Con tres millones de habitantes y situada sobre la costa del mar Egeo, 329 kilómetros al sur de Estambul, esta occidental ciudad turca atrae desde hace años a inmigrantes y refugiados que sueñan con cruzar a Europa.
Su calidad de ciudad de tránsito se puede constatar con una caminata a través del central barrio de Basmane.
En sus estrechas calles se encuentran pequeñas tiendas de alimentos de diversas culturas, restaurantes donde sirven kebab ("carne a la parrilla", en persa) y toda clase de negocios.
También hay pequeños hoteles donde se aloja una gran cantidad de inmigrantes africanos y de otros orígenes.
"Basamane tiene una larga historia de acoger a poblaciones que se desplazan", dijo el abogado Taner Kilic, presidente de la Asociación para la Solidaridad con los Refugiados.
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"Durante un largo periodo, este lugar albergó a trabajadores zafrales pobres. A comienzos de los años 80, miles de kurdos desplazados se asentaban en Esmirna. Ahora son dueños de muchos de los pequeños negocios. Hoy son inmigrantes y refugiados quienes se esconden aquí, esperando ingresar a Europa", agregó.
Pero no todos los extranjeros llegan voluntariamente. "Muy a menudo son arrojados en Esmirna por traficantes que les prometen llevarlos a Italia, a otra parte de Europa o a Estambul", explicó Cavidan Saykan, un estudiante de la británica Universidad de Essex que realiza una investigación sobre derechos humanos en Esmirna.
"Luego se quedan para buscar una forma de cruzar a Europa, o para presentar una solicitud de asilo", añadió.
Turquía llegó a un acuerdo con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) por el cual ésta asume la tarea de considerar las solicitudes de asilo humanitario y reubicar a algunos beneficiados en terceros países.
Entre enero y agosto del año pasado se registró un aumento de 47 por ciento de los solicitantes respecto del mismo periodo de 2007, según Acnur. La mayoría son iraquíes.
Quienes piden asilo humanitario en Turquía deben vivir en 30 ciudades "satélites" designadas mientras esperan que se defina su estatus. Son sometidos a la obligación generalmente diaria de reportarse ante la municipalidad.
Durante este periodo no tienen acceso a empleo o ayuda social. Sin embargo, están obligados a pagar una abultada suma para obtener un permiso de residencia temporal.
Pero incluso después de aceptar esas limitaciones, los refugiados no están seguros. Un informe publicado hace tres meses por la organización Amnistía Internacional denunció una constante violación de sus derechos.
Los funcionarios restringen su acceso al proceso para obtener el asilo, a menudo los detienen arbitrariamente y abusan físicamente de ellos antes de deportarlos a países donde pueden peligrar sus vidas.
"A veces recibimos llamadas telefónicas de refugiados e inmigrantes que se las arreglan para esconder sus teléfonos celulares mientras están detenidos", dijo a IPS Orcun Ulusoy, coordinador de la Asociación para una Agenda de Derechos Humanos, organización no gubernamental que ofrece asesoramiento legal a extranjeros.
"A menudo los encierran en habitaciones inadecuadas porque no hay espacio disponible en los centros (destinados a recibirlos). Son custodiados por la gendarmería turca, uno de los órganos estatales de seguridad más duros del país", agregó.
Todo esto deja a muchos sin más opción que intentar seguir el camino informal, a través de lugares como Basmane.
En Esmirna, la vida se ha organizado en torno a las necesidades de la población inmigrante. Pequeños negocios y hoteles satisfacen sus necesidades básicas, mientras contrabandistas y traficantes que siguen su camino hacia la costa y cruzan el mar hasta Grecia se mantienen en contacto con ellos a través de intermediarios.
"De algún modo, aquí se ha creado una industria que facilita el fenómeno de las migraciones", dijo Ulusoy.
"Los inmigrantes temen circular fuera de esta área. Siempre están aquí, comprando alimentos de los restaurantes, durmiendo en lugares horribles por tarifas muy pequeñas. La población local no necesariamente es feliz con su presencia, pero trabaja con ellos. Habitualmente los árabes reciben un trato mejor, y los africanos el peor", agregó.
Los extranjeros jóvenes matan el tiempo mientras esperan una llamada de los contrabandistas para intentar otro cruce a través de las pocas millas que hay entre la costa turca y las islas griegas.
La policía no parece ir tras ellos en Basmane. La tranquilidad que emana en este barrio no haría sospechar a nadie cuán peligroso es realmente el viaje.
Algunos se las arreglan para cruzar pronto, arriesgándose a ser arrestados por las más severas autoridades griegas. Otros esperan meses y realizan muchos intentos antes de tener éxito. Y otros mueren en el camino.
Según los guardias costeros griegos y turcos, en los últimos años más de 1.000 personas perdieron la vida tratando de cruzar la puerta a Europa.