ISRAEL-PALESTINA: Obama conduce el tren de paz

Aún no es oficial, pero lo será pronto: en las próximas seis semanas, palestinos e israelíes estarán frente a frente en una mesa de negociaciones.

Esa es la conclusión de la reunión que mantuvieron el miércoles en Londres el enviado especial del presidente estadounidense Barack Obama a Medio Oriente, George Mitchell, y el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Mitchell tiene previsto ir a Jerusalén para concluir un acuerdo que congelaría la construcción de colonias judías y reactivaría las negociaciones de paz.

Sin embargo, los palestinos se muestran escépticos.

Sí, aceptamos una reunión entre Netanyahu y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, pero eso no constituye el comienzo de conversaciones formales, es la posición oficial palestina.
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"¿Qué es exactamente lo que vamos a negociar?", preguntó mordazmente en Radio Israel el prominente funcionario palestino Sufian Abu Zaida. "Ustedes los israelíes han establecido todas las condiciones y se niegan a tratar los temas sustanciales".

Analistas palestinos son todavía más escépticos sobre las perspectivas de conversaciones de paz.

"Es bueno tener esperanza, pero es mucho mejor ser realista. Temo que gran parte de las conversaciones sobre ‘arrancar en segunda’ el proceso de paz quedarán en la nada por confiar en las mismas antiguas técnicas y enfoques que han sido probados varias veces y siempre fracasaron", dijo el analista Rami Khoury, experto en Medio Oriente.

"La determinación del gobierno de Obama de presionar por una paz árabe-israelí no irá a ningún lado si las iniciativas y gestos de todas las partes involucradas siguen danzando en torno a los temas centrales del conflicto en vez de atacarlos directamente", señaló Khoury.

Por el contrario, el primer ministro israelí parece más entusiasta.

Netanyahu ha estado bajo dura presión por su renuencia a considerar cualquier congelamiento de la construcción de asentamientos. No obstante, parece estar preparado para afrontar la tormenta, especialmente después de haber resistido con bastante éxito la insistencia de Washington.

De hecho, según tanto fuentes israelíes como estadounidenses, el acuerdo en marcha no incluiría ningún compromiso a no construir en Jerusalén oriental, y el cese temporal en el avance de las colonias en Cisjordania (que sería de a lo sumo nueve meses) excluiría a 2.500 viviendas que ya están siendo edificadas.

Los funcionarios de Netanyahu destacan como un "éxito" la disposición estadounidense a vincular la "concesión" de Israel sobre los asentamientos con un más resuelto esfuerzo de Occidente, liderado por Washington, para frenar el plan de desarrollo nuclear de Irán.

Este optimismo de parte del líder israelí exacerbó los temores palestinos y árabes en general de que, cuando comiencen las negociaciones, sea Israel el que conduzca el proceso, no Estados Unidos.

Un portavoz palestino que prefirió mantener el anonimato señaló: "Sólo espero que esto no sea una repetición de la debacle de Camp David", el infructuoso intento en 2000 del presidente estadounidense Bill Clinton (1993-2001) para que palestinos e israelíes firmaran un acuerdo.

En aquel momento, los palestinos acusaron a Clinton de haber permitido al entonces primer ministro israelí Ehud Barak (1999-2001) de haber afectado las negociaciones.

Pero, ¿efectivamente son los israelíes quienes controlan a Washington, como han dicho desde hace tiempo los palestinos, especialmente durante el gobierno del presidente George W. Bush (2001-2009)?

Hay algunas similitudes con las anteriores iniciativas de paz lideradas por Estados Unidos, pero el actual esfuerzo mantiene la esperanza realista de que, esta vez, las gestiones tengan resultados diferentes y más acordes no sólo a las necesidades de seguridad israelíes, sino también a las necesidades nacionales palestinas:

Seguramente, un compromiso israelí a detener los asentamientos será inferior al que demandaba Obama originalmente. Pero sería la primera vez que Washington logra promover conversaciones de paz absolutamente condicionales a un cambio en la sumamente simbólica política israelí de ocupación, y lo que es más, de parte del gobierno más ultranacionalista que haya tenido Israel.

Aun cuando Netanyahu insiste en que la soberanía israelí sobre toda Jerusalén no puede ser comprometida, lo que su gobierno hace en la parte ocupada de la ciudad está siendo puesto en tela de juicio como nunca antes.

Ante la presión de Obama, Netanyahu ya avaló, aunque a regañadientes, la idea de que la "solución de los dos estados" (uno israelí y otro palestino coexistiendo pacíficamente) es el único camino para alcanzar una paz justa. Y la condena estadounidense a la ocupación no se ha disipado con los meses, como ocurría por lo general con las pasadas administraciones en Washington.

En segundo lugar, a la preocupación por la seguridad de la población palestina se le ha dado igual estatus que a la seguridad israelí.

Además, Estados Unidos no está para nada interesado en medidas para generar confianza o tratar cuestiones como qué parte debe cumplir primero sus obligaciones antes de que comiencen negociaciones serias.

Washington está comprometido, como insisten los palestinos, con que las conversaciones aborden de inmediato temas centrales como fronteras, refugiados y el estatus de Jerusalén. Es improbable que el gobierno de Obama ceda ante la demanda de Netanyahu de tratar estas cuestiones sólo después de que los palestinos reconozcan al Estado judío.

Pero lo más significativo es que el enfoque de Obama es completo. Es el primer presidente estadounidense que abraza la iniciativa de paz de la Liga Árabe de 2002, reconociendo que la coexistencia pacífica de palestinos e israelíes es el fundamento para la paz regional. Camp David fracasó también por la resistencia del mundo árabe a respaldar un plan de paz palestino-israelí separado de la región.

Lo que es aun más estimulante es la falta de fanfarrias en torno la iniciativa de Obama. Sus posibilidades pueden ser mayores si el presidente guarda su retórica.

Estados Unidos ahora tiene la responsabilidad de demostrar que puede traducir esto en dividendos prácticos.

Aun en esta etapa temprana, hay menos razones para el pesimismo palestino como para un excesivo optimismo israelí.

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