POLÍTICA-AFGANISTÁN: La impaciente mirada ajena

La mejor forma de ayudar a Afganistán es que los especialistas y diplomáticos extranjeros se tomen unas vacaciones mientras dura el recuento de votos y la investigación por presunto fraude electoral en este atribulado país de Asia central.

Crédito: Anand Gopal/IPS
Crédito: Anand Gopal/IPS
Desde los comicios presidenciales del 20 de agosto, muchos diplomáticos se pasan elogiando el proceso o denunciando un presunto fraude.

En cualquiera caso, no hacen más que medir la democracia afgana según su propio criterio e impedir que los protagonistas cuenten los votos y elijan a sus representantes políticos como mejor les parezca, a su ritmo, para bien o para mal.

La semana siguiente a los comicios, la comunidad internacional, en especial la embajada de Estados Unidos, puso toda su energía en organizar reuniones con el candidato y presidente saliente Hamid Karzai y su principal opositor, el ex canciller Abdulah Abdulah.

También se abocaron a organizar una "reunión especial en París" para discutir la "respuesta" de la comunidad internacional a unas elecciones cuyo resultado no se conocerá hasta tanto no termine el recuento de votos y sea certificado por una comisión independiente.
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La capital francesa fue el escenario para que altos diplomáticos de 26 países, incluidos de Estados Unidos y a miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, discutieran el 3 de este mes el futuro de Afganistán. El resultado del encuentro no fue un mensaje positivo y de apoyo a los afganos.

La concurrencia a las urnas en Afganistán fue menor que en los comicios de 2004, cuando votaron 70 por ciento de los 12 millones de habilitados.

Este año hubo más de 16 millones de ciudadanos registrados y se estima que entre cinco y siete millones concurrieron a las urnas. Proporcionalmente votó menos gente, pero sigue siendo una cantidad significativa.

De las cinco a siete millones de papeletas, un millón son fraudulentas. Pero en un país donde el sistema electoral fue inaugurado hace apenas cinco años sigue siendo un logro importante que haya votado alrededor de la mitad de los habilitados.

La cantidad de ciudadanos que sufragaron este año se equipara con los alrededor de siete millones de niños y niñas que concurren a la escuela, un gran logro para Afganistán.

La organización de los comicios estuvo plagada de problemas, pero el hecho de que con tantas dificultades logísticas y de seguridad, millones de ciudadanos hayan concurrido a las urnas en un clima de violencia debe entenderse como un gran avance hacia la consolidación de la cultura democrática en este país.

El dinero de los contribuyentes de los países cuyos representantes participaron en la reunión de París debió destinarse a organizar una conferencia posterior al anuncio de los resultados definitivos de los comicios.

Las Naciones Unidas, por ejemplo, previeron una cumbre internacional en Kabul para discutir el futuro de país con el nuevo gobierno y la sociedad civil.

Lo mejor que pueden hacer los amigos de Afganistán, si están realmente comprometidos a consolidar el régimen democrático de este país, es tener más paciencia y fortaleza, como hace la mayoría de los afganos en esta etapa tan delicada.

Las elecciones no son un fin en sí mismo sino que forman parte del largo proceso de democratización de Afganistán.

(*Melek Zimmer-Zahine publica una revista del grupo de medios de comunicación Killid, asociado a IPS desde 2004)

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