El creciente escepticismo entre los legisladores del gobernante Partido Demócrata de Estados Unidos sobre la guerra en Afganistán sin duda es uno de los más difíciles desafíos políticos del presidente Barack Obama en su primer año en el cargo.
Mientras los militares presionan por un significativo aumento en el número de tropas para combatir al movimiento islamista afgano Talibán, Obama, quien recientemente calificó el conflicto de "guerra de necesidad", se verá pronto obligado a decidir si cede a esa exigencia, aun a riesgo de alienar a muchos representantes de su propio partido.
Su decisión no la facilitan los entusiastas legisladores del opositor Partido Republicano, quienes definitivamente apoyan las recomendaciones de los militares.
Neoconservadores y otros "halcones" (ala más belicista en Washington) alertan desde hace semanas que cualquier cosa menos que una "victoria" en Afganistán podría tener consecuencias catastróficas para la seguridad nacional estadounidense en ese país y en Pakistán.
"Nosotros estamos convencidos no sólo de que se puede ganar la guerra, sino también de que no tenemos otra opción", escribieron los senadores republicanos John McCain y Lindsey Graham junto al demócrata independiente Joseph Lieberman en la edición del lunes del periódico The Wall Street Journal.
[related_articles]
"Debemos prevalecer en Afganistán", continuaron, insistiendo que impedir una recuperación del Talibán "sigue siendo un claro y vital interés nacional de Estados Unidos".
Su columna fue titulada "Sólo una fuerza decisiva puede prevalecer en Afganistán".
El cada vez más polarizado debate fue reabierto el martes durante una audiencia de reconfirmación del presidente del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, quien opinó ante el Comité de Servicios Armados del Senado que Washington probablemente tendría que enviar más tropas a Afganistán para que la nueva estrategia contrainsurgente, liderada por el general del Ejército, Stanley McChrystal, pueda triunfar.
"Una contrainsurgencia adecuadamente provista de recursos probablemente requiera de más fuerzas y, sin duda, más tiempo y compromiso en la protección del pueblo afgano y el desarrollo de una buena gobernanza", afirmó Mullen, aunque no especificó el número de soldados adicionales que pretendía solicitar.
McCain coincidió de inmediato. "Necesitaremos fuerzas adicionales de combate estadounidenses en Afganistán, al menos el mismo número que tenemos hoy", señaló, arguyendo que, al igual que la estrategia "surge" (embate), por la cual se incrementó el número de uniformados en Iraq, se necesitaban más efectivos para vencer a los insurgentes afganos hasta que las fuerzas de seguridad locales pudieran llevar la carga por sí solas.
Pero el senador Carl Levin, presidente del Comité, sostuvo que Washington y sus aliados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debían mejorar el entrenamiento y aumentar el equipamiento de las fuerzas afganas antes de enviar más soldados occidentales.
Esto "demostraría nuestro compromiso con el éxito de la misión, que es nuestro interés de seguridad nacional, mientras evitamos los riesgos asociados" a una mayor presencia militar, dijo Levin, quien realizó una visita a Afganistán la semana pasada.
"Estos pasos deben ser urgentemente implementados antes de que consideremos un incremento de las tropas estadounidenses en el terreno, más allá de las que ya están previsto sean desplegadas a fines de este año", dijo.
Poco después de asumir, Obama, quien había señalado durante su campaña presidencial que la administración de su predecesor, George W. Bush (2001-2009), había cometido un grave error estratégico al desviar recursos de Afganistán a Iraq después del desalojo del Talibán a fines de 2001, autorizó el despliegue de 17.000 soldados adicionales y 4.000 entrenadores en territorio afgano.
Se espera que ese despliegue sea completado a fines de este mes, llevando el número total de uniformados estadounidenses en Afganistán a unos 68.000, que se suman en las tareas a los 39.000 efectivos de la OTAN.
Sin embargo, el aumento de tropas este año no se ha traducido en más seguridad. De hecho, los ataques contra las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN, así como contra objetivos civiles afganos, se han incrementado desde la pasada primavera boreal. Más de 300 uniformados han sido asesinados en lo que va de este año, el número más alto anual desde que comenzó la guerra en 2001.
Además de las crecientes bajas y la fatiga de la guerra, la notoria corrupción en el gobierno afgano de Hamid Karzai y la propaganda idea de que hubo fraude en las elecciones que permitieron su reelección contribuyeron a un cambio en la opinión pública estadounidense en los últimos meses, y la tendencia parece haberse acelerado en las semanas recientes.
Una encuesta realizada por la cadena de noticias estadounidense CNN concluyó que 57 por ciento del público estadounidense se opone a la guerra, contra 46 por ciento en abril. En otro estudio presentado el martes por el diario The Washington Post y la cadena ABC News, solamente uno de cada cuatro consultados, y menos de uno en cada cinco autodefinidos como demócratas, están a favor del pedido de más tropas hecho por Mullen.
Por otra parte, por primera vez, la proporción de consultados que dijeron creer que ganar en Afganistán era esencial para el éxito de la "guerra contra el terrorismo" cayó por debajo de 50 por ciento.
Destacados legisladores demócratas, que hasta ahora habían evitado cualquier crítica a la guerra, pues Obama la definió como prioridad en su administración, parecen estar siguiendo la opinión del público.
"Creo que no hay mucho apoyo a enviar más soldados a Afganistán ni en el país ni en el Congreso", reconoció la semana pasada la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
La legisladora hizo estas declaraciones tras conocer una encuesta revelando que sólo 13 por ciento de sus colegas demócratas estaban a favor de aumentar la presencia militar en Afganistán.