La próxima cumbre del G-20 no debe olvidar las necesidades de los países más empobrecidos, que fueron severamente afectados por la crisis financiera global nacida en Estados Unidos, exhortaron el Banco Mundial y organizaciones no gubernamentales.
En un informe presentado en Washington, el Banco Mundial señala que la recesión mundial habrá aumentado en 89 millones la cantidad de personas que viven en la absoluta extrema, o con menos de 1,25 dólares diarios, para fines de 2010.
"Mientras el mundo exhibe señales de recuperación, al menos en el mundo rico, los países más desfavorecidos simplemente no tienen el espacio fiscal para implementar políticas" contra la crisis, expresó Sam Worthington, presidente de InterAction, una alianza de organizaciones no gubernamentales internacionales con sede en Estados Unidos.
Asimismo, la crisis puso en riesgo casi 12.000 millones de dólares destinados a satisfacer las necesidades de infraestructura básica y de otra índole de la población mundial más pobre, según el estudio de 24 páginas elaborado por el Banco Mundial para los gobernantes del G-20, que se reunirán el 24 y el 25 de este mes en la nororiental ciudad estadounidense de Pittsburgh.
El G-20 (Grupo de los 20) congrega a Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia, los países más industrializados que a su vez conforman el Grupo de los Ocho (G-8), junto a otros estados emergentes y del Sur en desarrollo como Australia, Brasil, China, Dinamarca, India, Indonesia, México, Sudáfrica y Corea del Sur. Es un ámbito para discutir la arquitectura del sistema financiero internacional.
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"Los pobres y los más vulnerables son quienes corren más riesgo por los reveses económicos. Las familias caen en la pobreza, la situación sanitaria se deteriora, desciende la asistencia a las escuelas, y el avance en otros campos claves se paraliza o retrocede", declaró el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick.
"Puede que los países más pobres no estén bien representados en el G-20, pero no podemos ignorar los costos a largo plazo de la crisis mundial sobre la salud y la educación de sus pueblos", agregó.
Varias organizaciones de la sociedad civil agregaron sus voces a la de Zoellick y destacaron que el G-20 debe cumplir con la promesa que los gobernantes asumieron en la Cumbre de Londres en abril, cuando decidieron proporcionar 50.000 millones de dólares a los países de bajos ingresos para ayudarlos a lidiar con la recesión.
Insisten en que la asistencia que el G-20 apruebe en el futuro para los países en desarrollo debe agregarse a la financiación existente. "Es fundamental que se agregue y no se deduzca de los presupuestos de ayuda vigentes", sostuvo el presidente de Oxfam America, Ray Offenheiser, en una teleconferencia el miércoles.
La semana próxima, los líderes del G-20 analizarán la reforma de los mercados y del sistema financiero mundial, las gestiones para concluir la demorada ronda de negociaciones comerciales de Doha para el próximo año, el proteccionismo de algunas de las grandes economías, y las medidas para revertir el recalentamiento planetario en preparación de la Conferencia de Cambio Climático de diciembre en Copenhague.
Es probable que la cumbre, cuyo anfitrión será el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, también aborde asuntos de política exterior, como las gestiones para resolver el conflicto árabe-israelí, la creciente intensidad de la guerra en Afganistán, y los programas nucleares de Irán y Corea del Norte.
Con un orden del día tan apretado, el Banco Mundial y las organizaciones no gubernamentales temen que las necesidades de los 43 países más pobres del mundo, la mayoría de ellos situados en África subsahariana, no obtengan la atención que requieren. Sudáfrica es el único miembro de esa región que integra el G-20.
El informe del Banco Mundial presentado el miércoles señala que la crisis financiera, que se desató con el colapso de la firma de inversión estadounidense Lehman Brothers hace exactamente un año esta semana, ha sido el último de tres reveses externos que afectaron a los países pobres y sobre los cuales estos no tuvieron control.
A fines del año pasado, la suba de los precios de alimentos llevó a la pobreza absoluta a entre 130 millones y 155 millones de personas en el mundo en desarrollo, según el Banco Mundial.
"Uno de los motivos por el cual la seguridad alimentaria es tan importante es que los precios que aumentaron en 2007 y 2008 no volvieron a bajar. La población de los países en desarrollo paga 30 por ciento más por los alimentos" ahora, señaló Ritu Sharma, presidenta de Women Thrive Worldwide, que trabaja para mejorar la situación de las mujeres pobres.
"Para muchos en los países en desarrollo eso significa que comen menos que antes", agregó. La crisis financiera, que provocó un crecimiento negativo en los países más ricos, redujo la demanda de los minerales, otras materias primas y de las industrias textiles, muy importantes para las economías de los países más pobres.
En Zambia, por ejemplo, el descenso del precio del cobre provocó el desempleo del 25 por ciento de los mineros del país.
La recesión en los países ricos también redujo el volumen de las remesas de dinero que envían los inmigrantes a sus familias en los países de origen y afectó con fuerza al turismo.
En abril, cuando se celebró la cumbre en Londres, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtieron que los países pobres padecían una "emergencia de desarrollo" que haría imposible el cumplimiento de algunos de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio (ODM), como el que mandata reducir la pobreza extrema para 2015, sobre todo en África y Asia meridional.
Para hacerle frente a la crisis, el G-20 accedió a otorgarle 750.000 millones de dólares al FMI. Sin embargo, gran parte de ese dinero se destinó a los países de medianos ingresos.
Al mismo tiempo, dio su apoyo al incremento del crédito de los principales bancos multilaterales de desarrollo, entre ellos el Banco Mundial, en 100.000 millones de dólares anuales a lo largo de tres años.
También respaldó los planes del Banco Mundial de elevar considerablemente los préstamos a los proyectos de infraestructura, las medianas y pequeñas empresas y para mantener las redes de seguridad social.
A pesar de estas medidas, el informe del Banco Mundial indica que los países pobres siguen con fuertes déficit de financiamiento en estos ámbitos, en el orden de 11.600 millones de dólares.
"A menos que se cubran estos faltantes se socavarán las conquistas logradas hasta la fecha en la reducción de la pobreza y en sentar las bases para el desarrollo a largo plazo", concluyó el informe.
"Se necesitará mucho más para lograr avances adicionales en los ODM", que incluyen objetivos como la enseñanza primaria universal y la reducción de la mortalidad infantil y materna para 2015.
En particular, el Banco Mundial exhorta al G-20 a apoyar y reforzar los 20.000 millones de dólares que prometió la cumbre del G-8 en L'Aquila, Italia, para fomentar el desarrollo agrícola en los países más pobres y mejorar los esfuerzos para ampliar los fondos a las pequeñas y medianas empresas con el fin de elevar el empleo.