Los líderes comunistas de China hicieron alarde de la nueva riqueza y poderío nacional durante los festejos por los 60 años de la República Popular, pero tras el impresionante desfile militar rondaban la incertidumbre y la ansiedad sobre el futuro.
Vistiendo un tradicional traje Mao, el jefe del Partido y presidente chino Hu Jintao declaró que el comunismo rescató a este país. "Los 60 años de la nueva China han demostrado que solamente el socialismo la puede salvar", dijo el jueves ante una multitud de 30.000 invitados cuidadosamente seleccionados.
"Hoy, una China socialista orientada hacia la modernización, el mundo y el futuro se yergue majestuosamente en el Oriente", dijo Hu, quien exhortó a la nación a concretar una "unidad mayor" para construir "un país socialista, rico, fuerte y democrático".
Pero la falta de unidad ha acosado particularmente a los líderes chinos en los últimos meses, al estallar el malestar en las provincias de Tíbet (oeste) y Xinjiang (noroeste), habitadas por minorías étnicas. También, multitudes de manifestantes se han agolpado frente a oficinas gubernamentales de la capital.
Los líderes comunistas agotaron todos los recursos para garantizar que nada desafiara su exhibición de supremacía. Impactantes controles de seguridad paralizaron la vida de la capital en las semanas previas al aniversario.
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Al ver a las fuerzas de la Unidad Especial de Armas y Tácticas (SWAT) de Beijing patrullando antiguos callejones, los ciudadanos se cuestionaron si era necesario semejante operativo.
"Parece que alguien nos estuviera por atacar", refunfuñó un vendedor de periódicos cerca de la calle comercial Dashalan, mirando furtivamente a los equipos de la SWAT y a la policía caminar en grupos de tres y cuatro.
Dashalan es el lugar de la capital donde pocos días antes tres hombres apuñalaron a 12 personas, matando a otras dos. En las calles se murmuró que eran uigures musulmanes de Xinjiang, que buscaban vengar las muertes de decenas de miembros de su comunidad durante los recientes disturbios en esa agitada provincia rica en petróleo.
Sin embargo, vendedoras de un comercio de recuerdos en Dashalan informaron que los hombres eran obreros desempleados del cinturón industrial del nororiente de China.
"Están enojados porque no tienen trabajo ni dinero, pero ven a los habitantes de Beijing gastar mucho y divertirse", dijo una mujer que se identificó como Xiao Tong.
El año pasado se produjeron 100.000 estallidos de violencia en todo el país, en los que participaron hasta 1.000 personas. Los ciudadanos protagonizaron incidentes en protesta por abusos sobre la tierra, injusticias del gobierno y frustración por la enorme brecha entre ricos y pobres.
Los mortales disturbios de 2008 en Tíbet, seguidos este año por enfrentamientos en Xinjiang, pusieron nerviosos a los líderes comunistas, por no tener la certeza de poder controlar las tensiones étnicas y sociales en el futuro, según analistas.
"A nuestros líderes les preocupa que los separatistas se estén volviendo más activos y estén uniendo fuerzas", dijo Gao Heng, investigador del Instituto de Economía y Política Mundial, en la Academia China de Ciencias Sociales.
La visita a Taiwán del exiliado líder espiritual de Tíbet, el Dalai Lama, y el viaje a la isla previsto por la activista independentista Rebiya Kadeer han planteado algunos escenarios preocupantes para Beijing, dijo Gao.
En la reunión anual del Partido Comunista, que concluyó en septiembre, los líderes se comprometieron a "impedir efectivamente y arremeter resueltamente contra las actividades separatistas relacionadas con la condición étnica".
Pero un documento inusualmente franco difundido luego de ese encuentro también admitió que las tensiones étnicas y la rampante corrupción, entre otros factores, pusieron en riesgo la posición del Partido como principal fuerza política del país.
Según la agencia de noticias Xinhua, el comunicado urgió a los miembros del Partido a "tener un sentido de la urgencia sobre el futuro, y a pensar en los (posibles) peligros en tiempos de prosperidad".
"Debemos ser valientes en la reforma y valerosos en la innovación; nunca nos fosilizaremos y nunca nos estancaremos", agregó.
El éxito del Partido en evitar importantes turbulencias económicas durante la crisis financiera mundial alentó a algunos observadores a creer que el "modelo de China" de poder político centralizado y economía de mercado todavía es el mejor camino a seguir para lograr una sociedad democrática.
"Con mucho control político y capacidad para garantizar la estabilidad, el Partido es suficientemente fuerte para considerar algunas demandas sociales", dijo Wang Zhengxu, investigador del Instituto de Políticas de China en la Universidad de Nottingham.
El experto pronosticó que un aumento de la prosperidad inevitablemente conducirá a una gradual democratización en China, al igual de lo que ocurrió en otras economías de rápido crecimiento en Asia sudoriental, como Taiwán y Corea del Sur. Wang cree que el Partido realizará elecciones nacionales luego de 2020.
"Si la sociedad internacional quiere que florezca la democracia en China, debería garantizar que China esté segura", dijo, alertando que cualquier ataque o insulto contra lo que se percibe como la dignidad nacional suscitará un peligroso nacionalismo e impedirá reformas democráticas.
Sin embargo, lo que está en duda es el compromiso del propio Partido para con un cambio democrático.
En la reunión recién concluida, se prometió expandir "la democracia intrapartidaria", a fin de potenciar las capacidades de gobierno.
Pero en la misma ocasión, Hu Jintao habló de la necesidad del Partido de implementar una versión china del marxismo, así como de popularizarla.