La centroderecha se comprometió a mantener su actual política tras retener la mayoría del Parlamento Europeo en las urnas este fin de semana, a pesar del disímil avance de la extrema derecha.
Según los últimos datos, el centroderechista Partido Popular Europeo (PPE) se alzó con más de 36 por ciento de los votos y con 263 de los 736 europarlamentarios. En segundo lugar quedó el Partido Socialista Europeo (PSE), con casi 22 por ciento de los sufragios y 161 representantes.
La novedad más destacable fue la gran cantidad de votos que se dirigieron a partidos de pequeño porte, la mayoría en la extrema derecha, lo cual causa gran preocupación en los pasillos del Parlamento Europeo con sede en Estrasburgo, Bruselas y Luxemburgo.
Como consecuencia, los principales grupos del cuerpo —el PPE, el PSE y la Alianza de los Demócratas y Liberales (ADLE)—, establecerán una nueva plataforma de cooperación con fines de autopresevarse.
Se prevé que acuerden tácticas para marginar a la extrema derecha, cuya ideología coinciden en considerar aberrante.
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"Una de las claves de este nuevo Parlamento Europeo es por primera vez veremos en sus asientos a estos extremistas, populistas y euroescépticos", dijo el presidente del PPE, Wilfried Martens.
"La gran lección para los grupos políticos que construimos Europa —el PPE, los liberales y los socialistas— es que hoy tenemos una tarea imperativa y crítica: preservar la estabilidad política y cargar con la responsabilidad", agregó.
"Estos grupos debemos unirnos y aplicar nuevas reformas", según Martens.
Muchos creen que esos "extremistas, populistas y euroescépticos" no pueden ser fácilmente desechados. Algunos se oponen abiertamente a lo que perciben como un énfasis innecesario en el consenso a toda costa.
Los grupos tradicionales postularon diferencias importantes entre ellos en la campaña electoral, y sencillamente no se las puede diluir, advierten.
Una de las razones que motivan la unidad de las fuerzas tradicionales es la posibilidad cierta de que en las próximas semanas se forme un agrupamiento en el Parlamento Europeo de un nuevo grupo derechista, lo cual concentraría más la atención sobre los partidos que lo integrarían.
Las elecciones arrojaron resultados disímiles para la derecha. Los más extremistas y los basados sobre ideas xenófobas no recibieron tantos votos como se esperaba, a pesar de algunos avances notables: el partido húngaro Jobbik (cuyos miembros usan uniforme al estilo nazi) obtuvo tres escaños, y el finlandés Perussoumalaiset, uno.
Mientras, el Partido de la Libertad de Austria y el Partido Nacionalista Británico, que obtuvo sus dos primeros escaños, lograron grandes avances.
En contraste, la votación de la extrema derecha cayó en Bélgica, Italia y especialmente en Francia.
Varios partidos que se oponen a los extremistas pero rechazan a los inmigrantes también mejoraron su votación, como el Partido de la Libertad de Holanda, con cuatro escaños, el Partido del Pueblo de Dinamarca, con uno, el Grupo Popular Ortodoxo Griego y el euroescéptico Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP).
El líder del Partido de la Libertad, Geert Wilders, no fue candidato, pero mantiene vínculos estrechos con el UKIP. Los legisladores electos por estos partidos y del danés Partido del Pueblo indicaron que no les molestaría trabajar juntos.
Algo que quedó en evidencia es que esta vez muchos europarlamentarios electos han mantenido un discurso persistente contra la inmigración, y que no lo abandonarán en el corto plazo. "Después de las primeras 24 horas tras las elecciones, de celebraciones y de ansiedad, todo seguirá igual", dijo un colaborador del grupo socialista en el Parlamento Europeo. "Los que siempre estuvieron a cargo volverán a conducir el automóvil."
Los constructores de consenso en el órgano esperan que esa afirmación demuestre ser real.