La «yaloriyá» Gilda murió de infarto fulminante en 1999, después de que miembros de una iglesia neopentecostal invadieron su templo y le pegaron con una Biblia en la cabeza. Es la imagen más cruda y sintética de la intolerancia religiosa que crece en Brasil y que acaba de ser denunciada ante la ONU.
Este sectarismo se expresa especialmente contra las religiones de origen africano, como el caso de la sacerdotisa del candomblé Gilda, según el informe que la Comisión de Combate a la Intolerancia Religiosa (CCIR) entregó esta semana a Martin Uhomoibai, presidente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
Pero también se manifiesta contra otros cultos como el judío, el católico, espiritista y el musulmán.
El documento presentado por una comisión multisectorial y de distintos credos, que relata 15 casos atendidos por la CCIR en cuatro estados brasileños, acusa de las agresiones, persecución y de la propagación de la intolerancia religiosa a las iglesias neopentecostales, especialmente la Iglesia Universal del Reino de Dios.
En el discurso de captación de fieles de esas iglesias, que se basan en la "satanización" de las religiones afrobrasileñas, también "los judíos se convirtieron en los "asesinos de Cristo", católicos en "idólatras de demonios", protestantes históricos son acusados de "falsos cristianos" y musulmanes tildados de "demoníacos'" por seguir a Mahoma y no a Jesús", ilustra el documento.
La comisión se creó hace poco más de un año y está formada por 18 instituciones religiosas y defensoras de derechos humanos, como la Federación Israelita de Río de Janeiro, la Congregación Espírita y de Umbandistas de Brasil y otras vinculadas a las religiones protestante, católica, musulmana, del candomblé, budista y grupos gitanos e indígenas.
La CCIR surgió de "la necesidad cada vez más urgente de defensa de los religiosos de matriz africana, frente a los procesos de aniquilamiento y demonización de sus prácticas religiosas", explica el documento entregado a la ONU.
El objetivo es que la ONU designe un investigador para comprobar las denuncias in situ y también que el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva acelere su "Plan Nacional de Combate a la Intolerancia Religiosa", para enfrentar lo que llaman "un estado de dictadura religiosa".
El gobierno brasileño lanzará un plan al respecto a comienzos del año próximo.
Ivanir dos Santos, presidente de la comisión y del Centro de Poblaciones Marginadas, explicó a IPS que esas iglesias tienen un proyecto de poder político, no sólo en Brasil sino en el resto de América Latina, donde se han expandido.
Santos señala que esos grupos expresan lo que el obispo Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios, dijo en su libro "Los cristianos y la política" y es que el objetivo es participar de las elecciones y "hacer un estado teocrático"
Se trata, dice Santos, de un grupo con mucho poder, con cargos en el parlamento y en el propio gobierno, con alianzas partidarias a todo nivel en lo nacional, provincial y federal.
Según la CCIR, las formas de intolerancia religiosa van desde invasiones y destrucción de templos, pasando por la discriminación de niños en las escuelas y hasta agresiones físicas.
Entre otros mencionan a la Iglesia Renacer en Cristo, que según la denuncia "incita a la invasión y depredación de templos espiritistas, como ocurrió en un barrio de Río de Janeiro, en junio de 2008, con la destrucción de todos los objetos litúrgicos y agresiones a los fieles del Centro Espírita Cruz de Oxalá.
"El fascismo y el nazismo comenzó así, demonizando a unos y otros", alertó el presidente de la comisión.
Encuestas indican que 73 por ciento de los casi 190 millones de brasileños se declaran católicos, pero los grupos neopentecostales han ido ganando espacio vertiginosamente. En los últimos 60 años pasaron de congregar a 2,5 por ciento de la población a 15,4 por ciento en 2000, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Pero podría llegar a 30 por ciento, a saber por los cálculos de los propios evangélicos.
IBGE también apunta que apenas 1,3 por ciento de los brasileños declaran que practican algún culto de origen africano.
Pero Yaciara Ribeiro, hija de Gilda y seguidora de una corriente del candomblé más ortodoxa, sostuvo que hay mucho más practicantes de esas religiones.
"No todo el mundo puede asumir que es del candomblé. Mucha gente es católica el domingo, pero el lunes esta en el terreiro (lugar donde se practica el culto", dijo Ribeiro a IPS.
Ribeiro, ahora también "yaloriyá" del centro de candomblé de su madre en Salvador de Bahia, se ha convertido en una referencia en la lucha contra el prejuicio religioso, que lo sufre cotidianamente pese a que en ese estado del nordeste del país su religión es preponderante.
El día del combate contra la intolerancia religiosa fue instaurado por el presidente Lula el 21 de enero, en homenaje a Gilda.
En Salvador y sus alrededores están registrados oficialmente unos 1.500 terreiros o templos de candomblé, pero se estima que hay unos 5.000.
"El candomblé es un templo sagrado como cualquier otro, la única diferencia es que fue tildado como magia negra", dice la sacerdotisa.
También relata otros casos de intolerancia como la de los niños que en las escuelas son discriminados por profesoras evangélicas "diciéndoles que el candomblé es cosa del diablo", como fue rotulado por los que llama "gestores de la inquisición".
"Pero en realidad el diablo es una figura de la Iglesia Católica. Nosotros rendimos culto a Exum, que es un mensajero entre lo natural y lo sobrenatural", aclara.
El documento de la CCIR tiene un capítulo dedicado al enfrentamiento entre las iglesias neopentecostales y la prensa, como las acciones judiciales emprendidas por la Iglesia Universal del Reino de Dios contra el diario Folha de São Paulo.
El documento se refiere en esa parte a lo que llama "el dominio de los neopentecostales" de los medios de comunicación escritos, radiales y la televisión.
Las religiones de origen africano como el candomblé y la umbanda, esta última producto del sincretismo con el catolicismo, fueron perseguidas y estigmatizadas históricamente en Brasil.
Traídas por los esclavos africanos a comienzos del siglo XVI, fueron consideradas la última frontera de resistencia cultural de negros y mestizos, según la CCIR. Sólo a mediados del siglo XX se decretó el fin de esa prohibición, pero continuaron las persecuciones, según el documento.
La comisión se refiere a la nueva ofensiva contra las religiones afrobrasileñas como la "neo- inquisición brasileña" y como "el retorno a las tinieblas". Destaca que esto ocurre pese a la ley vigente contra la intolerancia religiosa que establece penas de hasta cinco años de prisión.
IPS intento un contacto con esa iglesia, pero hasta el momento de finalizar este artículo no hubo respuesta.