El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, rompió un tabú al visitar Birmania: criticó a la dictadura militar y la situación de los derechos humanos en ese país. Lo extraño fue que el régimen, notorio por sus pocas pulgas, toleró las críticas sin chistar.
Observadores se preguntan cuánto le durará esa actitud. La junta militar suele arremeter contra cualquier representante de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) que haga declaraciones públicas acerca de la situación política del país.
"La paz y el desarrollo no pueden prosperar sin democracia ni respeto por los derechos humanos", advirtió Ban el fin de semana en Rangún, la ex capital de Birmania, ante diplomáticos, funcionarios de la ONU y de agencias humanitarias.
"Paz, desarrollo y derechos humanos están estrechamente relacionados", sostuvo. "La situación de los derechos humanos en Myanmar (el nombre que el régimen le dio al país) nos preocupa mucho. El futuro de Myanmar debe basarse sobre el respeto de los derechos humanos."
El secretario general de la ONU también se refirió a Aung San Suu Kyi, la líder de la oposición que ha pasado los últimos 14 años en detención domiciliaria en su casa de Rangún o presa en la cárcel de Insein.
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Ban pidió la liberación de la premio Nobel de la Paz, de 64 años de edad, y de los más de 2.100 presos políticos que languidecen en las cárceles de la dictadura.
"Aung San Suu Kyi debe obtener permiso para participar en el proceso político sin más demora", reclamó Ban, luego de que el régimen le prohibiera visitarla en la prisión de Insein.
La líder de la opositora Liga Nacional por la Democracia está presa, condenada porque un ciudadano estadounidense atravesar a nado el lago a cuya vera se encuentra su casa e ingresar en ella sin haber sido invitado. El extraño episodio ocurrió en mayo.
Los comentarios del secretario general de la ONU desacreditaron la "hoja de ruta hacia la democracia" formulada por la dictadura, y que prevé elecciones generales para 2010.
La junta militar no se había mostró tan tolerante ante declaraciones más suaves y menos provocativas que las de Ban expresados por el enviado especial de la ONU a Birmania, Ibrahim Gambari, y por el ex coordinador humanitario del foro mundial en el país, Charles Petrie.
Gambari recibió una reprimenda del ministro de Información, general Kyaw Hsan, en marzo de 2008, por sus comentarios sobre el proceso hacia una supuesta democratización impulsado por la junta.
El diplomático nigeriano declaró que la ONU aspiraba a que la iniciativa habilitara la participación de los partidos opositores.
En octubre de 2007, Petrie deploró, en declaraciones a la prensa, "el deterioro de la situación humanitaria" del país. La junta se negó a renovar la visa del diplomático francés, que debió abandonar antes de la fecha prevista el cargo de representante del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El discurso de Ban fue considerado "alentador" por el Gobierno de la Coalición Nacional de la Unión de Birmania, formado por dirigentes de la coalición triunfante en las elecciones de 1990 forzados al exilio cuando el régimen se negó a reconocer el dictamen de las urnas.
"Esta es la primera vez que alguien critica abiertamente la situación de Birmania", señaló el canciller en el exilio, Bo Hla Tint. "Es importante que Ban le haya dicho al régimen cómo ve la ONU la situación, pues su papel es importante para alentar el cambio."
El foro mundial "tiene que integrarse en un proceso político prolongado y serio, que no se resuelve en un único episodio".
El compromiso personal de Ban con la promoción de una cultura democrática abierta y sin exclusiones en Birmania fue aplaudida por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), bloque 10 países que integra también la nación cuestionada.
"En tanto que presidente de la Asean, el primer ministro (tailandés Abhisit Vejjajiva) respalda el viaje del secretario general de la ONU a Myanmar y quiere asegurarse de que la ONU siga en contacto con el gobierno" de ese país, indicó Panitan Wattanayagorn, portavoz de Bangkok.
"Veremos qué se puede hacer de aquí en más ahora que el secretario general de la ONU dio su opinión", añadió.
En cambio, los gobiernos de Occidente consideran fracasado la visita de Ban a Birmania porque, afirman, no logró grandes concesiones de la junta. Esta reacción se debe, más que nada, a que no se le permitió reunirse con Aung San Suu Kyi.
"La comunidad internacional tenía grandes expectativas y quería que el secretario general se reuniera con ella, pero no es justo decir que la misión fue un fracaso", indicó Panitan. "La situación es mucho más compleja y excede esa cuestión."
Pero para que la ONU logre una reforma política en Birmania se necesita mucho más que eso, sostienen organizaciones de derechos humanos que atienden la situación de este país gobernado desde 1962 por sucesivas juntas militares.
"Señalar los estándares es lo más fácil. Llevarlos a la práctica, lo más difícil", señaló David Scott Mathieson, de Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
"Eso es lo que requerirá más trabajo y en lo que habrá que concentrarse. Para el birmano promedio, el discurso de Ban fue condescendiente. Espera más de la ONU", añadió.