«Antes esto era bellísimo, una verdadera selva de manglar. Con la llegada de las camaroneras, la tala hizo que perdiéramos 60 por ciento del bosque», lamentó Francisco Vásquez, administrador de un hotel a orillas del océano Pacífico, en el sudoriental departamento guatemalteco de Jutiapa.
La deforestación provocó azolvamiento (depósito de sedimentos) y es visible su efecto en los animales, porque el mangle es el santuario donde se crían muchas especies, como peces, aves migratorias y mamíferos, explicó el hotelero a Tierramérica.
Según un estudio de la Escuela de Pensamiento Ecologista Savia, en los últimos 50 años este país de 108.889 kilómetros cuadrados perdió dos tercios del área boscosa original y la diversidad biológica que albergaba. Hoy se esfuman 73.000 hectáreas anuales de selva.
La desaparición de bosques redujo la capacidad natural de regulación del clima, elevando el riesgo de deslizamientos y derrumbes. Además, se han perdido ecosistemas, flora y fauna, así como las capacidades para captar, purificar y almacenar el agua, advirtió la escuela ambiental.
El caso de la desaparición del mangle es uno de los más dramáticos, según ecologistas. "Muchos manglares se destruyeron por actividades agroindustriales, el algodón, la palma africana, la actividad camaronera, y en tiempos más recientes por la construcción de complejos turísticos", dijo a Tierramérica Carlos Salvatierra, de Savia.
[related_articles]
El bosque de estas especies, que crecen en zonas costeras de países tropicales, "constituye uno de los ecosistemas más productivos del planeta por la alta cantidad de animales que alberga —aves, mamíferos, moluscos, crustáceos—, importantes para la supervivencia de las comunidades locales", agregó.
La enmarañada configuración de la planta de mangle actúa como una barrera natural que filtra la contaminación, impide la salinización del suelo, evita la erosión y amortigua los fuertes vientos provocados por los huracanes.
Pese a estos beneficios y los riesgos que conlleva su desaparición, el mangle ha sido arrasado sin miramientos de las costas guatemaltecas.
Desde 1950 el país ha perdido unas 26.500 hectáreas de manglares que representan 70 por ciento de su extensión histórica, según el Análisis Económico Recurso Marino Costero de Guatemala, realizado por la organización TNC en 2008.
"Esto tiene serias implicaciones, como el aumento de la vulnerabilidad a fenómenos naturales como el huracán Mitch (1998) y la tormenta tropical Stan (2005), así como la reducción de fuentes de alimentos", señala el informe.
Pese a que gran parte de los montes de mangle fueron devastados, Guatemala aún cuenta con unas 17.000 hectáreas, la mayoría en el Pacífico, mientras que en América Central subsisten 488.231 hectáreas.
Tres especies de mangle crecen en Guatemala: negro (Avicennia germinans), blanco (Laguncularia racemosa) y rojo (Rhizophora mangle). Todas se encuentran en peligro de extinción, según el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap).
Para Karen Aguilar, de la organización ecologista Fundaeco, la deforestación sigue creciendo y de manera muy acelerada.
"La siembra de palma africana, así como de la caña de azúcar (destinadas a la destilación de combustibles vegetales), ha provocado la tala de grandes cantidades de bosques" en todo el país, dijo a Tierramérica.
El cultivo de palma africana incluso se ha trasladado de la costa sur, donde actualmente constituye una amenaza para el mangle, expresó Aguilar.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2003 había 49 establecimientos dedicados a la palma africana, que ocupaban 31.185 hectáreas. Y en 2007 la Encuesta Agropecuaria concluyó que la superficie ocupada por ese cultivo se extendió a 65.340 hectáreas, un aumento de más del doble en cuatro años.
En la caña de azúcar operan 14 ingenios, cuyas plantaciones ocupan 216.000 hectáreas, una extensión aproximada al tamaño del departamento de Guatemala, de 225.300 hectáreas. Uno de los problemas más graves que presenta ese cultivo es el uso excesivo de agua, lo que impacta en los ecosistemas terrestres y marino-costeros, según Savia.
Organizaciones ambientalistas también alertan sobre otras formas de eliminación de bosques, como la usurpación de terrenos.
"Los casos de (los departamentos de) Petén (norte) e Izabal (nororiente), en la utilización de narcofincas (terrenos utilizados para el trasiego de drogas) y la apropiación anómala de tierras en reservas naturales importantes son algunos ejemplos" que exceden lo ambiental y afectan la seguridad y la gobernabilidad, señaló Aguilar.
El gobierno contemplaba un aumento de los presupuestos del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales y del Conap, sin embargo, debido a la baja recaudación tributaria, estos fueron cancelados.
"Creemos que el ambiente está en la agenda del gobierno y que hay apoyo en el plano sectorial. Sin embargo, hay temas de fondo, como la seguridad territorial, que no han sido tocados", concluyó Aguilar.
* Este artículo fue publicado originalmente el 11 de julio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.