Algunos temen que a consecuencia del golpe de Estado del 28 de junio en Honduras se desate una guerra civil similar al baño de sangre de 1924, que fue resultado de un fraude electoral en este país centroamericano.
Ese peligro fue expuesto por el presidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias, que está mediando entre el régimen de facto y el depuesto mandatario Manuel Zelaya, y por el secretario general de la Organización de los Estados Americanos, José Miguel Insulza, cuando la segunda ronda de conversaciones no arrojó resultados visibles.
"La alternativa al diálogo son las armas y no queremos que eso ocurra en Honduras", dedujo Arias el domingo, al solicitar otras 72 horas para aproximar a las partes.
Los golpistas niegan que existan condiciones para que estalle una guerra interna.
Hasta 1924, la historia hondureña registra alzamientos, motivados la mayoría de las veces por conflictos políticos, luchas de poder y dictaduras. La fragmentación interna fue la tónica dominante durante el siglo XIX e inicios del XX.
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Las revueltas eran promovidas por caudillos locales, ante la ausencia de un Estado consolidado que promoviera reformas económicas y sociales profundas, y la débil identidad nacional que emergió tras la independencia de la corona española, en 1821.
Según el historiador y analista social Rolando Sierra, "a Honduras le ha costado ser un Estado con presencia nacional, ya que la fragmentación hasta 1924, cuando se registra la primera guerra civil, se había caracterizado por montoneras propiciadas por caudillos políticos y hacendados regionales".
Esas revueltas escondían pugnas locales de poder y "la gente las seguía", comentó Sierra a IPS.
Desde su fundación, el territorio de Honduras está dividido en 18 departamentos con 299 municipios. Su superficie es de 112.492 kilómetros cuadrados.
Desde una interpretación marxista-leninista, el escritor Finlander Díaz Chávez explica aquellas revueltas como consecuencia de la lucha por la tierra en esta nación latifundista, caracterizada por una marcada concentración de la propiedad agraria, en detrimento de las mayorías desposeídas.
Este escenario económico y social tenía sus propias válvulas de escape. En los últimos dos siglos, aparecían cada tanto las mal llamadas "guerras civiles", las elites emplearon la corrupción como herramienta para "aplacar revueltas", surgió y se enraizó un generalizado alcoholismo, visto como una forma de "escapismo" social, describió Serra.
Pero "la gente iba a la guerra esperando que el caudillo le diera un pedazo de tierra, una especie de sustento económico", describió.
En 1924, sin embargo, la violencia política pasó de una dimensión local a una nacional, resultado del fraude electoral practicado por el Partido Liberal en el poder contra el opositor Partido Nacional, las dos fuerzas del tradicional bipartidismo hondureño.
El arrebato del triunfo a los nacionalistas dejó la secuela de muertes más "catastrófica" de la historia nacional y, aunque nunca se determinó la cantidad de víctimas, relatos de la época indican que fue muy elevada, según el historiador Marvin Barahona en su libro "Honduras en el siglo XX".
En ese conflicto se aplicó por primera vez en el país el bombardeo aéreo, dirigido contra la capital, Tegucigalpa, y acompañado de cañoneos y ametrallamientos, describe Barahona.
Entonces se produjo la intervención militar de Estados Unidos, bajo el pretexto de "salvaguardar" la vida de los estadounidenses residentes en este país. La paz se firmó a borde de un buque estadounidense anclado en el sureño puerto de Amapala.
La presencia de Estados Unidos era notable desde el siglo XIX, a través de las empresas bananeras, en especial de la United Fruit Company que poseía o dominaba grandes extensiones de tierras, vías férreas y puertos.
Las compañías bananeras controlaban el gobierno, dieron pie al bipartidismo, financiando a los dos partidos que conspiraban uno contra otro, y auparon las dictaduras de los años 30 y 40, hasta que en 1954 una huelga de los trabajadores del banano sacudió al país y dio paso a la gestación del movimiento social.
"Los levantamientos civiles fueron generados entonces por causas políticas, pero no sociales y económicas, que es lo que caracteriza a los movimientos revolucionarios, lo que explica en cierta forma que este país nunca haya tenido una revolución", afirmó Serra.
Con todo, la reivindicación de derechos laborales y sociales, producto de la huelga bananera, abrió paso en décadas subsiguientes a otros cambios, como intentos de reforma agraria, laboral y de seguridad social —pese a la persistencia de regímenes militares e injerencia extranjera—, y a la creación de una incipiente institucionalidad, a partir de 1982, con la instalación de la democracia.
En el golpe cívico-militar del 28 de junio confluyeron muchos factores, dijo Sierra, y uno de ellos es "un sistema político que, si bien no se ha cerrado plenamente, va hacia ese rumbo, y cuando éste se cierra, se producen los levantamientos civiles".
El derrocamiento de Zelaya se activó cuando éste intentaba llevar a cabo una consulta popular no vinculante sobre una potencial convocatoria a una asamblea constituyente, opción vedada por la Constitución y rechazada previamente por los tribunales y el parlamento.
Zelaya se había distanciado cada vez más del sistema político, incluso de su Partido Liberal y tenía en su contra a las Fuerzas Armadas y al resto de las instituciones.
La comunidad internacional, que condenó el golpe en forma unánime, ha alertado sobre la polarización interna, cada día más notable en las calles hondureñas.
El mediador Arias presentó una propuesta de siete puntos para solucionar la crisis. Pero los golpistas se niegan hasta ahora a aceptar el aspecto medular de esa iniciativa: el retorno a su cargo y al país del deportado Zelaya.
El lunes, Zelaya llamó desde Nicaragua a sus seguidores a organizar la "resistencia" al régimen, pidió acompañamiento popular desde varios puntos de la frontera, pues por alguno de ellos podría intentar esta semana su reingreso al país y ofreció apoyo logístico, como alimentos, para quienes se movilicen.
El historiador Sierra no cree que "Zelaya sea capaz de gestar una guerra civil de dimensiones nacionales como la de 1924".
Quizás, aventuró, "llegue a efectuar una escaramuza que le permita, a futuro, aprovechar la fractura del bipartidismo para generar un espacio de negociación que le permita retornar con un nuevo partido político, lo cual no debe ser descartable".
Hoy, la vocación hondureña por la democracia es muy firme, aunque la gente no esté conforme con la "calidad" democrática, dijo. Ocho de cada 10 hondureños viven con menos de un dólar diario, según las Naciones Unidas.
Mas "una revuelta sangrienta sólo puede darse con la presencia de agentes externos, como en el pasado fueron las compañías bananeras", sostuvo.
Hoy "esos actores podrían provenir de Venezuela y Nicaragua, y tampoco es descartable que vengan de la ultraderecha latinoamericana", opinó.
Pero lo que la gente demanda es apertura del sistema político, estimó. La advertencia de Arias percibe esos "dos grupos enfrentados por el poder, dispuestos a llevarse por delante a toda una sociedad", finalizó.