EDUCACIÓN-URUGUAY: La alfabetización empieza por casa

«Primero me daba vergüenza y no podía integrarme, pero luego me animé y me gustó mucho, pues me ayuda a compartir con mis hijos distintos espacios», dice María José Jara, una joven madre de un barrio pobre del interior de Uruguay, partícipe de un inédito y exitoso proyecto de escolarización familiar.

Crédito: Gentileza de Cuenta Quien Cuenta
Crédito: Gentileza de Cuenta Quien Cuenta

El programa Cuenta Quien Cuenta, que apunta hacia la familia para volver a la lectura y construir así ciudadanía, utiliza textos que abordan cuestiones de género, identidad y diversidad, discriminación, toma de decisiones y la amistad como valor, entre otras. Se centra en barrios muchas veces aislados de lo que es la integración cultural.

La idea nació de un par de maestras de la occidental ciudad uruguaya de Paysandú preocupadas por el alto índice de repetición de los alumnos de primer grado de las escuelas de contexto social crítico en su distrito, que llegaba a 25 por ciento. El problema mayor detectado era la falta de comprensión lectora.

Financiado con fondos internacionales obtenidos por el gobierno del departamento (provincia) de Paysandú, del izquierdista Frente Amplio, el programa de dos meses y medio cuesta 12,70 dólares por familia y la formación docente para la tarea se completa en sólo dos meses.

Se sustenta en un concepto de alfabetización familiar y lo toma como derecho. Trasciende el código escrito y contempla a todas las personas que viven con el alumno a través de una herramienta de apropiación de la cultura.
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«Genera vínculos y le aporta herramientas que le dan a sus participantes una mayor comprensión de los problemas del mundo», cuentan a IPS las creadoras del programa, Mabel de Agostini y María Noel Guidali.

Quien pasa por el plan «va a ser mejor comprendido, además de generar y exigir espacios de participación», añaden, sin ocultar su emoción por los logros obtenidos. Las estrategias para desarrollar este programa están plasmadas en una guía para el educador.

Esta experiencia educativa en zonas vulnerables ya trascendió fronteras. Uno de esos reconocimientos es el dado por los expertos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que la seleccionaron entre los 13 proyectos finalistas, de casi 800 que se presentaron de la región para el concurso de este año de «Experiencias en Innovación Social».

La iniciativa que llevan adelante anualmente desde hace cinco años la Cepal y la Fundación W.K. Kellogg culminará con la Feria de la Innovación Social, esta vez a realizarse del 11 al 13 de este mes en una plaza céntrica de Guatemala, donde los proyectos elegidos, provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México, Perú y Uruguay, competirán por cinco premios en dinero, respaldo y asesoramiento técnico.

«Nos llena de orgullo», señala el intendente (jefe de gobierno departamental) de Paysandú, Julio Pintos, quien, aunque la educación no cae entre sus responsabilidades administrativas, ya había puesto en marcha un programa especial de atención en la materia para niños y niñas de hasta tres años de barrios de contexto social crítico.

«Fue ideado por dos maestras sanduceras y apunta a lo que se centraba nuestra preocupación como gobierno, que es estrechar ese vínculo entre el niño y la familia y a reconstruir el hogar como el espacio educador fundamental en cuanto a ética y valores», dijo a IPS.

[pullquote]1[/pullquote]Para el gobernante, esta «propuesta, que puso el acento en una cuestión central, se mejorará al tiempo que continuará su aplicación».

«Formamos formadores», complementó el director departamental de Promoción Social, Mario Córdoba, aludiendo, ante la consulta de IPS, a los adultos integrantes del núcleo familiar.

MÁS ALLÁ DEL AULA

Tras varios años de ejercer la docencia, De Agostini y Guidali se decidieron a investigar las razones de las diferencias de aprendizaje de lectura y escritura que constataban entre los escolares de sus escuelas de barrios marginales y los que vivían en zonas de mayor nivel socio-económico.

«Notamos que, más allá de que las estrategias utilizadas por cada maestro sean más adecuadas o menos, había otras cuestiones que escapaban a la enseñanza en el aula y era el apoyo que la familia podía y sabía hacer con los niños», explica Guidali.

A partir de allí surge el proyecto de alfabetización con el objetivo de buscar una igualdad de aprendizaje entre todos los escolares, con la certeza de que el factor determinante para llevarlo a cabo era la familia.

Amparadas en el artículo 71 del estatuto docente uruguayo, las dos educadoras se tomaron un año sabático para acceder a una línea de investigación, tras lo cual comenzaron a trabajar en un plan piloto con otros 20 colegas de cuatro escuelas de Paysandú.

«No centralizamos nuestro proyecto sólo en los contextos más desfavorables, sino que también queríamos saber qué ocurría en los lugares en que los niños tenían cubierta sus necesidades de vivienda, alimentación y salud», explicaron. Se constató que eran muchos más los escolares pobres que repetían el curso, en la mayoría por dificultades en la lectura y escritura.

A nivel nacional, el Programa de Maestros Comunitarios, también con centro en la familia, ya había logrado éxitos al bajar la repetición general en primer grado en zonas pobres de casi 26 a 22 por ciento en 2007, según datos oficiales. Este indicador es tres veces mayor al del resto de los centros de primaria del país.

El plan lanzado en 2005 por el entonces recién asumido gobierno del Frente Amplio, liderado por el presidente Tabaré Vázquez, logró que en las escuelas donde se implementa aprobaran el año 75 por ciento de las niñas y los niños involucrados.

De Agostini y Guidali buscaron entonces la razón por la que estos niños no aprendían a leer y a escribir adecuadamente y encontraron que en todos los casos faltaba el componente familiar.

«Salimos a los alrededores de las escuelas en barrios con carencias varias a entrevistar a las familias y le preguntábamos cuál era el lugar de la lectura en su cotidianidad. Nos dimos cuenta que era muy difícil para el niño interpretarla como un valor cultural porque en su hogar no era un hábito», señalaron.

Paralelamente identificaron algunas carencias de tácticas de enseñanza que plasmaron en una propuesta para las autoridades a los efectos de que fuera difundida.

«Trascendimos el trabajo en el aula y comenzamos a trabajar con muchos adultos que no habían terminado primaria, y esa experiencia para ellos había sido de fracaso, por lo cual leer para ellos era complicado», recuerdan.

JUGANDO EN LA ESQUINA

Con el programa bajo el brazo, las maestras acudieron a la dirección de Promoción Social del gobierno departamental de Paysandú, que las empoderó, les aportó un espacio, materiales y vinculaciones, teniendo como meta inicial a las familias con hijos hasta cuatro años.

Ya con el encuadre institucional, las pioneras se instalaron en una esquina del populoso Barrio Norte, una de las comunidades con más carencias de la ciudad. Un poco temerosas de la repuesta de la gente, comenzaron la gran quijotada.

«Fue un éxito», cuentan. «Reunimos 17 personas a leer de una manera muy especial en esa primera vez. Nuestra maniobra fue revertir la experiencia penosa que esas personas tenían con la lectura y presentamos nuestros componentes que fueron más allá de contar un cuento y llenarlos de emoción y afectividad», agregan.

Movilizaron las vivencias de la comunidad y cada uno de los 10 talleres que completaron la experiencia fue iniciado con juegos participativos, donde los adultos resolvían situaciones planteadas entre ellos. Se vivenciaron hechos como roles en el hogar, de género, llevándolos a la reflexión, por lo que, cuando se llegó a la lectura, ya se había trazado un camino.

«El cuento leído potencia el disfrute anterior trazado en ese camino lúdico, con la dinámica participativa y del cuento. Sin querer, el padre ya estaba leyendo y hasta elaborando su propio libro de cuentos, llevándolo a la casa y volviendo al siguiente taller con sus impresiones familiares».

El poder de convocatoria a partir de ahí fue muy importante y el proyecto contempló otros barrios similares, donde la participación fue espontánea. La necesidad de estas comunidades de estar con sus pares, con los que comparten las mismas dificultades llevo a esta red comunitaria a que se fortaleciera.

El proceso lector avanzó sustancialmente en aquellas personas que aún no sabían leer. «El vínculo entre las familias fue muy motivador», entienden De Agostini y Guidali.

Igual de positiva es la evaluación de Eliberto Ghibaudi, inspector departamental de Escuelas Públicas, cargo responsable de la supervisión de la educación primaria en los distintos distritos del país. «Se trata de una experiencia exitosa que es necesario que se extienda», indicó a IPS.

Comentario que ya comienza a ser realidad con la participación en el programa de más de 90 maestros, unas 500 familias y alrededor de 1.600 niños y niñas, con resultados por demás auspiciosos según evaluaciones que ha hecho el gobierno departamental.

Las investigaciones primarias sobre resultado del programa dan que 80 por ciento de las familias participantes han mostrado un apego mayor a la lectura, que en 82 por ciento de los casos los niños leen más y que en 84 por ciento los padres comenzaron a leer a sus hijos un cuento casi todos los días.

También mejoraron significativamente en 92 por ciento los vínculos entre los maestros involucrados en el programa con las familias.

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