Después de presenciar el asesinato de su marido y de sus otras tres esposas en la guerra civil, Fatu Bonah y sus siete hijos huyeron a la densa selva para esconderse. «Los rebeldes quemaron nuestra casa, y cuando volví mis suegros habían ocupado la tierra», contó a IPS.
«Fui al jefe del pueblo, quien intentó resolverlo, pero la familia se negó, diciendo que ya habían ocupado el lugar», añadió.
Bonah vivía en una granja fértil de Kolahun, en el condado de Lofa, junto a la frontera con Guinea rica en minerales. Como la segunda de las cuatro esposas, trabajó la tierra de su marido durante varios años hasta que la Segunda Guerra Civil liberiana cambió la vida de todos en 1999.
Ahora incapaz de sostener a sus hijos, Bonah vive en una granja cercana a Monrovia administrada por la benefactora social Mama Tumah. Rodeada de otras viudas desposeídas, pasa sus días plantando frutas y verduras, tejiendo y fabricando miel a cambio de escaso dinero. También está decidida a aprender más sobre sus derechos.
«Teníamos dos sistemas de matrimonio en Liberia: el tradicional por dote, en la que los hombres se casan con más de una mujer, y después está el matrimonio regular civil, que se hace a través de la iglesia», explicó Lemuel Reeves en el Centro Carter, que unió fuerzas con Mama Tumah para asesorar legalmente a estas viudas.
[related_articles]
«Muchos de los derechos que gozan las mujeres en el matrimonio civil no lo tienen las de los matrimonios tradicionales», afirmó.
[pullquote]1[/pullquote]En ausencia de estadísticas oficiales, Reeves estima que cerca de un tercio de los 3,5 millones de habitantes de Liberia son mujeres y niños desheredados, oprimidos por una ley tradicional rural que considera a las mujeres como Bonah una «propiedad», y consecuentemente les impide heredar tierra.
En 2003, la Asociación de Mujeres Abogadas de Liberia (AFELL, por sus siglas en inglés) presionó con éxito para la aprobación de una ley de herencia que le asegura a las viudas, más allá de sus matrimonios civiles o tradicionales, el derecho a un tercio del total de las propiedades de sus esposos, mientras que el resto debe quedar para sus hijos.
«Nuestro trabajo ahora es traer de nuevo esta ley para el pueblo», dijo la presidenta de la AFELL, Deweh Gray. «Los desafíos son grandes porque el pueblo ha tenido esta forma de vida por más de un siglo, y hacer que este cambio en sus vidas, que especialmente los hombres ven como radical, es algo difícil».
«Primero tuvimos que simplificar la ley a un inglés sencillo. Y ahora la estamos traduciendo a las lenguas locales y llevándola a las áreas rurales, donde esta forma de matrimonio es predominante», añadió.
Hawa es una tranquila viuda de la granja de Mama Tumah. Era joven y tímida cuando se casó en el condado de Lofa. La segunda entre tres esposas, Hawa trabajaba todo el día en su plantación de arroz y parió nueve hijos. Una mañana, su esposo fue asesinado por las fuerzas de Charles Taylor (presidente entre 1997 y 2003, y ahora juzgado en la Corte Penal Internacional con sede en La Haya), y ella huyó a través de la frontera de Guinea con sus pequeños.
«Después de la guerra, regresé a la aldea y a la granja. Pero la familia de mi esposo dijo que esa tierra no era para mí, y mis suegros me ordenaron derribar nuestra casa», contó.
Hawa teme ser objeto de alguna hechicería. «Como mujer no tengo poder. No quiero regresar allí, quiero una tierra diferente. Les tengo miedo», admitió.
Ella Colleman, del Consejo Nacional Tradicional de Liberia, explicó que el miedo de las viudas de la guerra civil a amenazas de hechicería es algo muy común. Colleman, quien trabaja para preservar las tradiciones indígenas, habla con las mujeres en diversas comunidades para explicarles sus derechos y la nueva ley de herencia.
«Las mujeres, desde el comienzo de la guerra, han sido la columna vertebral de cada sociedad, de cada hogar, de cada sector», dijo Colleman, ella misma de Westpoint, un devastado barrio de Monrovia centro de la lucha en 2003. «Los hombres difícilmente pueden salir, y fueron las mujeres que salieron en busca de comida, para cuidar a los hijos y luchar por la paz en este país».
Pero, mientras Colleman trabaja para que las mujeres comiencen a ser aceptadas ahora como jefas tradicionales en las aldeas, reconoce que la resistencia a la nueva ley es especialmente fuerte en condados aislados como Lofa y Cape Mount.
Aun con la nueva norma de su lado, las viudas tradicionales como Fatu Bonah afrontan grandes obstáculos para ganar la batalla legal. Los tribunales rurales tienen escasos recursos, están superpoblados y son corruptos. Los abogados cobran altos honorarios, hay grandes carencias de transporte y predomina la mentalidad sexista. E incluso la ley necesita aún tratar las diferencias entre los derechos de las mujeres en los matrimonios tradicionales y las que están en unión civil.
AFELL, el Centro Carter, el Ministerio de Género y Cultura y el Ministerio del Interior trabajan juntamente en la Estrategia para la Reducción de la Pobreza en Liberia, y son socios en los esfuerzos para una toma de conciencia en la población rural y tradicional sobre los derechos de las mujeres.
«En algunas reuniones, todas las mujeres se sientan de un lado y todos los hombres del otro. Una vez, yo dije: Voy a cerrar mis ojos y habrá un hombre y una mujer, un hombre y una mujer. Si tienes una esposa, siéntate al lado de tu esposa. Y entonces todos accedieron y se rieron», contó Gray..
«Entonces, ése es el primer paso. Una vez que comienzas a cambiar la forma en que hacen las cosas en la vida diaria, logras una aceptación general de la ley. Algunos son muy receptivos. Sólo es que requiere de tiempo», sostuvo.