Un particular vecindario de la comuna chilena de Maipú, unido contra la dictadura en los años 70 y 80 y hoy contra el cambio climático, da vida al primer proyecto de «ecobarrio» en este país.
«Un ecobarrio es un lugar donde la gente se organiza voluntariamente para rearticular la relación humana y apropiarse del espacio público, a fin de mejorar el ambiente y la calidad de vida», definió Luis Márquez, presidente del Centro Cultural, Social y del Medio Ambiente Ceibo de la Villa Cuatro Álamos de Maipú.
La comuna de Maipú, segunda más poblada de Chile, está en el occidente de Santiago. En 2003, la Villa Cuatro Álamos inició un proceso de transformación ecológica que, tres años después, cuando una estudiante de paisajismo se acercó a la comunidad para realizar su tesis de graduación, tomó la forma de un ecobarrio.
«Estamos en proceso de crear el primer ecobarrio de Chile», señaló Márquez a esta reportera. El proyecto está en constante evolución y toma como referencia algunas experiencias europeas.
La villa fue construida en 1971 por el gobierno de Salvador Allende (1970-1973) como parte de un proyecto urbanístico para la clase obrera a implementarse por etapas.
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Pero el golpe de Estado de 1973, que derivó en una dictadura de 17 años, truncó los planes de esta barriada que ocupa 10 hectáreas y donde viven 3.500 personas. Son 28 bloques que suman 808 apartamentos de más de 50 metros cuadrados.
En los años 70 y 80, la comunidad se destacó por su activa resistencia al régimen militar, pero la unidad se fue perdiendo tras el retorno de la democracia en 1990.
En 2003, la alcaldía decidió talar un parque aledaño de 120 árboles para construir un colegio. Las protestas de los vecinos salvaron sólo un ejemplar de ceibo (Erythrina crista-galli).
En 2004 los defensores del parque fundaron el Centro Ceibo y en 2005 se adjudicaron un proyecto del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) para levantar un Centro Demostrativo de Energías Renovables y Educación Ecológica. Desde ese momento aspiraron con éxito a fondos gubernamentales y comunales para materializar el proyecto de ecobarrio.
Hoy el Centro Demostrativo tiene un invernadero y un huerto orgánico, además de un biorreactor que produce abono orgánico en 20 días, al que después transforman en humus, introduciéndole lombrices californianas.
Con esos fertilizantes, desde 2005 plantaron más de 500 ejemplares. Crearon un jardín botánico con árboles y arbustos nativos, una plaza con especies frutales y una huerta de plantas medicinales.
Entre los niños y niñas de la población forman «ecolíderes» integrales y «ecoartistas» y en los próximos meses iniciarán un proyecto piloto para reciclar el agua de vertidos de lavaplatos, lavamanos y tinas de baños y otro de separación de residuos sólidos.
La gente de Cuatro Álamos quiere instalar paneles fotovoltaicos en la iluminación pública y levantar un anfiteatro.
El Ceibo y la Junta de Vecinos de Cuatro Álamos trabajan con otras organizaciones, como la Unión de Mujeres de Maipú, que teje bolsos y manteles con bolsas plásticas, y con una agrupación indígena mapuche. También han sido premiados por empresas.
Pero la transformación ecológica de la villa no ha sido fácil, reconocen. El trabajo voluntario desgasta, se nota la falta de conocimiento técnico y los recursos son limitados para tantas ideas.
Algunos vecinos se opusieron a transformar espacios que antes ocupaban para estacionar, lavar o reparar automóviles.
La participación ciudadana se da en distintos niveles, explicó Márquez. Algunos colaboran directamente, otros sólo asisten a las votaciones. Pero la mayoría contribuye al reciclaje, aseguró.
Los vecinos consultados coincidieron en que el proyecto no sólo ha ayudado a limpiar y embellecer el entorno, sino a mejorar la convivencia y a disminuir problemas como el narcotráfico.
A partir de la experiencia de Cuatro Álamos, y de otras dos poblaciones —Valle Verde y Esperanza—, este año el municipio de Maipú elaboró una política y un plan de acción para contar con cinco ecobarrios hacia 2012, explicó el alcalde Alberto Undurraga.
La iniciativa es parte de los Planes de Desarrollo Barrial que el municipio elabora para recoger demandas ciudadanas y enfocar mejor los recursos y esfuerzos comunales, aseguró.
Las villas Valle Verde y Esperanza participan en el Programa Quiero Mi Barrio, impulsado por la presidenta Michelle Bachelet.
Alejandra Vio, secretaria ejecutiva de este plan de recuperación de 200 barrios vulnerables, explicó a esta periodista que «la dimensión ambiental está presente en todos los proyectos desarrollados», pero aún no es posible hablar de ecobarrios.
Apenas se está trabajando en «la revalorización del concepto de comunidad e identidad barrial y en la rearticulación del tejido social», sostuvo.
Pero la «incipiente preocupación vecinal por el entorno» ya se traduce en «iniciativas verdes» con objetivos económicos, como la instalación de colectores solares para ahorrar gas, dijo.
El Ceibo asesora estrechamente a otro vecindario de Maipú, la Villa Serviu, que el municipio también estudia convertir en ecobarrio. Allí viven 252 familias pobres en departamentos de 39 metros cuadrados construidos en 1985.
Desde 2006 la Junta de Vecinos ha intentado obtener fondos de proyectos para terminar con los graves problemas provocados por un cerro de pomacita —arenilla natural que contiene metales muy tóxicos, como plomo, arsénico, cromo y cadmio— que se yergue como un muro frente a sus viviendas.
Sin considerar los daños sanitarios que causa la exposición a esas sustancias, la empresa constructora del vecindario cortó el cerro a la mitad sin colocarle ninguna cobertura.
El polvo que se desprende del cerro genera afecciones estomacales, respiratorias y dérmicas y sume las viviendas en suciedad constante. Por eso los vecinos se abocaron a producir compost y humus para cubrirlo de vegetación.
«Con la cobertura vegetal el polvo ha disminuido entre 70 y 75 por ciento», aseguró la presidenta de la Junta de Vecinos, Vitelia Musrri, a quien le gustaría seguir el ejemplo de Cuatro Álamos, para lo que «necesitaríamos el doble del apoyo que recibimos», apuntó.
Tienen huertos orgánicos medicinales, han plantado frutales, separan residuos sólidos y reutilizan los plásticos.
Desde este mes, una escuela gratuita del Centro Ceibo fomentará la creación de otros ecobarrios en el país, con apoyo del Fondo de Protección Ambiental de la gubernamental Comisión Nacional del Medio Ambiente.
Se necesita una ley de fomento de ecobarrios y una asociación estratégica con las universidades, propuso Márquez.
«El ecobarrio es una utopía. Algunos nos dicen que las utopías nunca se concretan. Nosotros creemos que se puede, pero hay que trabajar mucho para ello», reflexionó.
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Publicado originalmente el 15 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.