En América Latina y el Caribe hay 52 millones de hambrientos, seis millones más que en 2008, y ese flanco de la crisis global se convierte en demanda prioritaria para las políticas nacionales y de cooperación, concluyeron los asistentes a la reunión de análisis del SELA finalizada este viernes.
La región "presenta una contradicción, porque cuenta con recursos, tierras, aguas, energía, elementos para sostener una producción amplia y suficiente y, por contraste, tiene zonas con insuficiencias crónicas de alimentos", dijo a IPS el mexicano José Rivera Banuet, secretario permanente del SELA, en un paréntesis del cónclave inaugurado en la víspera en Caracas.
Lo que desde 2008 se ha presentado como un problema financiero "en realidad es una crisis estructural que toca las finanzas, el empleo, la alimentación, el ambiente, el déficit de energía y el cambio climático, pero el aspecto alimentario demanda prioridad porque incide directamente en la vida de la gente", sostuvo el directivo del SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe).
Si uno de cada 10 latinoamericanos se acuesta todas las noches con hambre, en el mundo son ya 1.020 millones de personas, 100 millones más que en 2008, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
La FAO duda que pueda cumplirse el objetivo de reducir en 2015 a 420 millones de personas el número de hambrientos en el planeta, según el objetivo fijado en la Cumbre de la Alimentación de 1996, cuando poco más de 800 millones pasaban hambre.
En la región "se deben comprometer todas las instancias nacionales, incluyendo al sector privado, las entidades gubernamentales, los esquemas de integración y los organismos internacionales en las estrategias para garantizar la seguridad alimentaria y nutricional", dijeron representantes de los 27 estados miembros del SELA en la "Reunión de Consulta y Coordinación sobre el Precio de los Alimentos y la Seguridad Alimentaria en América Latina y el Caribe".
El desafío de estos países "supone incrementar la oferta, aumentar la productividad, incorporar a las poblaciones vulnerables y favorecer el correcto funcionamiento de los mercados agrícolas locales, dando prioridad a las cooperativas y a los pequeños y medianos productores agrícolas", asentaron en sus recomendaciones.
"Hay experiencias que vale la pena revalorizar, como los esfuerzos de Bolivia y Ecuador para rescatar saberes y variedades nativas, conocidas por las comunidades indígenas y campesinas, de alto valor nutritivo y que no han sido capitalizadas por los circuitos comerciales", comentó a IPS el boliviano Diego Montenegro, representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura en el cónclave de Caracas.
La reunión pasó revista al impacto sobre el problema alimentario y la sostenibilidad agrícola del alza mundial de los precios de los alimentos, que en el período 2005-2008 ha sido en promedio de 40 por ciento, según dijo Montenegro.
Las alzas se concentraron en algunos productos: los aceites y grasas subieron 153 por ciento entre 2006 y 2008, los cereales 126 por ciento y los lácteos 88 por ciento.
Un caso llamativo fue el arroz, que aumentó 140 por ciento en apenas cinco meses de 2008 (376 dólares la tonelada en enero y 900 dólares en mayo), mientras que la carne vacuna sólo trepó 28 por ciento entre 2006 y su valor máximo en septiembre de 2008.
"La especulación ha sido uno de los factores que más ha castigado al mercado de alimentos", comentó Rivera, en alusión a los capitales que participaron de las burbujas financieras desde mediados de esta década hasta el año pasado y con sus compras presionaron al alza a los precios de las materias primas.
Rivera propuso, para procurar la estabilización de los mercados vinculados a los alimentos, la formación de sistemas regionales de existencias que eviten fluctuaciones excesivas de los precios, y apoyar iniciativas de los países industrializados para limitar la especulación financiera en los mercados internacionales de productos básicos.
La reunión en el SELA adoptó esa propuesta y pidió fortalecer los demás esquemas, programas y redes de cooperación regional en materia de seguridad alimentaria y desarrollo agrícola, sea de intercambio de insumos, uso de laboratorios, mejoramiento de semillas, desarrollo de variedades resistentes o bien para protección de consumidores pobres y vulnerables.
En particular, destacaron la iniciativa adoptada en febrero de 2009 por los países miembros de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) que integran Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Honduras, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, y Venezuela.
La llamada Alba-alimentos asignó en abril nueve millones de dólares a un proyecto agrícola en Haití, para otros 10 planes en ocho países del área caribeña se asignaron 13 millones de dólares, y un estudio del SELA destacó que la iniciativa hace hincapié "en sectores con carencias, comunidades indígenas y campesinas, y afrodescendientes".
También se valoró la innovación del esquema Petrocaribe mediante el cual Venezuela vende combustible con facilidades de pago a una quincena de países en la región y la creación de un fondo de desarrollo de 50 millones de dólares.
Petrocaribe dispondrá 50 centavos de dólar para proyectos de seguridad alimentaria en la región por cada barril de crudo que se venda por encima de los 100 dólares, pero esa circunstancia no está presente con los actuales valores del llamado "oro negro".
Finalmente, la reunión mencionó como necesario "evitar que la producción de biocombustibles provoque un conflicto con el ambiente, la agricultura y el comercio".
Montenegro dijo que "afortunadamente muchos países interesados en la agrobioenergía han identificado cultivos que son de alto valor energético y no compiten con la producción de alimentos, y otros, consumidores de esos combustibles, como Estados Unidos, han reconocido que competir con la producción de alimentos no es adecuado en una coyuntura como la presente".
Coyuntura que, según Rivera, en América Latina y el Caribe aún no ha registrado el impacto de la crisis económica global con toda su fuerza, por lo que la situación alimentaria puede empeorar en los próximos meses.
Ello a pesar de ser una región que, con menos de 10 por ciento de la población mundial, tiene 15 por ciento de las tierras del planeta utilizadas en agricultura, 33 por ciento de los recursos hídricos renovables, cultiva 30 por ciento del total global de oleaginosas y produce 21 por ciento de la carne de ave y 26 por ciento de la bovina.