CAMBIO CLIMÁTICO-COLOMBIA: Diálogos preventivos

Agencias de las Naciones Unidas y entidades del gobierno de Colombia iniciaron esta semana una serie de diálogos nacionales para actuar en la prevención de daños que este país afrontará en las próximas décadas por cuenta del cambio climático.

"Esperamos que la participación de las agencias de Naciones Unidas nos permitan encontrar mecanismos de prevención ante las eventualidades naturales", dijo a IPS el indígena Manuel Antonio Monpotes, del sudoccidental departamento del Cauca, al término del encuentro "Lucha contra la pobreza y adaptación al cambio climático", organizado el lunes en Bogotá.

Monpotes habita en el Macizo Colombiano, una zona donde la cordillera de los Andes se trifurca y nacen cursos de agua cruciales, como el río Magdalena, que atraviesa el país hacia el norte para desembocar en el océano Atlántico.

En forma paralela corre el río Cauca, mientras al océano Pacífico llega el Patía y los ríos Putumayo y Caquetá avanzan hacia el Amazonas.

El Macizo es un conjunto de montañas y páramos repartidos entre los departamentos de Cauca, Huila y Nariño. Está habitado por comunidades negras e indígenas ancestrales, periódicamente amenazadas por el avance de colonos y luego por los actores del viejo conflicto interno colombiano, que lleva casi medio siglo.
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En los últimos años, se sumaron también las alteraciones climáticas: precipitaciones que desbordan ríos y arrasan poblados, ahogando cultivos y obligando al desplazamiento de cientos de personas.

En 2008, casi 1,9 millones de personas en todo el país fueron afectadas por inundaciones, avalanchas, deslizamientos, colapsos, tormentas eléctricas y vendavales, 256 de ellas murieron, 506 resultaron heridas y 46 permanecen desaparecidas, según datos oficiales.

"Colombia es una de las regiones con más riesgos frente al cambio climático", aseguró en el encuentro Ricardo Lozano, director del estatal Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM).

"En Latinoamérica se han incrementando la intensidad y la presencia de eventos extremos, y en Colombia, por estar ubicada en una zona de influencia directa del calentamiento de las aguas del Pacífico, el impacto es mucho más fuerte que en cualquier otro país de la región", agregó Lozano.

La ubicación geográfica y los riesgos que ésta entraña obligan a Colombia a avanzar de manera acelerada en la reducción de su vulnerabilidad, opinó el director del Ideam.

"Prevenimos a través de información de satélite que monitorea la periodicidad y el aumento en la intensidad de los fenómenos", dijo Lozano. "Las variaciones, según las condiciones, y los resultados obtenidos, facilitan a los ministerios los planes de contingencia, según el riesgo y la vulnerabilidad", explicó.

Hacia los ministerios y el Congreso legislativo se dirigen la mayoría de las quejas ambientales y de uso del territorio de organizaciones no gubernamentales y ecologistas.

Entre las denuncias recurrentes de la última década se incluyen críticas al Código de Minas, que favorece la privatización de fuentes superficiales y subterráneas de agua.

Ante una pregunta de IPS, Lozano sostuvo que "no es tan cierto" el discutido divorcio entre el cuerpo institucional y legal y las políticas ambientales que se necesita aplicar para adaptarse al cambio climático.

"La gente mezcla licencias ambientales con oferta hídrica", aseguró. Hay un sistema nacional ambiental cuya política rige el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, con participación de corporaciones autónomas, institutos de investigación, universidades y organizaciones no gubernamentales, describió.

"Le apostamos a la participación comunitaria que desde lo local, hasta lo nacional, buscando el fortalecimiento y la organización. (Las comunidades) lo están haciendo ante medidas fundamentales, como el abastecimiento de agua", ejemplificó.

Al encuentro del lunes le siguieron el martes y el miércoles el "Diálogo nacional interministerial sobre cambio climático con énfasis en el sector agrícola".

La intención es fortalecer o poner en marcha trabajos con participación de las comunidades. En ese terreno, Lozano destacó logros en el Macizo Colombiano y en el Parque Natural Chingaza, que surte de agua a Bogotá y a buena parte del central departamento de Cundinamarca.

"Hay que ver el compromiso de las comunidades", enfatizó.

Su opinión fue compartida por la politóloga Carolina Figueroa, quien tras graduarse con una tesis sobre energía limpia, adelanta ahora una investigación sobre la situación de los páramos colombianos y el cambio climático, para la que cuenta con respaldo de organizaciones no gubernamentales internacionales.

Los páramos son ecosistemas montañosos no arbolados, situados entre los 3.000 y los 4.500 metros de altura. Tienen una diversidad única de especies vegetales y animales y son una importante fuente de agua dulce.

"El páramo funciona como una esponja que capta el agua de lluvia, la filtra y la suelta" hacia otros paisajes, según el Mapa de los Ecosistemas de los Andes del Norte y Centro, publicado este año. En sus cimas hay restos de glaciares y lagunas que alimentan manantiales y arroyos.

"El empoderamiento de las comunidades en muchas partes es evidente y da gusto. Y en este momento no se intervienen los páramos, pero ante las muchas solicitudes, especialmente internacionales, hay una amenaza latente y permanente", dijo Figueroa a IPS.

Las solicitudes para explotar recursos en los páramos colombianos se dirigen especialmente a la explotación minera y a la extracción y comercialización de agua, sobre las cuales el gobierno aún no se ha pronunciado.

En este país, los impactos más severos del cambio climático derivarían de un aumento promedio de la temperatura de dos grados, y se sentirían sobre todo a lo largo de la región andina y en la norteña costa Caribe.

Las proyecciones indican que Colombia podría sufrir una reducción de 30 por ciento de las precipitaciones, especialmente en la región andina, aumentando el déficit hídrico en las cuencas que abastecen los acueductos, el riego y los embalses de centrales hidroeléctricas, y dañando bienes y servicios ambientales de todos los ecosistemas.

Uno de los peligros es que los cambios en la naturaleza agraven la situación de pobreza y, en general, comprometan el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, asumidos como compromiso en 2000 por los países de todo el mundo como plataforma para erradicar la miseria y la desigualdad.

Para Manuel Monpotes es importante que el proceso iniciado dé frutos. Hoy se encuentra en la etapa de reconocimiento de vulnerabilidades, capacidades políticas, organizativas y administrativas.

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