ISRAEL: La amenaza interna

Los israelíes se vieron alterados cuando, durante un desfile de graduación militar en el Muro de los Lamentos, en Jerusalén, nuevos reclutas desplegaron pancartas que rezaban: «Nuestros hijos no evacuan a los judíos».

La preocupación se agudizó la semana pasada. Tras la demolición de dos casas de colonos judíos en la ocupada Cisjordania, seis soldados religiosos de la misma brigada exhibieron en su base carteles que declaraban su intención de negarse a eliminar más asentamientos si se les ordenaba hacerlo.

La mayor parte de la brigada Kfir está compuesta por judíos religiosos procedentes de las colonias. Su servicio nacional combina responsabilidades militares con estudios religiosos.

Ambos incidentes fueron filmados por particulares. Activistas favorables a los colonos hicieron llegar el material a las redes de la televisión israelí. Los soldados disidentes fueron castigados inmediatamente, algunos con 30 días de prisión y otros siendo confinados a sus cuarteles.

Los dos hechos exacerbaron la preocupación pública en torno a la politización en el ejército israelí.
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Rabinos que viven en los asentamientos replican que son los altos oficiales del ejército quienes de hecho están "contaminados por la política", dado que están dispuestos a entregar tierras de Cisjordania, que los judíos religiosos nacionalistas consideran "le fueron prometidas por Dios a la nación judía". Muchos de los soldados colonos siguen los preceptos ideológicos compilados por rabinos ultranacionalistas que controlan sus estudios mientras realizan el servicio militar.

El rabino Eliezer Melamed, del asentamiento Har Brajá, cercano a la septentrional ciudad cisjordana de Naplusa, es una importante fuente de inspiración. Brinda respuestas religiosas a los conscriptos sobre cómo ser leales "a la nación, a la tierra, al ejército".

"Todo soldado u oficial tiene vedado participar en la acción estrictamente prohibida de expulsar a los judíos de sus hogares y entregar ninguna porción de la Tierra de Israel a los enemigos", escribió en uno de sus pasajes religiosos.

"Quienes lo hagan violarán varios mandamientos de la Torá", agregó, aludiendo al Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia.

En su libro "Revivim", Melamed responde a la pregunta: "¿Eso no hará colapsar al ejército?".

"Si muchos se niegan, no se dará ninguna orden de esa clase. Como mucho, los altos comandantes tendrán que renunciar. Sería bueno que esto ocurriera. La mayoría de los altos oficiales están contaminados por la política", escribe el rabino.

Un día después del último incidente, el primer ministro Benjamín Netanyahu declaró que "negarse a obedecer órdenes significa el colapso del Estado. Haremos todo lo posible por poner fin a eso. Nosotros sobrevivimos a causa de nuestro ejército, y el ejército depende de su capacidad de dar órdenes y de hacer que sean obedecidas".

Habrá "tolerancia cero" para los soldados que se nieguen a obedecer órdenes, enfatizó Netanyahu.

Pero más allá de las palabras, ni la dirigencia política ni la militar están actuando de manera resuelta para poner fin a esta situación.

El primer ministro dirigió sus duras palabras contra todo soldado insubordinado, en un intento por crear una equivalencia moral entre los colonos derechistas que realizan manifestaciones y los izquierdistas "objetores de conciencia", que se oponen a cumplir funciones en los territorios ocupados.

"La equivalencia es falsa", señaló un editorial del periódico Haaretz. Llamando a los colonos a protestar contra "una revuelta", la columna señaló: "Esto no es más que una fachada para la flagrante actividad de rabinos radicales dentro del ejército, algunos de los cuales desacatan abiertamente el imperio de la ley".

Hablando sobre el serio problema de las lealtades divididas, el padre de uno de los soldados que protagonizaron la manifestación declaró: "No es por nada que nuestro ejército se llama Fuerzas de Defensa Israelíes. Su trabajo es defender a Israel, no sacar a los judíos de sus hogares en la Tierra de Israel".

La amenaza de esa división de lealtades dentro del ejército ha acosado a la sociedad israelí durante muchas décadas.

Sin embargo, ahora no sólo los israelíes izquierdistas y liberales comienzan a preguntarse qué hay detrás de la protesta. No es tanto la politización de los soldados comunes, sino el lanzamiento de una estrategia de colonos que aspira a disuadir al gobierno de adoptar acciones contra los asentamientos, ya sean los llamados "puestos de avanzada ilegales" o las "comunidades de asentamientos aprobados".

Como para corroborar eso, una agrupación de colonos autodenominada "La Organización para Salvar a la Nación y la Tierra", anunció que pagará de su propio bolsillo 1.000 shekels (unos 260 dólares) a cada soldado que proteste por cada día que pase en una prisión militar.

Incluso los ideólogos pro-colonos "moderados" alertan al gobierno de Netanyahu que no debería repetirse la evacuación de los asentamientos de Gaza que en 2005 llevó a cabo el gobierno del derechista Ariel Sharon.

"Todos, soldados, políticos, los medios y las autoridades legales, concuerdan en que el ejército no debe politizarse", dijo Israel Harel, del asentamiento de Ofra.

"El cabo y los sargentos que protestaron en los dos recientes incidentes tienen apenas un rol marginal en esa politización. Las partes que tienen la responsabilidad principal son las mismas personas que pusieron al ejército contra los civiles: el primer ministro y su ministro de Defensa (Ehud Barak)", agregó.

La politización del ejército se ha convertido en un problema real en la sociedad israelí.

Literalmente, en los primeros días posteriores a la creación del Estado de Israel, en mayo de 1948, el entonces primer ministro David Ben Gurión (1948-1953 y 1955-1963) ordenó al ejército naciente disparar contra un barco enviado por ultranacionalistas que intentaban hacer ingresar clandestinamente al país tanto a refugiados judíos de la Europa devastada por la guerra como armas.

Ben Gurión estaba determinado a garantizar la lealtad a un ejército nacional único. Decenas fueron muertos en el ataque que tuvo lugar en aguas de Tel Aviv.

Esto ayudó a sus sucesores a mantener a raya, aun en momentos turbulentos, el espectro de las luchas ideológicas dentro del ejército.

El espectro empezó a resurgir con el inicio de la colonización de tierras palestinas, tras la guerra de 1967 entre árabes e israelíes. El filósofo religioso Yeshayahu Leibowitz alertó entonces que la ocupación "comería" a Israel desde adentro como un "cáncer".

En contraste con los peligros de que el ejército no esté unido por un fin, el poder atribuido a los colonos —a menudo descritos como "un estado dentro de otro"— es de algún modo un espantapájaros político.

Pero el propio gobierno a veces usa de modo perverso el temor público a la fortaleza política del movimiento de colonos para sugerir que es imposible dar marcha atrás con los asentamientos. En Cisjordania viven 300.000 israelíes.

La pregunta real sobre el futuro de los asentamientos es política y permanece sin resolver: ¿tiene Netanyahu la voluntad política, como Sharon, de ordenar un día la retirada de los colonos de los territorios ocupados?

¿Acaso es el líder que le aseguró al presidente estadounidense Barack Obama estar listo para hacer "importantes concesiones" en el contexto de un acuerdo de paz con los palestinos?

¿O es el líder que dijo a los colonos preocupados por el reclamo de Obama de congelar los asentamientos que, "en última instancia, a todos nos interesa lo mismo, pero uno debe actuar sabiamente"?

Mientras, los colonos continúan explotando la prolongada ambivalencia de sucesivos líderes israelíes en relación a los asentamientos.

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