El mexicano Federico Martínez nació en tierra de ciclones. De niño vio al viento arrancar árboles y hacer rodar casas de madera «como cajas de zapatos». De adulto desarrolló una vivienda que soporta vientos de 300 kilómetros por hora e inundaciones de tres metros de altura.
La casa creada por este ingeniero del Instituto Politécnico Nacional (IPN) es una respuesta a la recomendación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a que los países desarrollen viviendas que soporten fenómenos meteorológicos severos.
El cuarto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, dependiente de la ONU, advierte sobre el incremento de ciclones y huracanes debido al aumento de la temperatura planetaria, así como de que el nivel del mar se elevará hasta un metro de altura antes de que termine el siglo.
Martínez desarrolló esta tecnología en su empresa, Ingeniería Creativa en Acero (Creacero), con el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y del IPN.
«Hice varios diseños para construir casas a prueba de ciclones y, durante años, en cada ciclón que había, iba a ver cómo las afectaba», recordó.
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Él creció en ciudad Madero, en el oriental estado de Tamaulipas, recostado sobre el golfo de México. En más de una ocasión vio cómo, tras los ciclones, personas y animales morían al pisar cables de electricidad y otros desparecían arrastrados por las corrientes de las inundaciones.
Su preocupación se transformó en una respuesta a este fenómeno. Desde fines de julio, los visitantes del Centro de Difusión de Ciencia y Tecnología (Cedicyt) del IPN, en la ciudad de México, pueden observar dos prototipos de casa y uno de aula-refugio, construidos por Martínez.
Su apariencia no dista de cualquier oficina pintada de blanco y violeta. Pero son construcciones resistentes a huracanes de grado cinco, el máximo en la escala de Saffir-Simpson que mide la intensidad de los vientos.
La casa «es una caja de acero recubierta de concreto (hormigón armado)», señaló Martínez para este artículo.
Las casas son prefabricadas y miden 42 metros cuadrados. Cuentan con dos dormitorios, salón comedor, baño y cocina. También tienen una cúpula, y «ventilas», pequeñas ventanas, en las partes inferior y superior de las paredes.
Las ventilas conforman «un sistema de convección del aire; el aire caliente se va hacia arriba y en este caso, las ventilas de la parte superior son para dejarlo salir, y las de abajo para reponerlo», explicó Martínez. Son de vidrio y llevan una protección de malla, para evitar daños a los habitantes en caso de roturas.
Las casas están pensadas para ser construidas en zonas costeras. México tiene 15 estados con costa. «Son muy calurosos, y vulnerables al efecto de los huracanes y los ciclones», dijo a esta reportera el coordinador del Programa de Cambio Climático y Sustentabilidad del IPN, Víctor Manuel López.
En total, «cinco por ciento del territorio nacional, casi dos millones de kilómetros, tienen costa, y todo lo que está ahí, tanto personas como infraestructura, es vulnerable a huracanes, a inundaciones y al aumento del nivel del mar», agregó.
En el sudoriental estado de Quintana Roo «hay comunidades de pescadores que ya piden que se les haga un malecón de ocho kilómetros y que se les reubique; algunos testigos dicen que el nivel del mar estaba en un lugar y que ahora está en otro», dijo.
A fin de sortear las inundaciones, una de las casas desarrolladas por Martínez, está montada sobre pilares de 2,80 metros de altura.
«Las inundaciones pasan por debajo de la casa sin hacerle daño, a menos que el agua suba más de tres metros, que ya son casos muy especiales», explica el ingeniero.
Mientras no llega el agua, la zona inferior de la vivienda elevada puede ser utilizada como cochera, área de reuniones y de descanso. Pero debe permanecer libre de muros.
La casa de una sola planta tiene un costo aproximado de 32.000 dólares, y la elevada es de 64.000, considerando valores de una construcción artesanal. Pero los precios se reducirán dos terceras partes una vez que el proceso se industrialice. También disminuirá el tiempo de fabricación.
Construir los prototipos en el Cedicyt insumió ocho meses. «Teniendo la producción industrializada nuestra capacidad se va a cinco minutos para fabricar el perfil de acero y la lámina para una casa», aseguró a esta periodista Herón Colín Suárez, director administrativo de Creacero, la empresa de Martínez.
La prefabricación «permitirá que sea construida en tiempo muy corto, y en cualquier parte, incluso donde no se tenga energía eléctrica, porque se puede atornillar. Imagínese que tendrá un instructivo de cómo instalarla, habrá piezas para que su construcción sea muy rápida y no sea necesario usar mano de obra especializada», explicó.
Creacero está en busca de aportes financieros para montar una fábrica. Se requiere fabricar dos máquinas, tener un montacargas y personal capacitado. La inversión necesaria es de 2,5 millones de dólares.
Además de viviendas, esa fábrica podría producir materiales para construir aulas, hospitales y cualquier tipo de edificio. Un ejemplo es el tercer prototipo instalado en el Cedicyt, un aula-refugio de seis metros por 15, destinada a clases, pero también a lugar para que la gente se resguarde cuando lleguen los vientos de los huracanes.
Los prototipos, que están pensados para soportar ciclones, también pueden resistir otros fenómenos extremos, como tornados, avalanchas y sismos, de acuerdo con el ingeniero.
López sostuvo que en Japón también se han desarrollado casas resistentes a huracanes e inundaciones, construidas en Bangladesh.
La ventaja de un modelo mexicano elimina el importante costo de importar la tecnología, destacó.
México podría sufrir pérdidas económicas de hasta 1.700 millones de dólares por daños en sus costas del Atlántico y el Pacífico en la actual temporada de huracanes, alertaron las empresas aseguradoras en un seminario realizado a principios de este año.
Según el Servicio Meteorológico Nacional, para este año las costas de México podrían verse afectadas por 24 ciclones.
«El gobierno ya tiene muy afinados los procedimientos de albergues donde hay servicios y la gente se concentra», pero «estas soluciones están pensadas para las grandes poblaciones y no para poblaciones rurales», señaló López.
El valor de las casas del IPN y Creacero radica en que están pensadas para ser construidas fácilmente en zonas rurales.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 29 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.