La conferencia climática de la capital danesa ingresa en su semana final envuelta en una nube de incertidumbre, mientras el grupo africano lidera una protesta del mundo en desarrollo contra lo que percibe como un intento de abandonar el Protocolo de Kyoto.
Este lunes, largas filas de delegados y observadores esperaban para ingresar al Bella Center, donde desde el 7 y hasta el 18 de este mes se lleva a cabo la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 15).
En medio de invitaciones a tal o cual acontecimiento paralelo, el fin de semana se pudo apreciar discusiones varias sobre el destino de las preciadas cláusulas de un futuro acuerdo, así como rumores sobre problemas en gestación en el proceso oficial.
En una de las conferencias de prensa que se realizaron quedó expuesto el descontento del grupo africano con el modo en que se están estructurando los debates oficiales.
Los representantes de África se manifestaron en contra de un orden empresarial que parece seguir la preferencia de un país industrializado para discutir una vía única para las negociaciones.
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África prefiere continuar con debates paralelos que preserven la estructura imperfecta pero legalmente vinculante del Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, mientras continúan las negociaciones en torno a un reemplazo vinculante a largo plazo.
Hacia mediodía, la disconformidad del grupo africano hizo que las conversaciones oficiales se interrumpieran. Sus delegados plantearon al presidente del grupo de trabajo sobre un tratado a largo plazo que simplemente no participarían en ninguna negociación hasta que se reiniciara el movimiento en los debates paralelos del Protocolo de Kyoto.
La protesta fue apoyada por la Alianza de Pequeños Estados Insulares (Aosis, por sus siglas en inglés), y rápidamente se convirtió en una posición del Grupo de los 77 (G-77), integrado por más de 130 países en desarrollo para actuar en los ámbitos de la Organización de las Naciones Unidas, estancando las conversaciones.
En su informe de prensa diario sobre el estado de las negociaciones, la Red de Acción Climática anunció que, tras estudiar los varios compromisos en discusión al inicio de la semana, firmar ya un acuerdo sobre esa base haría aumentar las emisiones, lo que significaría un incremento estimado de 3,9 grados en las temperaturas mundiales promedio.
La Red, una coalición de 450 organizaciones que promueven la justicia ambiental y social en todo el mundo, señaló que los negociadores lograron avances en materia de cooperación técnica y de creación de infraestructura con vistas a un plan para reducir el daño a los bosques.
Los muy lentos avances de los últimos dos años se aceleraron rápidamente con la difusión de borradores por parte de los presidentes de los grupos de trabajo, señaló la Red, aunque se logró poco en relación a los temas políticos difíciles.
Varios puntos clave fueron puestos de relieve, entre ellos las discrepancias en torno a objetivos de emisiones, la cuestión del financiamiento a largo plazo y la escala de tal apoyo.
China y otros de los principales contaminadores en el mundo en desarrollo han propuesto apenas objetivos conservadores para reducir las emisiones. Esto se vincula a la reticencia de los países industrializados a comprometer fondos significativos a los aproximadamente 200.000 millones de dólares anuales que se necesitarán para la adaptación, mitigación, transferencias de tecnología y creación de infraestructura.
A medida que llegaban cada vez más ministros a Dinamarca, la Red de Acción Climática enfatizó que hasta ahora el mayor fracaso era el liderazgo político.
Marcelo Furtado, director ejecutivo de Greenpeace Brasil, opinó que estaba claro que no se había ordenado a los negociadores resolver cuestiones espinosas.
Cuando la industria brasileña resistió la abolición de la esclavitud, hace 120 años, alegó primero que no la podía afrontar económicamente, y el argumento moral prevaleció recién al final.
«Aquí estamos 120 años más tarde, mirando un escenario muy similar. La gente dice que no hay debate moral, que éste fue solamente sobre tecnología y finanzas», expresó el activista de Greenpeace.
Donde se exige un financiamiento a largo plazo, hasta ahora el mundo industrializado lo ha ofrecido solamente a corto plazo. Economías emergentes como China, India y Sudáfrica no han respondido al llamado de asumir compromisos firmes para actuar rápidamente y reducir sus emisiones.
«Esta semana el desafío es pedir visión, responsabilidad y liderazgo. Y eso recae en los hombros de todos: de países (emergentes) como Brasil, China e India que tendrán que acceder a que sus compromisos sean medidos y verificados, pero también el mundo industrializado que debería poner el dinero sobre la mesa y mostrar voluntad de elevar sus ambiciones», dijo Furtado.
El negociador de India declaró la semana pasada a la prensa que su prioridad era el crecimiento económico y la adaptación a los efectos perjudiciales, dejando a la mitigación en un segundo plano.
El comportamiento de Sudáfrica fue condenado en otra conferencia de prensa, donde la organización no gubernamental Amigos de la Tierra Internacional criticó un enorme préstamo del Banco Mundial a ese país (que duplica su compromiso total con la energía renovable en todo el mundo) para la construcción de nuevas centrales alimentadas a carbón.
Un acuerdo para reducir las emisiones derivadas de la deforestación se ha destacado desde el inicio de la conferencia. Pero en este frente, a los activistas les preocupa que durante el fin de semana se hayan eliminado salvaguardas vitales para las comunidades indígenas del cuerpo principal del texto, no del preámbulo.
Rosalind Reeve, de Global Witness, señaló que Papúa Nueva Guinea, Ghana —como representante del grupo africano— e India han trabajado durante el fin de semana para eliminar la frase que establece claramente que las partes la «implementarán» y reemplazarán con el mucho más débil «deberían proteger».
Si se pierden estas salvaguardas, no habrá garantías para los derechos de los indígenas en el mecanismo REDD (siglas en inglés de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación), dijo Reeve.