Estados Unidos permitió el ingreso de la prensa al nuevo penal de Bagram en Afganistán, cuya construcción pretende dejar atrás el historial de torturas de la vieja cárcel destinada a sospechosos de terrorismo.
La nueva cárcel, ubicada en una base militar estadounidense cercana a Kabul, tendrá capacidad para 1.100 presos, y su construcción tuvo un costo de 60 millones de dólares.
El general de brigada Mark Martins, un abogado que investigó las prisiones de Afganistán y Estados Unidos este año, dijo que la cárcel se entregará al gobierno afgano, aunque no especificó cuándo.
La semana pasada, las autoridades invitaron a los medios de comunicación a visitar las instalaciones, un hecho inusitado ya que no se había permitido el ingreso de los periodistas a la antigua cárcel de Bagram.
Los más de 700 prisioneros de Bagram serán trasladados al nuevo penal a fines de este año. Ya llevan seis años detenidos, sin acceso a abogados ni acusación formal, y existen numerosos indicios de que han sido sometidos a tortura.
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Martins destacó que la cárcel contará con un panel que examinará el caso de cada preso y les proporcionará recursos para objetar su detención a través de medios legales. Asimismo, los reclusos recibirán "capacitación vocacional" para brindarles herramientas de trabajo
Abdul Qadir Adalat, funcionario del Ministerio de Justicia de Afganistán, dijo que la construcción del penal es un paso positivo. Aunque recién se enteró de la misma el jueves 19, cree que es bueno que las fuerzas de seguridad afganas e internacionales realicen operaciones conjuntas para apresar a los combatientes contra el gobierno.
Pero otros opinan que es ilegal que una potencia extranjera construya una cárcel en territorio afgano para retener sin cargos a ciudadanos afganos. Nasrullah Stanikzai, profesor de derecho de la Universidad de Kabul, dice que sólo el gobierno del país puede retener a las personas contra su voluntad, según las leyes afganas e internacionales.
Considera la construcción de la prisión como una revocación de la autonomía afgana.
"El artículo 2 de la ley carcelaria afgana estipula que la construcción de penales y el encarcelamiento de los ciudadanos se realizará sólo con la aprobación del fiscal general y la corte suprema", dijo Stanikzai. "Además, sólo el Ministerio de Justicia está autorizado para arrestar y detener a las personas. Esta prisión es ilegal", agregó.
El legislador Meer Ahmad Juyehdah comparte esa opinión. "Le corresponde al gobierno lidiar con los enemigos del estado y los delincuentes". La existencia de estos penales hace que los afganos se pregunten quién está al mando en el país, sostuvo.
A pesar de las críticas, el penal nuevo sería una mejora frente al antiguo.
Fareed Hamidi, comisario de la Comisión Independiente de Derechos Humanos (CIDH) de Afganistán, dice que las celdas de los detenidos y demás espacios del penal fueron construidos de acuerdo con las normas internacionales de detención.
"La inquietud de la Comisión de Derechos Humanos es la forma en que se trata a los presos. ¿Se aplican los principios, reglas y estándares internacionales?", preguntó.
Una de las tareas del organismo es vigilar la situación en las cárceles, explicó. Como no suele permitirse el ingreso de organizaciones como la CIDH a los penales militares, será difícil estar al tanto del tratamiento de los presos.
Hamidi agrega que los detenidos tendrán acceso a defensores que no son abogados, pero el hecho de que el período de su detención sea indefinido genera serias inquietudes. El comisario manifiesta que los detenidos en Bagram no fueron hallados culpables de delitos y que no se presentaron pruebas en su contra ante un tribunal afgano.
Sí se sabe que los presos en el antiguo penal de Bagram recibieron un tratamiento severo. Dos presos murieron en 2002 luego de haber sido encadenados al techo y recibido feroces golpizas en las piernas. Un informe del forense militar comparó el estado de los cadáveres a los de cuerpos atropellados por un autobús.
El año pasado, un informe de la BBC presentó entrevistas con decenas de hombres detenidos en Bagram entre 2002 y 2008 donde declararon haber sido sometidos a tratamiento cruel, incluso golpizas severas.
"Me apuntaron al oído con una pistola. Decían que hablara o me dispararían", dijo un hombre.
"Hicieron cosas que no se harían contra animales, y mucho menos contra humanos", dijo otro de los detenidos. Debido a esos reportajes, Bagram se ganó el mote de "la nueva Guantánamo", en referencia a la cárcel que Estados Unidos mantiene en su base militar en Cuba.
Cuando el general Stanley McCrystal asumió el mando de las fuerzas internacionales en Afganistán, dejó en claro que pretendía reformar el tratamiento de los detenidos en Bagram.
*El presente artículo fue publicado primero por el semanario Killid. IPS y Killid, una organización independiente afgana, están asociados desde 2004.