Restituir a Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras es indispensable para reconocer las próximas elecciones generales, reafirmaron los gobiernos latinoamericanos. Pero esa posición unánime no sería suficiente para salir de la crisis si triunfa el pragmatismo en Washington.
Ya han surgido señales en Washington tendientes a validar los comicios previstos para el 29 de este mes en Honduras sin importar si el parlamento rechaza el retorno de Zelaya a su cargo, del que fue sacado a punta de metralleta el 28 de junio y expulsado a Costa Rica.
La potestad del Congreso legislativo de votar la restitución del mandatario, reemplazado ilegalmente por Roberto Micheletti, le fue dada en el llamado acuerdo Tegucigalpa/San José, alcanzado la semana pasada gracias a la acción del enviado estadounidense Thomas Shannon, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.
El gobierno de Obama probablemente «tendrá que cambiar su posición, porque está tan aislado del hemisferio como estuvo George W. Bush», evaluó Mark Weisbrot, director del estadounidense Centro de Investigación de Economía y Política (CEPR), recordando la posición prescindente de América Latina de la que hizo gala su antecesor del Partido Republicano.
«Si el actual gobierno desea reconocer las elecciones (hondureñas), con o sin Zelaya (en la presidencia), como dijo Shannon a la cadena internacional de televisión por abonados CNN, se opondrá directamente al resto del continente», precisó Weisbrot a IPS.
De hecho, los cancilleres del Grupo de Río, como se lo conoce al Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política que involucra a 23 países latinoamericanos, emitieron el jueves una declaración en que exigen la «restitución inmediata» de Zelaya como «requisito indispensable» para considerar restablecida la democracia en Honduras.
[related_articles]Sin eso no se reconocerá el resultado de las elecciones ni se normalizarán las relaciones de Honduras con el Grupo de Río, coincidió la declaración emitida por la Reunión Ministerial de América Latina y el Caribe sobre Integración y Desarrollo, foro creado en 2008 en una cumbre regional realizada en Brasil y que, como el Grupo de Río, se reunió el jueves en Montego Bay.
Con el acuerdo negociado por Shannon, el gobierno de Estados Unidos indicó que «reconocerá los resultados de las elecciones de 29 de noviembre», sin asegurar la vuelta de Zelaya a la presidencia. Con ello, «el Congreso perdió el incentivo para votar la restitución», pues los partidarios del gobierno usurpador «ya obtuvieron lo que querían, el reconocimiento de Estados Unidos», opinó Michael Shifter, vicepresidente de Inter-American Dialogue.
Sin embargo, el portavoz del Departamento de Estado, Ian Kelly, declaró que su gobierno está «decepcionado con las dos partes» hondureñas por el incumplimiento de los cuatro pasos acordados, la creación de una comisión de verificación, la formación del gobierno de unidad y reconciliación, la votación en el parlamento sobre la restitución de Zelaya y, finalmente, las elecciones.
Sólo se dio un paso y las dos partes no fueron capaces de componer el gobierno de unidad en el plazo definido, que terminó el jueves, reclamó Kelly, precisando que no se aceptará «un gobierno formado unilateralmente».
Discrepancias entre los partidarios de Zelaya, que se encuentra «abrigado» en la embajada brasileña desde el 21 de septiembre, y el gobierno instalado tras el golpe de Estado traban la ejecución del acuerdo impuesto por Estados Unidos.
Algunos analistas afirman que la crisis hondureña comprobó que la unánime condena y las presiones de América Latina y el Caribe no alcanzan para revertir golpes de Estado, incluso en países pequeños. El camino para la solución sólo se abrió por la decisión estadounidense de imponer un acuerdo a las partes en conflicto.
[pullquote]1[/pullquote]Sin embargo, acciones latinoamericanas ya lograron impedir atentados contra la democracia, como el caso de Paraguay, donde amenazas golpistas fueron neutralizadas en la década pasada por presiones de los demás socios del Mercado Común del Sur (Mercosur), que a partir de ello adoptaron la cláusula democrática que sólo admite como miembros países con gobiernos elegidos en las urnas.
La acción tiene que ser «preventiva», porque revertir golpes consumados exige un poder económico y militar del que sólo Estados Unidos dispone en América, sostuvo Clovis Brigagão, director del Centro de Estudios Americanos, de la Universidad Cándido Mendes, en Rio de Janeiro.
Brasil asumió una posición «osada y de algo riesgo», al acoger Zelaya en su embajada, «cambiando el tono de su política externa», antes regida por principios de autodeterminación y no injerencia que llevaban a una actitud pasiva ante golpes de Estado y otros conflictos en países de la región, dijo Brigagão a IPS.
La apuesta brasileña «aún no está perdida», mientras siguen las negociaciones y la presión por el cumplimiento de la «agenda impuesta por Estados Unidos», pero la diplomacia de Brasilia «perderá puntos» si se hacen las elecciones, sin Zelaya en la presidencia, con el reconocimiento o una natural tolerancia en relación a los nuevos gobernantes elegidos en Honduras, evaluó.
Este caso expone un «gran abismo» entre la visión estadounidense y la latinoamericana, según Shifter. «Los latinoamericanos quieren que Estados Unidos imponga una solución» y como Washington «no quiere ser valentón en esta situación», lo ven como falta de «compromiso con la democracia», explicó.
Pero tanto Shifter como Weisbrot reconocen que las ambigüedades y hesitaciones estadounidenses estimulan los golpistas de Honduras. El gobierno de Estados Unidos «no denunció hasta ahora las violaciones de los derechos humanos, que son masivas en Honduras», pero deberá cambiar ante el probable incremento de la represión en el país centroamericano, previó Weisbrot.
* Con aportes de Jim Lobe (Washington), Edgardo Ayala (San Salvador), Franz Chávez (La Paz) y Helda Martínez (Bogotá).