcción de transmisores de FM.
Y así aparecen los primeros reclamos. «Che, ¿cuándo van a llegar hasta Maciel?», pregunta el oyente desde sus 12 kilómetros de distancia. ¿Cómo explicarle que hacen falta altura, antena, trasmisor y dinero?
«Dentro de poco», se adelanta, y la pelota rueda tanto hacia adelante que pasan los meses sin destino de red. Hasta que al final, surge la posibilidad. Y lo que era galpón se transforma en local comercial, y la antena a ras del suelo se eleva sobre un segundo piso. Y el trasmisor de 500 dólares trepa hasta los 1.000.
Entonces la multiplicación de distancias aparece como por arte de magia. Ya la onda de la comunitaria es patrimonio de pueblos vecinos. Y así la competencia es más justa, y más problemática.
PIRATAS A LA VISTA
Pero la proliferación de emisoras sin permiso también provoca alerta entre las organizaciones de la sociedad civil. La Amarc expresó en su momento cierta preocupación «por el surgimiento de radios sin autorización que no tienen nada que ver con los principios y objetivos de la radiodifusión comunitaria».
«Decenas de radios en todo el país han comenzado a transmitir diciendo a sus oyentes que son comunitarias, cuando en realidad se trata de emisoras religiosas, comerciales con fines de lucro e inclusive político partidarios», advierte.
Pero esa desvirtuación tiende a solucionarse luego de que el Estado a través de la Unidad Reguladora de los Servicios de Comunicación (Ursec) solicitó a todas y cada una referencias y detalles, y una forma de existencia.
«De algo más de 800 presentaciones, muchas quedaron por el camino», indicó a IPS una fuente de la Ursec. Se desecharon las intenciones meramente comerciales, las religiosas, las musicales sin más. Las motivaciones comunicacionales fueron aprobadas a partir de su regencia por una cooperativa de cultura, una organización no gubernamental o una asociación civil.
«Dirigentes políticos de diversos partidos, comerciantes, grupos religiosos y hasta dueños de emisoras autorizadas están montando radios con el propósito de lograr luego la regularización una vez que se apruebe la ley, embanderándose con el nombre de radio comunitaria para conseguir ese objetivo», denuncia Amarc.
A partir del censo, el gobierno otorgó permisos en más de 100 casos, y dejó a estudio otra cifra similar, a la espera de que finalicen los tiempos electorales en Uruguay, entre junio pasado y mayo de 2010, periodo en el cual la legislación no permite otorgar frecuencias para radio y televisión.
La Amarc defiende el legítimo derecho de todo uruguayo y toda uruguaya a ejercer la libertad de expresión a través de cualquier medio de comunicación, tal como lo reconoce la Constitución, las leyes nacionales y los convenios internacionales firmados por el país.
Y ha denunciado a nivel nacional e internacional la forma cómo es utilizada la legalidad en el país para discriminar a la mayoría de la población y beneficiar a algunos empresarios o amigos de ciertos gobiernos.
En definitiva, el nuevo mapa comunitario de radios se está conformando. A fines de 2009, se ha logrado delimitar sus alcances, y esto ha permitido beneficios.
«Ahora tenemos funcionarios en regla, con aportes al Banco de Previsión Social. Podemos facturar publicidad, subsistir. También estamos en Internet, llegamos al mundo haciendo conocer lo que pasa en el pueblo», narran a IPS desde FM Latorre, al este del mismo departamento de Florida.
Y se cumplen en ésta y otras emisoras, el fin de ejercer la libertad de información y de expresión de la comunidad territorial, la propiedad colectiva de un grupo u organización social , sin dueño individual-, la gestión participativa, la independencia y la pluralidad.
Se cumple la premisa de «un nuevo aire», como reza el slogan de FM Digital, una de tantas.