Las voces bolivianas en la conferencia sobre cambio climático de Copenhague, que debate el futuro de la Tierra, mezclan advertencias y quejas por los daños observados en las cumbres andinas, donde mueren los glaciares, y en las zonas bajas, arrasadas por las inundaciones.
Con más de 10 millones de habitantes distribuidos entre montañas de hasta 6.300 metros de altura sobre el nivel del mar y zonas selváticas y llanuras, Bolivia busca hacer escuchar su voz entre los 30.000 participantes en la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-15).
"El rol de Bolivia ha sido importante en la reducción de la deforestación, y últimamente por la postura del gobierno en la demanda de la deuda histórica climática", expresó a IPS la coordinadora de Servicios Ambientales de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN Bolivia), Natalia Calderón.
"No hay que minimizar el rol del país chiquito y el del gobierno, que han sido interesantes en comparación con naciones como Brasil y China, que tienen grandes compromisos en temas económicos", explicó la analista en temas ambientales.
"El papel de Bolivia es interesante en la adaptación al cambio climático", insistió.
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Pero la valija de la representación boliviana en Copenhague lleva estadísticas que alarman.
Un estudio realizado por la psicóloga y coordinadora para América Latina del movimiento internacional Acción Climática 350, Daniela Leytón, señala que 13,8 por ciento de los 327 municipios de Bolivia tienen un grado muy alto de vulnerabilidad, mientras 31,2 están con alto grado de sufrir desastres como consecuencia de las modificaciones del clima.
Leytón explicó a IPS que los mayores incidentes registrados en los últimos cinco años se expresaron mediante sequías, heladas, inundaciones e incendios forestales, y los departamentos más afectados fueron La Paz, Beni, Potosí, Tarija y Oruro, que abarcan la mita occidental del país.
Con datos de diferentes instituciones encargadas de programas de emergencia, explica que, entre 2003 y 2006, el número de familias afectadas por las inundaciones pasó de 38.631 a 45.928, mientras en la zona de la cordillera de los Andes las heladas multiplicaron por tres su impacto inicial sobre 2.402 familias hasta 7.851.
Las granizadas que en 2003 afectaron a 6.225 familias, duplicaron su efecto de destrucción y golpearon a 11.528 en 2006.
En las ciudades, los deslizamientos de tierra se incrementaron en dicho periodo de tiempo y el número de familias damnificadas subió de 426 a 714.
Basado en estos impactos recientes, el asesor principal de Cambio Climático de la FAN Bolivia, Joerg Seifert-Granzin, proyectó un modelo hacia 2030 y sus resultados son estremecedores.
Seifert-Granzin pronostica que la mayoría de los glaciares de la cordillera Real, que cruza Bolivia de oeste a sur, desaparecerán y anuncia que el lago Titicaca, compartido con Perú y que actualmente posee una extensión de 8.562 kilómetros cuadrados, se fragmentará en tres partes por el agotamiento de sus fuentes de agua.
Las ciudades de La Paz y la contigua El Alto soportarán la escasez de agua, lo cual impedirá su crecimiento, mientras que la producción de cultivos en la zona altiplánica bajará por las condiciones climáticas desfavorables, según el estudio.
En el Chaco, al sudeste de La Paz, las extensas zonas cálidas se convertirán en un desierto, anuncia Seifert-Granzin, quien llama a generar modelos de conducta asociados a la defensa del ambiente desde todos los círculos sociales.
A favor de esa corriente, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Fan Bolivia y Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) organizan debates y acciones orientadas a generar conciencia entre empresarios y los sectores sociales.
El gerente general del IBCE, Gary Rodríguez, relató a IPS que esta organización privada, la más importante por los altos volúmenes e ingresos generados por exportaciones en Bolivia, creó una gerencia de responsabilidad social y empresarial para alcanzar una producción con respeto al medio ambiente y prácticas amigables con la naturaleza.
Una de las experiencias que destaca está relacionada con el ciclo productivo del ingenio azucarero Guabirá, localizado en la población cruceña de Montero, donde los residuos de la caña de azúcar son empleados para generar electricidad y luego terminan como abono natural.
El cultivo de grandes extensiones de caña de azúcar retira del aire el dióxido de carbono, uno de los principales gases invernadero, y produce oxígeno, pero aún se requiere el acompañamiento con políticas de Estado, afirma Rodríguez.