Los estudiantes chinos ya no conmemoran el aniversario de la represión que causó la muerte de cientos o miles de universitarios, según las diversas versiones, en la plaza de Tiananmen de Beijing, de la que este jueves se cumplen 20 años..
El 4 de junio de 1989, el gobierno del Partido Comunista chino ordenó al ejército disparar contra miles de estudiantes desarmados que se manifestaban por la democracia en la capitalina plaza de Tiananmen.
Muchos estudiantes de la Universidad de Beijing creen que el episodio pertenece al pasado. Ese centro académico, otrora semillero del activismo político, hoy es un activo participante en las campañas por la proyección de China como potencia mundial.
A comienzos de los años 90, cada vez que se cumplía un nuevo aniversario de la masacre se realizaban vigilias clandestinas con velas en las riberas del Lago Sin Nombre, que atraviesa el campus universitario.
Pequeños grupos de estudiantes formaban círculos, portando velas y hablando sobre la primavera de Beijing de 1989 y la búsqueda de la democracia. Disimuladas por la oscuridad, estas reuniones duraban aproximadamente una hora antes de ser dispersadas por personal de seguridad de la universidad.
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En las noches estivales previas al aniversario, incluso, algunos estudiantes jugaban un peligroso juego de escondidas con los guardias, arrojando botellas desde las ventanas de sus dormitorios.
Se trataba de gestos simbólicos de protesta contra la decisión del entonces gobernante Deng Xiaoping (1978-1997) de enviar tanques para reprimir a civiles no armados en la plaza de Tiananmen. En chino, Xiaoping se pronuncia igual que la palabra que significa "botella".
Después de todo, fue en la Universidad de Beijing donde comenzaron los problemas para la dirigencia comunista en 1989. Primero fueron las carteleras con mensajes y afiches de carácter político, luego las reuniones de estudiantes que engrosaban las marchas hacia Tiananmen.
Durante toda la primavera hubo sentadas pacíficas en la plaza, además de huelgas de hambre en reclamo de reformas políticas.
A fines de mayo de este año, esta periodista, que en aquellos tiempos era alumna de la Universidad de Beijing, volvió a recorrer los sitios donde tenían lugar las furtivas reuniones estudiantiles y pequeños pero audaces actos de protesta. Sin embargo, no encontró nada de eso.
Los jóvenes de Universidad de Beijing todavía se reúnen alrededor de los bancos y el césped que rodean al Lago Sin Nombre, pero las conversaciones no se refieren a Tiananmen.
Animados por el sostenido auge económico de China, que ofrece oportunidades impensables a sus padres y abuelos, los actuales estudiantes de Universidad de Beijing tienden a creer que el país está destinado a recorrer un sendero diferente de aquel que promovían los líderes estudiantiles de 1989.
"En 1989, todos ellos creían en la democracia occidental. Es por eso que incluso tenían (una réplica de) la Estatua de la Libertad en la plaza de Tiananmen", dijo a IPS un estudiante de filosofía identificado como Zheng.
"Pero creo que China debería seguir su propio camino de desarrollo en la política y en la economía, y no ser una imitación de Occidente. Ya lo hemos hecho durante un tiempo suficientemente prolongado", agregó.
Semejante confianza se debe, en parte, al éxito percibido por la población en las acciones del autoritario gobierno e China para distribuir bienes materiales entre sus habitantes.
Pero también hay otros factores. Por ejemplo, la desilusión con el modelo occidental del capitalismo liberal en estos tiempos de crisis financiera mundial, y un nuevo orgullo por la cultura tradicional del país, que promueve el renacimiento de un ethos político y moral de inspiración confucionista.
Aunque pocos de los estudiantes de la Universidad de Beijing que dialogaron con IPS reivindicaron abiertamente el derramamiento de sangre que ocurrió a primera hora del 4 de junio de 1989, casi todos ellos dijeron que la ofensiva era necesaria para impedir que China se apartara peligrosamente del camino que había elegido.
De no haber tenido lugar, "habría habido caos, y nuestro desarrollo económico habría sufrido" el impacto, dijo otra estudiante, Lan Pingli.
"Pero necesitamos muchos años de paz, estabilidad y prosperidad económica para poder hallar nuestra propia manera china de gobernanza", opinó.
Si Lan suena asombrosamente parecida a un funcionario de propaganda comunista es porque ella y muchos de sus pares creen que el autoritarismo, combinado con la economía de mercado, es la fórmula correcta para el país más poblado del mundo.
Ellos suscriben la idea de que el cambio político no llegará a China siguiendo el modelo occidental de democracia parlamentaria, sino las prácticas propias.
El Partido Comunista, que durante mucho tiempo calificó a Confucio (551 antes de Cristo a 479 antes de Cristo) de pensador feudalista, ha hecho un viraje radical.
Ahora, en cambio, aprueba un regreso del Estado al confucionismo, e incluso promueve sus ideas como aspecto clave de un modelo político alternativo para China.
"El confucionismo ha regresado tranquilamente, y el liderazgo comunista ha estado explotándolo para ayudar a llenar el vacío ideológico y mejorar la moralidad. Es un renacimiento discreto, pero se ajusta a sus necesidades de hallar una nueva fuerza cohesiva en un momento en que el marxismo está muerto pero la democracia está ausente", dijo Joseph Cheng, cientista político de la City University de Hong Kong.
Algunos analistas dicen que el presidente Hu Jintao cree que el rampante consumismo en el país ha dejado un vacío ético que podría llenarse regresando a los valores confucianos del honor y la decencia.
En una reciente conferencia titulada "El concepto socialista del honor y la vergüenza", el jerarca elogió las "ocho virtudes" de Confucio; entre ellas, la vida austera y el servicio público. También advirtió sobre sus "ocho vergüenzas", como la de buscar el lucro.
Algunos expertos señalan que el renacimiento del confucionismo ha ampliado el espectro político de China y que a largo plazo podría servir como base para un nuevo modelo de gobernanza.
"Lo interesante es que ahora hay más opciones sobre la mesa, en comparación con los años 80, cuando la evolución política era vista apenas como un cambio de una forma de gobierno autoritaria a una democrática", dijo el filósofo político Daniel Bell, autor de un libro sobre el nuevo confucionismo.
"Por el momento, en China prevalece el espíritu de la experimentación", planteó.
De todos modos, muchos creen que las opciones políticas de China, en realidad, se han reducido desde fines de los años 80, cuando el Partido Comunista aplastó las protestas prodemocráticas.
"No veo ninguna iniciativa seria de parte de la dirigencia comunista para cambiar el actual modelo político", dijo Joseph Cheng.
"De hecho, desde la ofensiva de Tiananmen de 1989, los líderes partidarios se han mostrado cada vez menos dispuestos a transigir en su monopolio del poder", agregó.
Según otros, disfrazar su poder con atuendos confucionistas no puede ayudar al Partido Comunista a evitar la responsabilidad por las matanzas de innumerables cantidades de civiles desarmados.
"El confucionismo está en contra de matar. No se puede justificar una ofensiva como la de Tiananmen argumentando que se estaba intentando mantener al país en sus carriles", declaró el escritor y crítico social Yu Jie.
El Partido Comunista desestimó las condenas internacionales de la violenta represión y rechazó todos los esfuerzos de buscar una reevaluación de los acontecimientos de junio de 1989.
Beijing continúa defendiendo el uso de la fuerza letal contra sus propios ciudadanos como medida necesaria para la estabilidad y el desarrollo del país.
Los cálculos sobre la cantidad de muertos en Tiananmen varían entre cientos y miles.