Tras haberse convertido a partir de los años 80 en un país de alta emigración, Brasil trata ahora de reconocer y atender los derechos de tres millones de ciudadanos dispersos en más de 100 países.
En mayo de 2010 se elegirán los 16 miembros, y sus respectivos suplentes, de un Consejo de Representantes de Brasileños en el Exterior (CRBE) para establecer una comunicación con las distintas instancias del Estado.
Esa fue una de las resoluciones de la segunda Conferencia sobre Comunidades Brasileñas en el Exterior, concluida la noche del viernes en Río de Janeiro. Durante tres días cerca de 100 participantes discutieron la situación y los reclamos de los brasileños que se radicaron en el exterior, principalmente por razones económicas.
El encuentro es el resultado de un proceso iniciado en 2006, con la creación de la Subsecretaria General de las Comunidades Brasileñas en el Exterior (SGEB), en el marco de la cancillería, seguida de la primera conferencia de emigrantes, realizada en julio de 2008, también en Río de Janeiro.
Los debates de la semana culminaron numerosas reuniones preparatorias en ciudades de todos los continentes, en las que viven muchos brasileños. Las reivindicaciones aprobadas comprenden desde escuelas básicas y técnicas y enseñanza bilingüe a mejor asistencia médica, consular y legal, especialmente para las mujeres e indocumentados.
En el futuro los emigrados sueñan tener diputados suyos en el parlamento brasileño, de acuerdo al proyecto de enmienda constitucional en trámite desde 2005 y aprobado en el Senado. Ese tipo de representación parlamentaria ya es una realidad en países de mayor tradición migratoria, como algunos europeos, y en Colombia, por ejemplo.
Los delegados a esta segunda conferencia, algunos con acentos que denunciaban su larga permanencia en el exterior, revelaron en su habla y en los informes presentados la diversidad de la emigración brasileña y las condiciones que afronta, dificultando su organización y representación.
Para componer el CRBE se decidió dividir el mundo en cuatro grandes regiones, cada una con cuatro representantes y cuatro suplentes. La primera es América del Norte, que concentra la mayor cantidad de emigrados brasileños, casi 1,3 millones, de los cuales poco más de 1,2 millones residen en Estados Unidos, según estiman los consulados con datos del año pasado.
Las otras son Europa, con 766.600 brasileños, América del Sur y Central más el Caribe, con 618.300, y el vasto conjunto formado por África, Asia, Medio Oriente y Oceanía, con unos 380.000 brasileños, donde Japón acapara 80 por ciento. La conferencia recomendó dividir esta última en dos regiones.
La representación en el Consejo no puede ser proporcional a la población, sino que responde a criterios mixtos, que consideran la complejidad de las cuestiones de cada región o países, explicó el embajador Oto Maia, subsecretario general de las Comunidades Brasileñas en el Exterior.
En Paraguay hay medio millón de "brasiguayos", como son llamados los brasileños que allí viven, y buena parte son agricultores que enfrentan conflictos por la tenencia de tierras, ejemplificó. En Bolivia se repite la situación, con amenazas más graves de expulsión, aunque con menos de un décimo de inmigrantes.
Europa tiene menos inmigrantes brasileños que Estados Unidos, pero la complejidad de problemas en los numerosos países exige una mayor atención consular, acotó el diplomático, que dirigió la conferencia.
Una distorsión mayor en cualquier representatividad es provocada por la indocumentación, que afecta hasta 80 por ciento de los emigrados brasileños en muchos países, según estimaciones muy imprecisas. La imposibilidad de viajar les impide de participar en el CRBE y en los encuentros fuera de su país de destino.
En Japón, con una inmigración más controlada, sólo se acepta a nipónicos que habían dejado su país, a sus descendientes y familiares. Son miembros de la comunidad nikkei que buscan mejores sueldos en el país ancestral, aunque componen en Brasil la etnia de mayores ingresos y escolaridad. Muchos son graduados universitarios que hacen el trabajo manual rechazado por los japoneses.
La privación de derechos laborales, asistencia médica y sicológica, carencia de información y dificultades variadas fueron descriptas por varios invitados a la conferencia de esta semana, para justificar sus reclamos de mayor presencia consular de la diplomacia brasileña y de los ministerios de Educación, Salud y Cultura.
Pero la emigración brasileña, abruptamente intensificada por las crisis económicas de los años 80 y 90, se diversificó últimamente y hay indicios de una reversión.
Muchos emigrados regresan a Brasil a causa de la crisis financiera global en curso que afectó más duramente a los países ricos donde residen.
Las numerosas propuestas del grupo que discutió Cultura y Educación en la conferencia, reclamando más enseñanza y difusión cultural brasileñas en los países donde viven, indican la consolidación de comunidades de emigrados brasileños en el exterior, con demandas más sofisticadas que el simple incremento salarial.
Marcos Souza, un músico brasileño que vivió en España y se mudó recientemente a Holanda, es un ejemplo de brasileño que emigró por un proyecto de vida y no forzado por razones económicas. Su objetivo es divulgar la cultura brasileña en Europa y calificarse mejor en su arte para el cine y el teatro.
Una de sus tareas es difundir el filme "Tres hermanos", sobre su padre, un conocido compositor brasileño, y dos tíos famosos, el caricaturista Henfil y el activista social Herbert de Souza, quien movilizó al país en una campaña contra el hambre en la década pasada. Los tres murieron de síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), infectados en su tratamiento como hemofílicos.
Souza consideró concluida su misión en Brasil, con la producción de ese filme y de un libro con las canciones y la vida de su padre. La primera opción europea fue Madrid, porque su mujer, Adrianne Scheiner, pretendía especializarse en diseño textil, que no tiene cursos adecuados en Brasil.
"Brasil tiene más músicos excelentes que buenos futbolistas", sostuvo Souza a IPS, para justificar su misión de divulgador cultural brasileño.
Adquirir conocimiento en su profesión y la buena calidad de vida de Amsterdam, sin la violencia de Río de Janeiro, son atractivos de su opción de vida. "No descartamos el regreso", pero por ahora sólo piensa volver a Brasil para la Copa Mundial de Fútbol de 2014 y para los Juegos Olímpicos de 2016.
Después de cuatro años aprendiendo artes culinarias y sobreviviendo del trabajo duro en el occidental estado estadounidense de California, Fernando Álvarez, hijo de un exitoso periodista y una socióloga, vive hace casi ocho años en Barcelona, como chef de cocina y ahora como socio de dos restaurantes.
Piensa regresar a Brasil dentro de cinco años, período en el que se comprometió a instalar cinco restaurantes en Barcelona y Madrid como socio de un importante grupo empresarial. El éxito de esa empresa determinará el vínculo que mantendrá con España y la frecuencia de sus viajes, señaló a IPS.
Sus negocios poco sufren la crisis económica mundial, por tratarse de restaurantes populares, de bajo precio, en los que predomina la culinaria japonesa, con influencias brasileña, estadounidense y europea.
Los conocimientos acumulados en la gestión de restaurantes, en la cocina y cursos de culinaria le permiten, si fracasa el negocio español, crear un negocio propio en cualquier parte, confía Alvarez, contento con la opción de Barcelona, por su cultura artística y la numerosa comunidad brasileña que reside allí.
Por su experiencia, es más difícil entrar a Estados Unidos que a Europa, pero luego hay más control y "redadas" contra inmigrantes ilegales en las naciones europeas, mientras se puede permanecer sin sustos en el país norteamericano.
Sin embargo, eso cambió en los últimos años, observó Álvarez, quien dejó Estados Unidos dos meses después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. "Fue la última gota" para decidirse por Barcelona.