ENERGÍA-CHINA: Represa de Tres Gargantas nace pasada de moda

Quince años después de que la dinamita sacudiera por primera vez la paz en la oriental región china de Tres Gargantas, las obras de construcción de la represa allí están a punto de completarse. Pero las críticas al proyecto no cesan.

En cuestión de días, el nivel del agua en el reservorio del río Yangtze alcanzará su altura final de 175 metros, con lo que podrá comenzar a operar la represa. Mientras, aumenta la oposición interna, y las críticas internacionales se oyen más alto.

A diferencia de hace 12 años, cuando Beijing preparó una gran celebración por la desviación del Yangtze al lugar donde se construiría la represa, los funcionarios de gobierno e ingenieros esta vez ajustan los últimos detalles del proyecto con un perfil bajo.

A nivel interno, muchos critican que las tareas para llenar de agua el dique está agravando la sequía que sufre el delta del río. En el exterior, donde Beijing ha procurado exportar Tres Gargantas como un ejemplo de cómo generar crecimiento económico a través de grandes obras hidroeléctricas, los ingenieros chinos afrontan una fuerte oposición a este tipo de proyectos.

Además, los diplomáticos chinos constatan un creciente descontento con la política de expansión de centrales hidroeléctricas en Asia y África impulsada por Beijing.
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Pero quizás la principal razón para no lanzar hoy fuegos artificiales es que la represa de Tres Gargantas ha quedado como un monumento a las ambiciones obsoletas. Mientras China opta cada vez más por nuevas formas de energías renovables e incluso reclama el liderazgo en la nueva ola de desarrollo verde, la central envía una señal de prioridades confusas.

"La represa de Tres Gargantas es un modelo del pasado", dijo Peter Bosshard, director de políticas de la organización ambientalista International Rivers, con sede en Estados Unidos, cuya misión es "proteger los ríos y las comunidades que dependen de ellos".

"Hay formas más inteligentes de producir energía y afrontar inundaciones que construir mega-proyectos anticuados", añadió.

La represa en el Yangtze era uno de los sueños de Sun Yat-sen, padre fundador de la moderna China, quien derrocó a la dinastía Qing en 1911. El líder de la revolución comunista Mao Zedong fue el primero en retomar el proyecto, pero quedó detenido con la Revolución Cultural (1966-1977).

Ambos dirigentes veían a la represa como una forma efectiva de controlar las devastadoras inundaciones en el bajo Yangtze y de crear la columna vertebral para un red de suministro eléctrico.

Ya no un sueño sino una realidad, la represa de Tres Gargantas tiene capacidad para generar 18.000 megawatios de electricidad. Pero en el proceso de construcción, 1.350 aldeas fueron sumergidas y 1,3 millones de personas fueron desplazadas de sus hogares.

Ya no es sólo el más grande, sino también el proyecto hidroeléctrico más costoso jamás realizado. Cuando fue aprobado en 1992, su costo fue estimado en 8.300 millones de dólares. Desde entonces su presupuesto creció a 27.000 millones de dólares, según reconoce el gobierno chino, o hasta 88.000 millones, de acuerdo con estimaciones externas.

Los costos ocultos de la represa están apenas conociéndose. El bloqueo el flujo del río transformó el ecosistema del lugar a tal punto que raras especies como el delfín y el esturión de río afrontan ahora la extinción. La pesca comercial en el Yangtze y en su desembocadura en el Mar de China Oriental ha caído drásticamente.

Otros efectos colaterales son la contaminación de los suministros de agua dulce, los derrumbamientos y el creciente riesgo de terremotos.

En septiembre de 2007, funcionarios de gobierno admitieron que "si no se toman medidas preventivas, podría producirse un colapso ambiental".

Fue el entonces primer ministro Li Peng, ingeniero de profesión, la principal fuerza impulsora de la represa, y quien será recordado por su concreción. En 1992, pudo frenar la oposición y logró que el proyecto fuera aprobado en el parlamento. Expertos sostienen que este esfuerzo fue motivado por el deseo de Li de reconstruir su legado político tras la dura represión de estudiantes en la plaza de Tiananmen en 1989.

La instalación de la represa en el Yangtze es "un acontecimiento que no sólo inspira al pueblo, sino que también demuestra la grandeza de los logros del desarrollo chino", dijo en 1997, al presidir la ceremonia por el desvío del río.

Sin embargo, hoy los políticos chinos hablan sobre impulsar una economía "baja en carbono". Elogiar la grandeza del país mencionando la construcción de represas ya no está de moda.

China es hoy el principal emisor de los llamados gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario, y en los últimos años ha adoptado una agresiva política para desarrollar fuentes alternativas de energía. Beijing prevé construir más plantas nucleares, liderar la generación de energía solar y mejorar drásticamente la eficiencia de todos los nuevos edificios.

Pero el debate sobre cómo avanzar con el desarrollo de la energía hidroeléctrica, polémica por su impacto en los ecosistemas de los ríos, continúa.

Este país lidera el planeta en materia de capacidad hidroeléctrica instalada, con 150 gigawatios, según la Asociación Internacional de Energía Hídrica, y espera aumentarla a 700.

Más de 100 represas están planificadas para la zona alta y media del río Yangtze. Además, Beijing prevé exportar su experiencia con Tres Gargantas, firmando acuerdos para construir centrales hidroeléctricas en países como Camboya, Nigeria y Pakistán.

Los impulsores de la industria hidroeléctrica manifiestan un apoyo inequívoco a la construcción de más represas. Pan Jiazheng, hidrologista de la Academia China de Ingeniería, sostuvo que el agua es la única fuente de energía renovable en su país, y que puede ser explotada a gran escala.

"Desarrollar la energía hídrica es el único camino viable para hacer mella en el consumo chino de carbón", dijo Pan. "Los que arguyen que la energía hidráulica no es limpia, deberían preguntarse si hay otra tarea más urgente para el desarrollo limpio de China que quemar menos carbón", añadió.

En 2008, las fuentes térmicas respondían por 80 por ciento de toda la energía producida por China, mientras que las hidroeléctricas llegaban a 16,4 por ciento y las nucleares a menos de dos por ciento.

Sin embargo, los críticos de la expansión hidroeléctrica son igualmente convincentes. "Es una cuasi-ciencia creer que la energía hidráulica iguala a la energía verde", afirmó Zheng Yisheng, investigador de ambiente y desarrollo de la Academia China de Ciencias Sociales.

"No puede verse a los ríos simplemente como una fuente de energía e ignorar su función ecológica como ecosistemas. La gente necesita energía, pero también un lugar donde vivir", señaló.

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