Los latinoamericanos «deploramos la conquista en la lengua de los conquistadores», constató el colombiano William Ospina al recibir en Venezuela el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, con su obra «El país de la canela», sobre el descubrimiento y dominación de la región del Amazonas en el siglo XVI.
Ospina recibió el domingo medalla, diploma y 100.000 euros (142.000 dólares) al ganar la 16 edición del premio bienal entregado por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, que comenzó siendo quinquenal en 1967 y han ganado plumas como el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Carlos Fuentes, el argentino Abel Posse y el chileno Roberto Bolaño.
"Ya es tarde para decirle a Cristóbal Colón que no desembarque", apuntó Ospina en una breve entrevista con IPS, "pero, aunque nuestra composición europea es irrenunciable, estamos a tiempo para revisar los honores excesivos rendidos al legado de los europeos y la ocultación que hemos hecho de los indígenas y de los aportes africanos", sentenció.
Ospina, poeta, ensayista y novelista nació hace 55 años en Padua, departamento de Tolima, en el centro-oeste del país. En su obra, ganadora entre 275 de 19 países, muestra "valores literarios, históricos y filosóficos. Su excelencia literaria reside en su sólida estructuración y fluido lenguaje, y su mensaje supera dicotomías como hispanismo e indigenismo", según el jurado.
El mestizaje cultural "siempre fue visto como un trauma. Pero tenemos que ver la riqueza en esa fusión de sangres y culturas. Nos equivocaremos de insistir en rescatar una Arcadia indígena o africana, o si nos creemos que somos europeos", dijo Ospina.
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"El país de la canela", segunda novela de una trilogía sobre viajes al Amazonas en el siglo XVI, fue precedida por "Ursúa" y le seguirá "La serpiente sin ojos", dentro de aproximadamente dos años.
La saga se inspiró en el poema histórico de Juan de Castellanos (1522-1607) "Elegías de varones ilustres de Indias", quizá el más largo del idioma, pues cuenta con 113.600 versos endecasílabos, y que para Ospina fue su particular descubrimiento de América y a cuyo estudio ha dedicado los últimos 20 años.
Castellanos fue un soldado, sacerdote, cronista y poeta nacido en Alanís (España), que viajó y vivió en las actuales Venezuela y Colombia desde 1539, y fue párroco de la catedral de Tunja desde 1568 hasta su muerte en esa ciudad colombiana capital del departamento de Boyacá.
"Yo abría el libro de Castellanos y no encontraba palabras sino tigres, naufragios, barcos, tempestades, flechas hechas con varas de palma que tenían puntas de dientes de tiburón o puyas de rayas, o un caimán que no sólo atacó la canoa sino que dejó sus dientes clavados, en fin, hechos y descripciones con esa vivacidad", relató Ospina.
A finales de la pasada década escribió un ensayo sobre Castellanos, "Las auroras de sangre", pero "cuando creía que ya había ajustado mis deudas con el siglo XVI me sentía todavía lleno de selvas y tempestades, de caimanes y anacondas, y me decidí a escribir un relato que, por su extensión, se ha dividido en tres novelas", dijo el laureado.
En "Ursúa" (por Pedro de Ursúa, 1526-1561, expedicionario a los ríos Marañón y Amazonas, asesinado y reemplazado por el rebelde Lope de Aguirre), escrita en primera persona, un supuesto mestizo es narrador anónimo de la memoria del conquistador.
En "El país de la canela" el narrador es un tal Cristóbal de Aguilar que se revela como cercano colaborador del conquistador Francisco Pizarro y cuenta una expedición al Amazonas para buscar un mítico país con gigantescos bosques que contendrían sólo el árbol de la canela, una especia cotizada en esa época a precios de oro.
Ospina trata las atrocidades cometidas durante la conquista, pero al recibir el premio sostuvo que "los latinoamericanos no podemos ver aquella historia sólo como un crimen".
El escritor recordó que en 1992 España imprimió billetes de 1.000 pesetas con las efigies de Pizarro, conquistador de Perú, y de Hernán Cortés, de México, "como si en un envanecimiento bélico sólo quisiera rendir culto a sus guerreros, pero no a sus poetas".
"Si hubo Pizarros y Corteses, Alfíngeres (por Ambrosio Alfínger, uno de los conquistadores de Venezuela) y Belalcázares (por Sebastián de Belalcázar, un conquistador del sur de Colombia y Ecuador), después vinieron algunos hombres llenos de respeto que contaron su asombro y nos ayudaron a encontrar la síntesis", dijo Ospina.
En su opinión, la factura ya le fue cobrada al imperio español hace 200 años, con el proceso de independencia. "Si aún tuviéramos mucho que cobrarle a España y a Europa, eso significaría que no reconocemos la grandeza de nuestros libertadores", dijo.
Por lo demás, "quedan pocos indígenas, pero también pocos europeos, en esta América Latina donde la mayoría somos mestizos", producto en parte del aporte africano, "el más musical de nuestros componentes".
La lengua "tampoco es ya la de los conquistadores", pues "ha forjado aquí una de sus más bellas músicas" y "nadie puede negar, ni siquiera en España, que nunca sonó tan dulce esta lengua como en los labios de ese indio nicaragüense llamado Rubén Darío".
Ospina, hombre de izquierdas, que apoya al opositor Polo Democrático Alternativo de su país, es considerado un simpatizante del presidente venezolano Hugo Chávez. "Comparto la responsabilidad política y social de los intelectuales, de los escritores, pero no deben llenar sus obras de ideología", aseveró.
Para esta 16 edición de premio Rómulo Gallegos, bautizado en homenaje al caraqueño autor de "Doña Bárbara" (1884-1969), varios escritores venezolanos solicitaron expresamente a sus editoriales retirar las obras del concurso, por considerar que el jurado y sus análisis mantenían un sesgo favorable hacia firmas de izquierda.
El jurado se integró con los venezolanos Enrique Hernández y Humberto Mata, la argentina Graciela Maturo, el cubano Miguel Barnet y la mexicana Elena Poniatowska, ganadora de la edición anterior (2007) con "El tren pasa primero".
"William Ospina es merecedor del premio por los innegables atributos literarios de su obra", comentó a IPS el crítico venezolano Antonio López. "Una lectura complementaria, sin embargo, lo ubica como simpatizante del llamado proceso bolivariano, por lo que el jurado logró fundir calidad literaria y compromiso político".