«Mi familia estaba muriendo de hambre. Me vendieron a gente que me trajo aquí para trabajar», dijo Ah Mun, una niña birmana de 13 años comprada por traficantes internacionales y llevada por tierra a Malasia, pasando por Tailandia.
Ah Mun limpia y empaca pescado y camarones en un mercado de Kuala Lumpur. No tiene documentos que le permitan viajar, y tampoco figura en la plantilla de empleados de su jefe. Además, la embajada birmana en Malasia no la reconoce como ciudadana.
Procedente del norteño estado birmano de Kachin, esta niña que habla en un malasio entrecortado se considera afortunada en comparación con otras, también traficadas, que fueron empujadas a la prostitución.
Ya en territorio malasio, en 2007, fue vendida a otros comerciantes.
Los traficantes habían prometido a sus padres que la niña les enviaría por lo menos 900 dólares al mes, una suma espléndida en Birmania, vendiendo perfume en un famoso complejo comercial de propietarios japoneses.
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"Les mostraron folletos y les dieron dinero, y mis padres accedieron. Ojalá pudiera verlos de nuevo", dijo Ah Mun, con una sonrisa de resignación.
Ella gana 20 ringgits (seis dólares) diarios por un trabajo de 15 horas como limpiadora. Esa suma apenas le alcanza para enviar dinero a su familia.
"Por lo menos aquí tengo alimento, trabajo y algún dinero. En casa no hay nada, y es difícil lograr una comida diaria", dijo.
Cada vez más niñas y niños asiáticos siguen el mismo destino que Ah Mun. Miles son ingresados clandestinamente a Malasia y a otras partes del continente, y obligados a trabajar como mano de obra barata o en el comercio sexual.
En el contexto del tráfico humano internacional, Malasia surge como un punto de tránsito clave, tendencia que hace sonar la alarma entre activistas por los derechos humanos, abogados y agencias como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El tráfico de personas es "considerado uno de los negocios más rentables del mundo actual", según Unicef.
"Se ha vuelto tan lucrativo que puede amasar ganancias de miles de millones de dólares, similares al comercio de drogas ilegales y armas", agrega.
En agosto, esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentó un informe titulado "Child Trafficking in East and South-East Asia: Reversing the Trend" (Tráfico infantil en Asia oriental y sudoriental: Revirtiendo la tendencia), en el que concluyó que este fenómeno es rampante en la región.
El estudio señala que entre las distintas modalidades del tráfico infantil existe "la explotación laboral, la explotación sexual, los matrimonios forzados, actividades criminales, conflictos armados, adopción y mendigar".
Pero lo que se reporta con más frecuencia es la explotación sexual, especialmente la comercial. "Ésta puede constituir o no la mayoría de los casos de tráfico infantil en la región, pero es la que concita más atención", agrega el informe, que se basó en evaluaciones por país realizadas a comienzos de 2008 en China, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Tailandia y Vietnam.
Según expertos en migraciones que siguen de cerca la situación, los traficantes prefieren Malasia debido a que su frontera es extensa, porosa y con poca vigilancia.
Y también porque muchos funcionarios son corruptos, siempre dispuestos a hacer la vista gorda. Además, la presencia de casi cuatro millones de trabajadores migrantes documentados e indocumentados en Malasia sirven de fachada para los traficantes.
Defensores de los derechos de niños y niñas y otros sectores involucrados urgieron a los funcionarios malasios a actuar para erradicar el tráfico infantil.
"Estamos alarmados por esta situación", dijo en entrevista con IPS Irene Fernández, experta en mano de obra migrante y directora de la organización Tenaganita (Fuerza de las Mujeres).
"Los funcionarios, entre ellos los líderes políticos, están ciegos ante la amenaza emergente y el potencial impacto sobre la imagen de Malasia", señaló Fernández, agregando que también son insensibles al tráfico de niños en tanto delito.
Según Tenaganita, la demanda de niños, niñas y mujeres, como mano de obra barata y para el comercio sexual, ha aumentado de modo sostenido a lo largo de los años, y ha empeorado a raíz de la crisis económica mundial que se inició a fines de 2007. "Entre las víctimas hay niños y niñas de incluso nueve años, y mujeres ancianas", dijo Fernández.
La organización no gubernamental expresó temores de que las poderosas redes del tráfico humano también estén atrayendo a niñas y niños pequeños para prostituirlos y usarlos en películas pornográficas.
"Cada vez tenemos más miedo de que los trafiquen como mano de obra infantil o para extraerles sus órganos ilegalmente", dijo Fernández.
Los expertos estiman que 1,2 millones de niños y niñas son traficados anualmente, tanto en países industrializados como en países en desarrollo.
"El tráfico infantil es una seria amenaza en Malasia, pero no hay una colaboración adecuada entre las agencias del gobierno para combatirlo", dijo Hartini Zainudin, médica asesora de Rumah Nur Salam, un refugio para niños carenciados.
En declaraciones formuladas en un foro de medios sobre este tema, Hartini dijo que los funcionarios de los departamentos de inmigración, marina, aduanas y policía no están entrenados para tratar con las pequeñas víctimas.
"Algunos fueron tratados como inmigrantes ilegales de rutina, y deportados. Esta situación debe cambiar. Se debe crear mucha conciencia", agregó.
Aunque en 1995 Malasia firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, hay muchas brechas en su implementación, y la falta de una atención psicológica adecuada para las víctimas es una de ellas, enfatizó.
Según Unicef, Malasia es uno de los cinco países de la región que han aprobado legislación específica sobre el tráfico. Los otros son Filipinas, Indonesia, Laos y Tailandia.
El representante de esta agencia en Malasia, Youssouf Oomar, dijo que las autoridades regionales no cuentan con suficiente personal capacitado para hacer frente a este flagelo.
Para el presidente del Consejo de Abogados Malasios, Ragunath Kesavan, las causas del tráfico infantil son la pobreza, las familias desarticuladas y la falta de oportunidades, y deben abordarse en el ámbito regional.
Esto se suma a la creciente demanda de sexo con niños, dijo a IPS.
Entre las numerosas personas que se benefician de la trata de niños y niñas hay falsificadores de documentos, funcionarios corruptos, trabajadores del transporte, proxenetas e incluso hoteles y restaurantes que son cómplices del delito.
"Para cualquier país es imposible tener éxito de la noche a la mañana en el combate al tráfico infantil, (pero) nuestra fuerza tiene el poder de voluntad y la determinación de derrotar a las redes del tráfico", dijo a los periódicos locales el subjefe de la Policía Nacional, Ismail Omar.
Sin embargo, los críticos sostienen que esa determinación todavía está en el papel y que sólo se logrará avances significativos si esto se traduce en una acción inmediata y urgente.