Tarde o temprano, la República de Bosnia-Herzegovina tendrá que abandonar su estatus de protectorado de la comunidad internacional y gobernar su propio Estado si pretende integrarse algún día a la Unión Europea (UE).
Este país está compuesto por la República Serbia de Bosnia (Republika Srpska) y la Federación Croata-Musulmana, constituido sobre la base de las comunidades mayoritarias en cada entidad.
La división política es producto de la guerra de secesión de la antigua Yugoslavia entre 1992 y 1995, en la que más de 100.000 croatas, serbios, y sobre todo bosnios musulmanes fueron asesinados y cientos de miles desalojados de sus hogares.
La máxima autoridad de la República de Bosnia-Herzegovina es la Oficina del Alto Representante y Representante Especial de la UE (OHR, por sus siglas en inglés), cuyo titular es designado por el Consejo para la Implementación de la Paz con el visto bueno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
"Catorce años con un alto representante es suficiente. Tanta discusión sobre el fin de su mandato se ha vuelto ineficaz. De las negociaciones internas, me da la impresión de que los distintos actores de Bosnia-Herzegovina juegan con la OHR", dijo a IPS Helmut Kurth, director de la rama local de la alemana Fundación Friedrich-Ebert, dedicada a la cooperación para el desarrollo y a la educación política.
[related_articles]
"La presencia militar en el país sigue siendo un asunto muy importante. Posiblemente necesaria, pero debería tener un mandato de intervenir si fuera necesario", apuntó.
La OHR desempeñó un papel definitivo en las reformas que siguieron al fin de la guerra gracias a su potestad de coordinar varias actividades vinculadas con la organización civil, pero su mandato se ha extendido de forma indefinida, lo que mantiene a Bosnia-Herzegovina en una situación de protectorado que le impide aspirar a la UE.
Las posibilidades de integrarse al bloque de 27 países son mínimas y peores que las de la mayoría de los países del oeste de la península Balcánica.
Varios elementos de la organización política de este país contravienen los estándares de derechos humanos de la UE, como el requisito de que el presidente de la República Serbia de Bosnia sea de origen serbio y que el de la Federación sea croata o bosnio musulmán.
Las autoridades suelen designar funcionarios según su origen étnico, un problema que puede empeorar con el retiro de la comunidad internacional.
La UE interesa a muchos bosnios, pero la OHR se refiere a "estándares europeos" para justificar algunas decisiones que frustran las ambiciones de las elites locales, divididas por su origen étnico.
Se sigue discutiendo el fin del mandato de la OHR, pero su papel ha disminuido y las autoridades asumen cada vez mayores responsabilidades. Las elecciones de 2006 fueron las primeras que organizaron sin asistencia exterior.
Pero todavía queda un largo camino por recorrer antes de que los dirigentes locales se pongan de acuerdo sobre el destino del país y poco lo que la comunidad internacional puede hacer al respecto.
"Las posibilidades de que una organización internacional, con su propia dinámica interna, resuelva los conflictos étnicos son muy pocas. A lo sumo podrá oficiar de mediadora", señaló Kurth. "Probablemente se necesite algún tipo de representación de la UE con mayores poderes para terciar entre los distintos actores".
Hay consenso en la necesidad de reformar la caduca Constitución de 1995, pero el intento de 2006 de ajustarla a los estándares europeos fracasó debido a las posiciones diametralmente opuestas de los políticos serbios y de los bosnios musulmanes.
Éstos últimos prefieren un Estado unitario con un gobierno central fuerte, en cambio los serbios defienden la autonomía y desconfían de todo intento de centralización.
Muchos bosnios musulmanes consideran que las instituciones de la República Serbia de Bosnia son ilegítimas, producto de la guerra. Uno de los miembros de la presidencia colegiada, Haris Silajdzic, propuso varias veces su abolición.
Por su parte, los croatas abandonaron su objetivo inicial de crear una tercera entidad propia. Ahora les preocupa más preservar su comunidad, que representa sólo 14 por ciento de los cuatro millones de habitantes.
Los bosnios musulmanes constituyen 48 por ciento de la población del país y los serbios, 37 por ciento.
La idea de un Estado unitario, a diferencia del actual sistema federal consagrado en la Constitución, contó con el apoyo de algunos funcionarios estadounidenses e incluso alemanes.
Los defensores de una mayor centralización mencionan el enorme gasto de la administración pública debido a los voluminosos presupuestos locales y el central y sostienen que es imposible diseñar una política fiscal coherente en el país.
Pero los serbios sostienen que las decisiones políticas y su implementación han sido más efectivas en la República Serbia de Bosnia y no se identifican con la Federación Croata-Musulmana.
Sólo uno de cada cinco serbios entrevistados para un estudio realizado en 2006 se identificó con la nacionalidad bosnia, en comparación con 80 por ciento de los bosnios musulmanes encuestados.
La afiliación étnica está presente en todos los ámbitos, desde el ejército hasta el sistema educativo, lo que deriva en una falta de coordinación, de cooperación y en un conflicto de aptitudes en un país con 14 ministros sin preparación para la tarea.
El sector informal de la economía de la Federación Croata-Musulmana representa 50 por ciento del producto interno bruto del país, y hay dificultades de origen étnicas para la creación de un mercado único.
Varias personas fueron detenidas y procesadas por corrupción, pero el sector empresarial sigue muy vinculado a los partidos políticos, a los cuales apoya y de los que espera favores cuando estén en el gobierno.
Además, este país depende de las remesas de sus ciudadanos en el extranjero y de la asistencia internacional, que disminuirá en los próximos años.
