Luego de 30 años de enemistad en los que se cerró la mayoría de las líneas de comunicación, la crisis política en Irán a raíz de las elecciones del día 12 renovó el interés de Estados Unidos en ese país de régimen islamista.
Pero buena parte de la atención que el público y las cúpulas estadounidenses dedican a los asuntos iraníes suele estar totalmente ajena a la realidad del país asiático, que vive su peor crisis desde el triunfo en 1979 de la Revolución Islámica.
Washington rompió relaciones ese año con la entonces flamante República Islámica de Irán luego de que un grupo de estudiantes iraníes tomaron la embajada de Estados Unidos en Teherán, a cuyos funcionarios mantuvieron como rehenes durante 444 días.
Pocos pasos se dieron luego para restablecer el vínculo. Los contactos que persistieron entre los dos países se atrofiaron, a medida que los expertos estadounidenses en asuntos iraníes fueron envejeciendo y sus conocimientos se tornaban más y más obsoletos.
"La Revolución fue hace 30 años", dijo el diplomático Nick Burns, quien ocupó la subsecretaría de Estado (vicecancillería) para Asuntos Políticos en el gobierno de George W. Bush (2001-2009). "Tenemos toda una generación de funcionarios del servicio exterior que nunca aprendieron parsi."
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Hubo algunos contactos con funcionarios iraníes sobre cuestiones como la situación en Afganistán —antes de 2003, cuando Bush incluyó a Irán en su "eje del mal"— y luego la de Iraq, pero fueron excepcionales y con una agenda muy restringida.
"Yo fui la persona clave" del gobierno estadounidense para las cuestiones iraníes "entre 2005 y 2008, y no me reuní ni una sola vez con un funcionario" de ese país, dijo Burns.
El déficit de conocimientos sobre Irán obstaculizó los intentos de mejorar las relaciones.
La secretaria de Estado de la presidencia de Bill Clinton (1993-2000) Madeleine Albright esperó fuera de una sala de conferencias en la sede neoyorquina de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para contactar por sorpresa e informalmente a su par iraní de entonces.
Pero el canciller iraní no podía estrechar la mano de una mujer por motivos religiosos, ni tampoco quiso tomarse una fotografía con una alta funcionaria estadounidense, lo cual podría perjudicarlo a su regreso.
Muchos expertos y políticos estadounidenses ven en la crisis en curso una oportunidad para instigar un cambio de régimen en Irán, proyectando en los simpatizantes del candidato perdedor de las elecciones, el ex primer ministro Mir Hossein Musavi, sus propias aspiraciones.
En ese sentido, el Senado estadounidense considera aumentar el financiamiento de la opositora Radio Farda y la estación en parsi de la Voz de Estados Unidos de América.
"Esto no se trata de enfrentar mi experiencia con la de algún académico. Esto se trata de hacer lo que necesito hacer", fue el argumento a favor del senador Lindsey Graham, patrocinante de la ley, que cuenta con el apoyo del neoconservador Joe Lieberman y del ex candidato del opositor Partido Republicano a la presidencia John McCain.
El gobierno iraní acusó a las emisoras extranjeras de noticias que pueden captarse en el territorio del país de azuzar las manifestaciones, lo cual le ha servido para afirmar públicamente que las protestas meramente expresan la intromisión de Estados Unidos en los asuntos nacionales.
En los primeros días de la crisis, cuando miles de iraníes salieron a las calles para protestar contra lo que percibían como un fraude en beneficio del reelecto presidente Mahmoud Ahmadineyad, Musavi sostuvo que el objetivo de las manifestaciones era la anulación de los comicios hacia una nueva convocatoria a las urnas.
Las versiones de que las protestas tenían como motivo derrocar al líder supremo de Irán, ayatolá Alí Jamenei, se vieron reforzadas cuando el clérigo anunció que se las reprimiría.
De todos modos, las manifestaciones eran presentadas como un desafío al orden establecido dentro del sistema, sin que surgiera evidencia creíble sobre un cuestionamiento total del régimen islámico.
De hecho, Musavi, él mismo un ayatolá, ha dicho en reiteradas ocasiones que las manifestaciones figuran entre las actividades garantizadas por el artículo 27 de la Constitución de la República Islámica de Irán.
Además, el cese del líder supremo está previsto en la Constitución, y puede disponerlo el mismo órgano que lo designa, la Asamblea de Expertos, que sesiona en la ciudad de Khom y está presidida por Musavi.
Sin embargo, personalidades de los medios de comunicación de Estados Unidos continúan presentando las protestas como opuestas al régimen islámico.
El columnista especializado en política exterior Thomas Friedman, del diario The New York Times, aludió al color que visten los simpatizantes de Musavi en las manifestaciones al calificarlas de "revolución verde para acabar con la teocracia iraní".
Mientras, la experta iraní Asieh Mir, hoy en el no gubernamental Instituto de Estados Unidos para la Paz, dijo que se trata de una puja entre dos facciones dentro del régimen, que Musavi aspira a "una democracia operativa que mantenga los valores islámicos", y no necesariamente en el sentido occidental del término.
"Por lo que he visto en las pasadas dos semanas, no tenemos idea de lo que pasa en Irán", sostuvo, por su parte, Suzanne Maloney, del centro de estudios Brooking Institution.
En Irán existe una facción prodemocrática, pero Estados Unidos no la entiende muy bien. "El movimiento existe y no lo tocamos. No tenemos ni idea de dónde está", según Maloney.