Cuando la crisis financiera mundial pone en jaque a las naciones occidentales y al capitalismo liberal, China emerge como un pilar de estabilidad y de crecimiento, lo que genera un furor internacional por su cultura.
"No tuvimos que crear una demanda para la enseñanza de la cultura china ni lanzarnos en una campaña agresiva para promover el aprendizaje del idioma", señaló Xu Lin, directora ejecutiva del Instituto Confucio de Beijing, dedicado a promover en todo el mundo la cultura y la lengua china, una modernización del mandarín del norte.
"El rápido desarrollo de China y las ansias de la gente por saber más sobre este país es lo que nos obliga a expandir nuestra red de institutos con rapidez", añadió.
Xu Lin se expresó así en la Cuarta Conferencia del Instituto Confucio, realizada en Beijing este mes. Un foro que concentra cada vez más interés y que muestra el surgimiento de este país como una superpotencia cultural. El encuentro reunió a participantes de 87 países y la capital tuvo motivos para sentirse orgullosa.
Las autoridades chinas destinaron hace cinco años la enorme suma de 10 millones de dólares para crear 100 institutos de enseñanza de la cultura y el idioma chinos en distintas partes del mundo para 2010, en el marco de su estrategia de "poder blando".
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La iniciativa fue muy exitosa pues ya se construyeron 282 centros en varios países. La principal preocupación de Beijing ahora es cómo cubrir la demanda insatisfecha.
La Oficina del Consejo Internacional de Lengua China (Hanban) estimó que hay unas 40 millones de personas aprendiendo el idioma en el mundo. La última conferencia del Instituto Confucio se concentró en los esfuerzos necesarios para ampliar la enseñanza de la lengua fuera de las universidades y llevarla a las comunidades locales.
La cuestión de cómo ampliar el poder blando de China fue el centro del debate de los académicos, en especial después de que India y Japón anunciaron su intención de elevar su perfil cultural a escala internacional.
Tokio anunció en 2007 su intención de crear 100 centros adicionales de enseñanza de japonés en el mundo, e India evalúa lanzar su propia campaña cultural para aumentar la cantidad de interesados en la riqueza de sus tradiciones.
Si sólo se promueve el estudio de la lengua se puede complicar la ampliación del impacto cultural chino en el mundo, advirtieron especialistas. India, por ejemplo, no sólo tiene un gran alijo de filosofía, arte y libros, sino también una efervescente industria del entretenimiento.
Los productos culturales chinos están a la zaga de los de Corea de Sur y Japón, con un perfil más popular, lo que obliga a las autoridades chinas a poner la enseñanza del idioma en el centro de su estrategia de "poder blando".
La elección de Confucio como soporte de la ofensiva cultural de Beijing no es casualidad. Las autoridades comunistas consideran al antiguo filósofo, quien abogó por el equilibrio y la armonía, como el predicador ideal de la nueva China, deseosa de proyectar la imagen de un país estable y pacífico.
Los centros Confucio no tienen fines de lucro y se volvieron extremadamente populares no sólo en lugares donde ya se estudiaba el idioma, como en Europa y Estados Unidos, sino también en África.
Desde la inauguración del primer Instituto Confucio en la Universidad de Nairobi, en diciembre de 2005, se crearon muchos más centros en todo el continente. Casi 10.000 africanos aprenden chino en la actualidad.
El surgimiento de Confucio como marca internacional de la enseñanza del chino es una señal del renovado interés por la herencia de las tradiciones chinas, según Qu Delin, de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing.
"El confucionismo ha sido un pilar de nuestra cultura tradicional durante siglos", señaló Qu. "Es una buena elección usarlo como emblema de China hacia el exterior", añadió.
Pero el resurgimiento del pensamiento de Confucio marca una diferencia significativa respecto de las ideas políticas que imperaron a principios del siglo XX, cuando los intelectuales chinos vilipendiaron al confucionismo por considerarlo un dogma conservador de los regímenes imperiales.
Durante la Revolución Cultural a fines de los años 60, el confucionismo fue otra vez blanco de ataques. Así se conoce a una campaña de persecución contra intelectuales dirigida por el entonces líder del Partido Comunista, Mao Zedong (1893-1976).
En ese contexto se destruyó un templo del antiguo sabio, a quien se lo consideraba un lacayo del feudalismo.
"Los chinos fueron reprimidos por las potencias extranjeras durante cientos de años, lo que terminó por infundirnos el temor a promover las buenas tradiciones de nuestra cultura", declaró Xu Lin, de Hanban, a la prensa antes de la Cuarta Conferencia del Instituto Confucio.
"Ahora llegó la hora de dar lo mejor que tenemos. Queremos convertir nuestros institutos Confucio en una especie de supermercados de la cultura", añadió.
Las autoridades chinas propagan la máxima de Confucio de mantener una "mente abierta" y abrazar "todo", pero no lo aplican para los otros países que pretenden lanzar sus propios programas culturales dentro de China.
Los chinos "abrieron más de 50 institutos Confucio en Estados Unidos, pero nosotros no podemos ni abrir una librería en China", protestó un diplomático estadounidense en Beijing que no quiso revelar su identidad.