Una localidad ubicada al norte de esta oriental ciudad tailandesa adoptó en 2007 el nombre de Baan Samaki Phattana, que quiere decir Aldea para el Desarrollo de la Unidad. El simbólico cambio de identidad, al año siguiente del último golpe de Estado, aún parece ir en sentido contrario a la realidad.
"La idea surgió del jefe de nuestra aldea, quien quería acercar las partes enfrentadas de nuestra comunidad", dijo Sawaen Seenakhanath, quien a sus 60 años se gana la vida hurgando en las calles cuando no arrea ganado en los campos cercanos.
Pero las esperanzas del líder local todavía son esquivas, admitió el vecino de esta aldea, donde viven unas 100 familias. "Ahora estamos más divididos en torno a la política, en comparación con hace tres años. Incluso se da en los hogares, entre cónyuges", dijo.
En la zona los únicos trabajos son en los arrozales aledaños a Khon Kaen, en oficinas gubernamentales y los establecimientos comerciales.
La grieta política que atraviesa la población queda expuesta en otras partes de esta ciudad y sus periferias rurales. El centro de esta división es Thaksin Shinawatra, el primer ministro derrocado por los militares hace tres años.
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Y como el resto de la política tailandesa que desde el golpe de 2006 se manifiesta a través de colores, Khon Kaen también refleja la tendencia nacional.
Quienes respaldan a Thaksin y al Frente Democrático Unido contra la Dictadura (FDUD) se identifican con camisetas rojas, mientras que sus oponentes de la Alianza Popular para la Democracia (PAD), el movimiento que pese a su nombre respaldó el golpe y la intervención militar en la política lo hacen con las amarillas.
"Hay más partidarios de los camisetas rojas en las aldeas, entre las comunidades agrícolas, y también seguidores de los camisetas amarillas", dijo Bamrung Boonpanya, consejero del no gubernamental Comité Coordinador para el Desarrollo en el Nororiente.
"Ambos grupos son muy apasionados", señaló.
"Tres años después del golpe, hay algo que está claro: las personas son más conscientes que antes sobre las cuestiones políticas y sus derechos. Obtienen su información de muchas fuentes y expresan sus opiniones más abiertamente", agregó.
Los debates políticos en las aldeas constituyen "una señal de lo que ha ocurrido aquí desde el golpe de Estado. Antes la gente no pensaba tanto en la política. Sentía que no importaba. Pero Thaksin cambió eso para ellos", dijo Paiboon Phuanphan, residente en Khon Kaen.
"He aprendido mucho de estas discusiones sobre políticas y asuntos sociales. Ahora la población es más consciente sobre la clase de gobierno que es bueno, sobre lo que está bien y lo que está mal", declaró a IPS Paiboon, de 53 años y que trabaja como guardia de seguridad.
El profundo apoyo de que aún goza el derrocado Thaksin en la rural región nororiental del país tiene que ver con las políticas a favor de los pobres que implementó durante los cinco años y medio que estuvo en el poder, según aldeanos que se ganan la vida cultivando arroz.
Thaksin, quien está exiliado y acusado de cargos de corrupción, lideró un gobierno elegido por una mayoría sin precedentes en los comicios de 2001 y 2005.
Esas victorias fueron moldeadas por el respaldo de los campesinos, que son mayoría en el país, y que reconocieron la implementación de una serie de medidas de bienestar, como la atención universal a la salud, el acceso a créditos y una moratoria a sus deudas.
Sin embargo, todo eso quedó arrasado la noche del 19 de septiembre de 2006, cuando soldados y tanques tomaron las calles de Bangkok en lo que se constituyó en el 18 golpe de Estado desde que Tailandia se convirtió en una monarquía constitucional, en 1932.
Lo acusaron a Thaksin, quien para entonces se había vuelto una figura cada vez más autoritaria, de amenazar la unidad del reino.
Entre las razones que dio la junta militar para justificar su asonada estuvieron las acusaciones de pesaban sobre el gobierno de Thaksin, como haber generado un estado de "conflicto, partidismo y la desunión a una escala desconocida en la historia de la nación tailandesa".
El derrocado primer ministro, que en ese momento se encontraba en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, también fue acusado de ser el responsable de una "corrupción generalizada y mala conducta en la administración del gobierno".
La intrusión de los militares en la política se vio cimentada por las protestas callejeras que tuvieron lugar en la capital, lideradas por la PAD. En el primer semestre de 2006 hubo manifestaciones de decenas de miles de personas vestidas con camisetas amarillas, indignadas por las acusaciones de corrupción, nepotismo y abuso de poder contra el gobierno de Thaksin.
Pero en los últimos tres años, la intervención militar que la PAD buscó y logró hizo poco por sacar a Thaksin de la escena política y por unir más al país. Tanto los camisetas amarillas de la PAD como los camisetas rojas del FDUD han salido a las calles desde que a comienzos de 2008 la junta traspasó el poder a un gobierno electo.
Las pasiones políticas han expuesto cuán lejos de la realidad estaban los militares cuando prometieron unir a esta nación de Asia sudoriental mediante un golpe de Estado.
La PAD, apoyada principalmente por la clase media urbana, la aristocracia, la arraigada elite y los pro-realistas, se ha mantenido en armas, sin detenerse ante nada en sus esfuerzos anti-Thaksin. A fines del año pasado incluso tomaron el mayor aeropuerto internacional de Bangkok.
El FDUD, que cuenta con un fuerte apoyo entre los pobres de las zonas urbanas y rurales, se negó a ceder a las medidas políticas determinadas por los militares y el sistema político conservador para evitar que los partidos políticos favorables a Thaksin cobraran poder.
"Las divisiones políticas que vemos actualmente son profundas pero diferentes en relación a la última vez que Tailandia estuvo políticamente dividida, en los años 70", dijo Thanet Aphornsuvan, historiador de la Universidad Thammasat de Bangkok.
"Luego hubo una división ideológica, moldeada por la Guerra Fría. Esta vez se trata de la naturaleza del gobierno que el pueblo quiere, y de cómo conseguirlo", agregó.
El movimiento de los camisetas rojas también ha reafirmado un punto de vista que tiñe a la política tailandesa desde el golpe de 2006, según el cientista político Thitinan Pongsudhirak, de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok.
"Ellos se han convertido en actores del sistema político, lo que no ocurría antes, dado que la política estaba dominada por la elite de Bangkok", dijo.
Los camisetas rojas "están reclamando su espacio en el sistema y las políticas que quieren", agregó en una entrevista.
Según Thitinan, éste es un legado duradero de Thaksin.