Un destacado comentarista político de la derecha estadounidense reclamó que Washington retire sus tropas de Afganistán, en lo que se considera el último indicio del creciente desencanto de este país con la guerra en esa nación de Asia central.
El comentarista George F. Will hizo su pedido en la columna titulada "Es hora de que Estados Unidos salga de Afganistán", publicada el martes en el diario The Washington Post.
Will no es el primero que cuestiona el rumbo de la guerra contra el movimiento islamista Talibán y la red extremista Al Qaeda, pero su opinión importa porque se trata de un pilar de los medios de comunicación de derecha en Washington, y su llamado no puede descartarse como el procedente de un izquierdista pacifista.
En los últimos meses el respaldo del público estadounidense a la guerra también se precipitó. Una encuesta celebrada en agosto por el Washington Post y la cadena de televisión ABC News reveló que 51 por ciento de los entrevistados creían que el conflicto no vale la pena.
La opinión de Will se publica cuando el presidente estadounidense Barack Obama parece inclinarse por escalar el esfuerzo bélico.
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El lunes, el general Stanley McChrystal, comandante de las fuerzas de Estados Unidos en Afganistán, presentó una evaluación de la guerra en la cual se solicita una nueva estrategia, según informes de prensa. Se cree que el informe prepararía el escenario para incrementar la cantidad de soldados estadounidenses en ese país, que ya asciende a 68.000.
Will pidió a Washington que "rápidamente revierta la trayectoria de la participación de Estados Unidos en Afganistán" con una reducción considerable del número de efectivos.
En lugar de dedicarse a la llamada "reconstrucción" del país, que Will considera imposible, propone que Estados Unidos se dedique a operar desde afuera del territorio afgano, mediante "el uso de los servicios de inteligencia, misiles crucero, ataques aéreos y pequeñas unidas de fuerzas especiales" contra Al Qaeda y otros grupos.
Estados Unidos invadió Afganistán en octubre de 2001, en una operación inicialmente destinada a castigar a los presuntos responsables del ataque terrorista del 11 de septiembre de ese año contra Nueva York y Washington, miembros de Al Qaeda, albergados en ese país. Meses después puso en fuga al movimiento Talibán, que controlaba el gobierno y buena parte del territorio.
Pero con el paso de los años la guerra se consolidó, con la presencia de Estados Unidos, sumada a una fuerza multinacional de intervención, una contraofensiva del Talibán y la persistencia de acciones de milicias de señores de la guerra.
Hoy el gobierno afgano controla sólo la tercera parte de su territorio, según las cifras que citó Will. El periodista se burló del intento de erradicación del tráfico de opio en Afganistán y lo llamó "operación Sísifo", por la figura de la mitología griega condenada a empujar sin cesar una piedra hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer siempre.
Los neoconservadores y otras voces de la derecha atacaron de inmediato el llamado de Will a retirar las tropas de Afganistán.
"Esa columna se podría haber escrito en japonés a bordo del USS Missouri," escribió Peter Wehner, ex colaborador del gobierno de George W. Bush (2001-2009), en la página web de la revista conservadora Commentary, en referencia a la rendición japonesa que puso fin a la Segunda Guerra Mundial.
Will es un "derrotista" que suena más como (el documentalista de izquierda) Michael Moore que como (el ex canciller) Henry Kissinger", agregó Wehner.
William Kristol, el editor neoconservador del semanario Weekly Standard, acusó a Will de "instar a la retirada y aceptar la derrota".
La columna es "reprobable", según Frederick Kagan, historiador militar del conservador centro de investigación American Enterprise Institute (AEI) y destacado defensor del incremento de la presencia militar estadounidense en Afganistán.
Pero Will no está solo en el cuestionamiento a la escalada de la ofensiva en Afganistán. El viernes, por ejemplo, el senador del gobernante Partido Demócrata Russ Feingold, por el estado de Wisconsin, pidió a Obama que fije un cronograma para el retiro de las fuerzas, en un artículo editorial del diario The Wall Street Journal.
Para los halcones, o defensores de la línea dura, todos los opositores a la guerra son, como Feingold, representantes de un fenómeno casi exclusivamente de izquierda.
"Los conservadores respaldan a un presidente del cual, en general, desconfían porque consideran importante que el país gane la guerra en Afganistán", escribió Kristol en el Weekly Standard en agosto. "En cuanto a la izquierda no quiere que Estados Unidos gane las guerras, ¿no? Están listos" para que Washington "pierda en Afganistán", sostuvo.
El cambio de opinión de Will con respecto a la guerra recuerda que el descontento con el conflicto afgano no se limita a la izquierda.
De hecho, la interpretación limitada que hace Will de la idea del interés nacional de Estados Unidos y su escepticismo acerca de la capacidad para reconstruir países en guerra ha sido más común en la derecha que en la izquierda, al menos hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Cuando Bush era candidato atacó a su rival Al Gore en los debates de la campaña presidencial de 2000 por "utilizar a nuestros soldados como constructores de países".
Luego de los ataques del 11 de septiembre, estos principios de doctrina conservadora en política exterior fueron dejados de lado a medida que el neoconservadurismo, una tendencia intervencionista que exigía a Estados Unidos ejercer "una hegemonía mundial benevolente", adquiría fuerza en la derecha.
Pero la guerra de Iraq, que el gobierno de Bush llegó a justificar como un fomento de la democracia, indudablemente perjudicó mucho la percepción del público y de los círculos de política exterior con respecto a la supuesta reconstrucción de países mediante una intervención armada.
Will, que en un principio apoyó la guerra de Iraq, la describe ahora como "posiblemente el peor desastre de política exterior en la historia" de Estados Unidos.
Si bien poco indica que el neoconservadurismo deje de dominar la doctrina de política exterior del opositor Partido Republicano, cada vez más conservadores cuestionan la guerra en Afganistán.
El profesor de la Universidad de Harvard, Rory Stewart, que se postula como candidato al Parlamento de Gran Bretaña por el opositor Partido Conservador, publicó un artículo en julio en la revista London Review of Books en el cual manifestó su profundo escepticismo sobre la guerra y consideró "imposible" la tarea de reconstrucción nacional en Afganistán.
El presidente de la institución de investigación Council on Foreign Relations, Richard Haass, que fuera colaborador en los gobiernos republicanos de George Bush (1989-1993) y George W. Bush, sugirió recientemente en el diario The New York Times que Afganistán es una "guerra por opción" y no una guerra por necesidad.
Haass recomendó que el gobierno de Obama considere políticas alternativas, entre ellas el retiro total de Afganistán, aunque sin apoyarlas directamente.
Obama deberá tomar decisiones difíciles, presionado por los halcones que exigen más soldados y recursos, y por la caída del respaldo a la guerra del público en general.
Las elecciones presidenciales afganas del 20 de agosto, teñidas por fuertes acusaciones de fraude, no mejoraron la confianza del público. El presidente Hamid Karzai lidera el escrutinio preliminar, pero sin una ventaja suficiente para evitar una segunda vuelta en octubre con su principal rival, Abdulah Abdulah.
No obstante, pocos en Washington creen en la capacidad de esos candidatos para gobernar o convertirse en socios efectivos en la lucha contra el movimiento Talibán, que también opera en el vecino Pakistán.
Altos funcionarios del gobierno pidieron a los descreídos que den a McChrystal entre 12 y 18 meses para implementar su nueva estrategia y lograr avances. Pero como indica la columna de Will, la paciencia de Estados Unidos con esta guerra se estaría acabando.