La incertidumbre laboral centra la preocupación de los jóvenes del Mercado Común del Sur (Mercosur), que juegan hoy un papel protagónico en el desarrollo de sus países. Esta es la conclusión preliminar de un estudio que aborda la realidad de la población juvenil del bloque.
La oficina paraguaya del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó el jueves el avance del Informe Regional de Desarrollo Humano (IRDH) del Mercosur, elaborado a partir de estudios específicos, entrevistas, grupos focales y encuestas con jóvenes de los cuatro miembros plenos: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay.
"Cualquier problema a enfrentar y resolver en nuestras sociedades tienen que partir del reconocimiento del rol protagónico de los jóvenes en el desarrollo", dijo a IPS Fernando Calderón, coordinador del IRDH.
Los datos que se desprenden del informe dan cuenta de que en el Mercosur viven 63 millones de jóvenes, 27 por ciento de los habitantes de la subregión. Este sector concentra más de un tercio de la población económicamente activa y soporta un desempleo urbano de 25 por ciento, casi dos veces mayor al promedio general, de 13 por ciento. Al menos dos de cada cinco trabajan en el sector informal de la economía.
La cuestión laboral se coloca así en el centro de las preocupaciones juveniles en todas las ciudades examinadas (Asunción, Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo).
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Marcos Peralta, paraguayo de 22 años, cursa el último semestre de la carrera de psicología. Desde que inició sus estudios superiores, se dispuso como meta encontrar un trabajo relacionado con su futura profesión, pero hasta la fecha no fue posible.
Hoy sigue ayudando a sus padres en la atención de un negocio familiar de venta de pan, que le permite solventar los gastos de sus estudios.
"Paralelamente a las clases en la facultad, creo que no hubo taller y seminario del que no haya participado. Pero ahora me preocupa no encontrar un lugar donde trabajar en lo que me gusta", dijo a IPS.
El análisis plantea la existencia de una tensión creciente entre la conciencia del derecho a la educación, con un acceso cada vez mayor a las nuevas tecnologías de la comunicación, y la incertidumbre sobre un futuro de inclusión plena en el mercado del trabajo.
"Nadie tiene seguridad de tener empleo por mucha educación que tenga. Hoy día, el mercado del trabajo tiende a ser incierto y las posibilidades de inserción son cada vez más dificultosas, según los niveles de educación y preparación", explicó Calderón.
Los jóvenes se vinculan cada vez más con las transformaciones de la sociedad, por el conocimiento de las comunicaciones y de la información a una velocidad crecientemente acelerada con relación a los adultos y las personas mayores.
Según Calderón, el monopolio del poder que se daba en términos de edad, como del padre y de la madre sobre los hijos, o de los maestros sobre los estudiantes, tiende a romperse, porque los jóvenes aprenden cada vez más.
La gran mayoría la población juvenil de la región está alfabetizada y completó la escuela primaria. Según el país, entre 40 por ciento y 60 por ciento se conecta a Internet más de una vez por semana.
Otro aspecto que estuvo bajo la lupa de los investigadores fue la mirada juvenil hacia política. Por un lado se constató un protagonismo creciente de este sector en el plano político, y, por otro, la desconfianza hacia las instituciones tradicionales.
En promedio, más de 80 por ciento del total de encuestados desconfían del gobierno, los partidos políticos, los sindicatos, la policía y la justicia. Mientras, la mayor confianza reposa en instituciones no políticas, como centros educativos, medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales e iglesias.
Los jóvenes que no ven en los partidos formas atractivas de actividad política, se muestran dispuestos a la acción solidaria y voluntaria en sus comunidades.
"Esta capacidad de acción de los jóvenes va a pasar por su capacidad de transformar necesidades en metas, y están en esa dirección. Si no se atiende ese problema, el horizonte es de conflicto, de caos y de atraso en el desarrollo", apuntó Calderón.
Una de las recomendaciones que podría arrojar el informe, estimó, sería la necesidad de fortalecer en todo sentido la acción del Estado, en función y con participación de la juventud.
La viceministra de la Juventud de Paraguay, Karina Rodríguez, resaltó que en este país nunca hubo una inversión suficiente para el diagnóstico de la situación de la juventud, por lo que muchas veces las medidas implementadas como políticas públicas están dirigidas a las urgencias y necesidades inmediatas.
"Este estudio nos establece un parámetro científico para trascender las urgencias", concluyó.
Los trabajos para el estudio comenzaron en 2008 y no hay todavía una fecha cierta para su publicación. De momento se están efectuando entrevistas a unos 600 líderes juveniles. Calderón mencionó que la obtención de nuevos datos insumiría un año más.
La evolución del Índice de Desarrollo Humano (IDH) aumentó considerablemente en América Latina en general entre 1980 y 2006. Del conjunto de la región, el país que evolucionó más rápidamente fue Brasil.
El IDH es un indicador social que se obtiene combinando datos estadísticos nacionales sobre esperanza de vida al nacer, alfabetización y matrícula en los tres niveles de la educación, y producto interno bruto por persona.
Pero, pese a esa evolución, la región enfrenta fuertes problemas estructurales de desigualdad, pobreza y crisis en la vida cotidiana de los jóvenes.
El informe preliminar señala que, entre 1990 y 2002, la proporción de jóvenes pobres pasó de 43 a 41 por ciento, mientras que en la población total la pobreza cayó de 48 por ciento a 44 por ciento.
La tasa de asesinatos juveniles duplica a la de la población total de los cuatro países, y los suicidios de jóvenes son 23 por ciento mayores que el promedio general.
Un joven latinoamericano tiene una probabilidad 30 veces mayor de ser asesinado que uno europeo.