Las diferencias sobre las inversiones extranjeras y sobre el cultivo de la hoja de coca amenazan con una colisión temprana entre los gobiernos de Evo Morales y Barack Obama.
Washington quebró las esperanzas del primer presidente indígena de América del Sur al no renovar esta semana los beneficios de la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas (ATPDEA, por sus siglas en inglés).
El anuncio representó un fuerte portazo al interés boliviano de restaurar plenamente las relaciones diplomáticas con Washington, luego de que Morales expulsara el 10 de septiembre de 2008 al embajador Philip Goldberg, del gobierno de George W. Bush (2001-2009), en medio de acusaciones de conspiración.
Tres meses después y poco antes de dejar la presidencia, Bush ordenó la suspensión de los beneficios de la ATPDEA "por la falta de cooperación de Bolivia con Estados Unidos en la lucha antidrogas", aunque dejó abierta una posibilidad de revertir la medida el 1 de este mes.
Pero Obama tomó la posta y negó la reposición de las preferencias comerciales, haciendo que Morales se replegara aun más firmemente en sus posiciones de izquierda contrarias al capitalismo, modelo al que ha vuelto a señalar como "salvaje e inhumano".
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Hasta el año pasado, empresarios destacaban que la ATPDEA permitía exportaciones por 250 millones de dólares libres de aranceles a Estados Unidos, pero Morales ha salido al cruce y asegura que el monto no pasa de 10 por ciento de ese monto.
El mandatario minimiza esa cifra frente a los casi 7.000 millones de dólares en exportaciones registradas en 2008, un récord para una economía con un producto interno bruto de 17.000 millones de dólares.
No obstante, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior reiteró la importancia de hacer negocios con la principal economía del mundo, y alertó que habrá una pérdida de 40.000 empleos directos e indirectos por la suspensión de las preferencias, así como un impacto en unas 120.000 personas dependientes de los obreros empleados por la industria manufacturera.
Pero en el ámbito de la "revolución democrática y cultural" del presidente Morales, el rechazo de Obama tiene un significado político más que económico: es una cuestión de dignidad.
"La dignidad de Bolivia no cuesta 25 millones de dólares", respondió Morales a Washington, que también cuestionó sus políticas referidas a la producción de coca (materia prima de la cocaína) y a la nacionalización de recursos.
Visto en este contexto, la suspensión de las preferencias comerciales parece transformarse una suerte de sanción al fundamento ideológico del gobierno izquierdista instalado en este país en enero de 2006, tras 20 años de administraciones inclinadas a la apertura plena de mercados e inversiones extranjeras.
Bolivia aspiraba a cambiar el tradicional modelo de relacionamiento diplomático con una base de respeto mutuo y cooperación horizontal, pero hoy ese intento se ha congelado.
Hasta ahora, Morales se jacta de haber presionado con éxito a empresas extranjeras para que modificaran 41 contratos de explotación de petróleo y gas natural, e incrementar sus contribuciones impositivas.
El aumento de los ingresos de 180 millones a cerca de 2.000 millones de dólares anuales por las exportaciones de gas natural ha fortalecido al Estado que ahora apoya con una bonificación a ancianos, escolares y madres en estado de gestación.
En círculos de la cancillería boliviana se impone la idea de mostrar autosuficiencia financiera, aun en tiempos de baja cotización internacional del petróleo, y de declarar superado el temor a cercos o vetos de la cooperación externa por parte de Estados Unidos.
Hoy el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento, así como fuentes bilaterales, mantienen activas sus líneas de respaldo a proyectos de infraestructura y sociales.
Las 29.500 hectáreas de hojas de coca que convierten a Bolivia en un potencial productor de 130 toneladas de cocaína son un gran punto de divergencia con Washington.
Morales, quien surgió de las bases de los cultivadores de coca y es aún líder de seis organizaciones en la zona semi-tropical del Chapare, concedió a cada afiliado el derecho de plantar una superficie de 40 por 40 metros del vegetal (cato), aunque hoy no esconde su preocupación por el incremento descontrolado de la producción.
Cuestionado por sus opositores debido a la flexibilidad con el sector cocalero convertido en base movilizada, bastión ideológico y de clase, Morales confía en un auto control (control social) para evitar un desborde de la hoja de coca y su masivo desvío al narcotráfico, estrategia que no satisface a Washington.
Las esperanzas de un acercamiento entre Washington y La Paz con el ascenso de Obama, anunciado por observadores políticos, parecen haberse derrumbado.
Todo anuncia la continuidad de una difícil relación diplomática, con el tema de la producción de la coca en el centro.
La señal de Obama es clara. No pactará acuerdos comerciales con un país que produce coca, aunque Bolivia sea el tercer productor de estupefacientes, después de Colombia y Perú, ambos firmes socios de Washington en temas comerciales y políticos.
La condición de desventaja en que se ha colocado Bolivia se consolidó en la semana en que Caracas y Washington han intercambiado embajadores.