Gobierno, oposición, partidos, prensa, jefes castrenses, el poder económico, sindicatos e iglesias respaldaban su candidatura civil a la presidencia de Venezuela para dejar atrás medio siglo de gobiernos militares. Pero aquella mañana de 1945, a punto de ser ungido, perdió definitivamente la razón.
"El pasajero de Truman", historia novelada o novela histórica de Francisco Suniaga (1954), cuenta la vida y tragedia de Diógenes Escalante (1879-1964), aquilatado diplomático que debió suceder en la presidencia al general Isaías Medina (1941-1945) para inaugurar un período consensuado hacia la modernidad y la democracia.
En su lugar se produjo un golpe de Estado, orquestado por oficiales jóvenes y el partido socialdemócrata Acción Democrática (AD).
Luego le siguió otro levantamiento militar en 1948, que inauguró un periodo de inestabilidad institucional que culminó en 1958 con una sublevación cívico-militar que puso fin a la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez y dio paso a la democracia y a una alternancia por cuatro décadas en el poder de AD y el socialcristiano Copei, vencidos a su vez en 1998 por el hoy presidente Hugo Chávez.
Suniaga dijo a IPS que "más que un propósito de historia novelada, quise escribir el drama de este personaje (Escalante) y su dilema, pues a los 66 años y sabiéndose enfermo debe escoger entre un retiro tranquilo o coronar su carrera como presidente, opción que finalmente toma". "La ambición de poder es una motivación humana muy fuerte", comentó a propósito de ello. El título de su libro viene a cuento porque Escalante, representante de Venezuela en Europa durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1908-1935), fue después embajador en Estados Unidos e hizo una buena amistad con el senador, luego vicepresidente y finalmente presidente de ese país, Harry S. Truman (1945-1953).
Al saber que su amigo gobernaría Venezuela, Truman ofreció prestarle su avión, lo cual esquivó dignamente Escalante. Pero, vueltas del destino, cuando enfermó de modo irremediable y su familia regresó a Estados Unidos a fines de aquel año aciago, la aeronave del mandatario estadounidense le llevó a recibir cuidados en Washington.
Para tejer su relato, Suniaga se vale de supuestos diálogos en tardes de te, ya en el siglo XXI, entre los ancianos Humberto Ordóñez y Román Velandia, que en la vida real son Hugo Orozco, asistente personal de Escalante, y Ramón Velásquez, su efímero secretario de prensa e historiador, político y, a su vez, presidente de Venezuela en 1993 y 1994, tras la destitución legal por corrupción del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (1974-1979 y 1989-1993).
Velásquez también protagonizó otra historia chica en lejanos tiempos, narrada al corresponsal de IPS por el hoy fallecido historiador Jesús Sanoja Hernández (1930-2007).
Escalante se hospedó en el exclusivo hotel Ávila apenas llegó de Washington para dialogar con los actores políticos y sociales y a Velásquez, entonces un joven reportero del diario caraqueño Últimas Noticias, se le encargó entrevistarlo para indagar acerca de su programa político.
Como la entrevista formal no se dio, sino diálogos muy fugaces, Velásquez echó mano de algunos textos producidos por Escalante y dio forma a una "entrevista", publicada.
Cuando Escalante la leyó quedó satisfecho con la atinada interpretación de su pensamiento político y llamó a Velásquez para integrar su equipo de colaboradores.
Velásquez y Orozco fueron quienes encontraron a Escalante la mañana del 3 de septiembre de 1945 reclamando por el hurto de sus camisas a pesar de que estaban a la vista en su habitación. Ya antes se había ausentado de la realidad y ese episodio confirmó a sus allegados que el hombre llamado a gobernar había perdido el juicio.
Enterado el presidente Medina, se paralizó el proceso de consultas y acuerdos, entraron en acción los médicos y se desataron los demonios de la confrontación política.
Venezuela era gobernada desde 1899 por una sucesión de militares formados en guerras civiles, oriundos todos del andino estado de Táchira, en la frontera sudoeste con Colombia. Cambios basados en el sufragio universal y la elección directa de los gobernantes eran auspiciados por Acción Democrática y su líder Rómulo Betancourt.
Las viejas élites que prosperaron con la dictadura gomecista favorecían en cambio un retorno al poder del general retirado Eleazar López Contreras, quien gobernó el país desde la muerte de Gómez, en 1935, hasta que el Congreso legislativo eligió a Medina en 1941.
Además de la efervescencia política, había empresarios que apostaban a la industrialización, los militares jóvenes a la modernización y se multiplicaban los sindicatos obreros y campesinos, mientras las firmas trasnacionales extraían cada vez más petróleo y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) daba paso a la Guerra Fría.
En ese contexto Escalante resultaba ideal para dirigir una transición, pues se trataba de un oriundo del Táchira, pero civil y apartado durante décadas del cotilleo político local.
Gómez había considerado en 1931 a Escalante como posible presidente interino y también se planteó esa posibilidad en 1941, pero los poderes fácticos insistieron en un militar, y se escogió a Medina.
Al despuntar 1945, Escalante pensaba en el retiro con viajes por Europa y Egipto cuando lo tentó de nuevo la fortuna y, según los personajes de Suniaga, entonces comenzaron a manifestarse incoherencias que se tradujeron después en la locura.
Después que perdió la razón, Medina propuso a otro civil andino, Ángel Biaggini, su ministro de Agricultura, como candidato de unidad nacional, pero Acción Democrática rechazó la oferta y se desencadenó la cruenta asonada del 18 de octubre de 1945, de la que emergió una junta de gobierno cívico-militar presidida por Betancourt.
En 1946, con sufragio universal y estreno del voto femenino, se escogió una asamblea constituyente, se elaboró una carta magna en 1947 y en 1948 asumió como primer presidente elegido popularmente el novelista Rómulo Gallegos (1984-1969), autor entre otros títulos de "Doña Bárbara", quien fue derrocado a los nueve meses de gobierno por un nuevo golpe militar.
Los personajes de Suniaga comentan todo ese proceso, repasan oportunidades perdidas por el país y parecen asomarse al presente. Uno cita que Venezuela entró al siglo XX al morir Gómez en 1935 y agrega que "lo que nunca nadie ha dicho es que ese pasaje tiene retorno y que, en medio de nuestros desencuentros, puede cualquiera hacernos retroceder al siglo XIX".
Esa es precisamente una de las acusaciones que sus críticos enrostran a Chávez, quien por lo demás sostiene que la suya no es una revolución nueva sino continuidad del proceso independentista de las primeras décadas del siglo XIX.
Al respecto, Suniaga comentó a IPS que, "aunque no sea el propósito, no es posible escribir absolutamente aislado de lo que está pasando y las conclusiones siempre apuntan al presente cuando uno escribe del pasado".
También sostiene por medio de sus personajes que si un drama como el de Escalante hubiese ocurrido en Estados Unidos, por ejemplo, "estaría en los textos de historia universal, se estudiaría en las escuelas y en Hollywood habrían filmado varias películas". "Lamentablemente sucedió aquí, que es como decir el lado oscuro de la Luna", apuntó.
"El pasajero de Truman", de muy cuidada prosa y aliento narrativo según críticos como Efraín Subero y Federico Pacanins, ha vendido en pocos meses más de 15.000 ejemplares, en un país que ya cuenta con 28 millones de habitantes pero donde se considera "best seller" una obra que venda 3.000 copias.
"El venezolano está leyendo más, para comprender y explicarse lo que sucede en este difícil período, libros de historia, de política, de periodismo, de tendencias, de gerencia, tecnología, de salud y de cómo mejorar", observó a IPS el periodista Sergio Dahbar, editor de la publicación especializada El Librero.