TEATRO-BRASIL: Augusto Boal, la muerte como ensayo

Tras el escenario de la vida, es muy probable que Augusto Boal ya esté experimentando alguna nueva técnica teatral. El dramaturgo brasileño, que definió tantas veces la existencia como un espectáculo en sí mismo, no podría perderse la oportunidad de comprobar que la muerte también lo es.

Augusto Boal Crédito: Portal de Teatro del Oprimido
Augusto Boal Crédito: Portal de Teatro del Oprimido
Tal vez esta necrológica lo sea. Después de todo, según sus palabras, "todo" y "todos somos teatro".

A veces es un palco luminoso, como cuando, "conscientes de ese espectáculo que es nuestra vida diaria", decidimos "hacer visible" lo que no es familiar, como dijo Boal en su discurso del 27 de marzo en París al ser nombrado "embajador mundial del teatro" por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Otras veces "un mal teatro" o apenas "un triste argumento", como el que nos fue revelado "teatralmente" en setiembre pasado, "cuando una de las pocas cosas que considerábamos seguras como era nuestro dinero guardado en un banco respetable o en manos de un honesto operador de la Bolsa, según nos informaron no existía, era virtual".

"Fea ficción de algunos economistas que no eran de ficción ni eran seguros ni eran respetables", decía Boal.

"Aunque inconscientes, las relaciones humanas se estructuran en forma teatral: el uso del espacio, el lenguaje del cuerpo, la elección de las palabras y la modulación de las voces, el enfrentamiento de ideas y pasiones, todo lo que hacemos en el palco lo hacemos en nuestras propias vidas", profundizó Boal, quien también fue director y ensayista.

Una y no la última de las escenas de ese gran "teatro" ya se prepara también para este sábado, cuando el Centro del Teatro del Oprimido de Río de Janeiro realice un homenaje póstumo a su creador, fallecido a los 78 años en la madrugada del 2 de este mes a causa de una leucemia. La convocatoria es hacer simultáneamente a las 16:00 hora GMT (19:00 hora local) en todo el mundo "un minuto de celebración", ya sea con aplausos, gritos o cantos.

Y lo harán de la manera que el maestro y candidato al premio Nobel de la Paz 2008 les enseñó: Todos subiendo al palco. Los famosos, pero también los desconocidos. Los ilustres, pero también los ignorados. Los actores, pero también los hombres comunes que no saben que son actores.

Pero Boal, conocido mundialmente como el creador del "Teatro del Oprimido", diseñó a través de ese supuesto estado de ficción permanente de la vida, la realidad que considera más oculta. La que sale a escena, dándole lengua, boca, voz, cuerpo, rostro y gestos al hombre que suele quedar relegado en la última fila, como un espectador pasivo. El sometido, el explotado, el marginado.

En las palabras de Joao Pedro Stédile, integrante de la dirección nacional del Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), Boal utilizó el teatro "para debatir la realidad y concientizar a las personas sobre ella".

Una "verdadera revolución brechtiana en la dramaturgia brasileña que rompió la "tradición burguesa y elitista del teatro", define el dirigente campesino en diálogo con IPS.

Fue con el MST, entre muchas otras organizaciones sociales, que el dramaturgo también fue militante político y un "auténtico revolucionario", como recuerda Stédile.

Llevando su "teatro del oprimido" a los mas recónditos campamentos campesinos "para concientizar a nuestras bases", así como lo hizo en los presidios, los hospitales psiquiátricos, los sindicatos y hasta en foros políticos como el Congreso legislativo nacional.

Una obsesión vital por mostrar que la única manera de cambiar el mundo sólo es posible "entrando en escena, en el palco y en la vida", que le valió durante la dictadura militar (1964- 1985) la cárcel, la tortura y el exilio al que se vio obligado apelar para eludir la persecución política en 1971.

La historia comenzó de niño en Penha, un barrio del suburbio carioca –como buen hijo de un panadero portugués— cuando ya representaba obras de teatro para su familia. Y definió su rumbo en la década del 50 mientras estudiaba teatro en la estadounidense Universidad de Columbia y aún ostentaba el curioso título de "ingeniero químico".

Al volver a Brasil, Boal dirigió el "Teatro de Arena", de São Paulo, donde adaptó el método del ruso Konstantin Stanislavski a la realidad brasileña, así como también se puso ante sí un nuevo desafío como fue crear una dramaturgia nacional en momentos en que sólo se valorizaban los autores extranjeros.

Helen Sarapeck, directora artística del Centro del Teatro del Oprimido de Río de Janeiro, define a Boal como una persona "incansable", con "una fuerza muy grande" y "siempre con una idea detrás de la otra".

Un torbellino de ideas que primero desembocó en la creación del Teatro del Oprimido –definido por muchos como un arte que es al mismo tiempo política y transformación social— sentido personalmente por Sarapeck como "un teatro para rescatar lo que uno es y que todos sabemos hacer desde que nacemos, pero que reprimimos".

O en palabras del propio Boal, una forma de defender "que todos podemos hacer teatro", que todos podemos ser personajes, de hecho, de nuestras propias vidas, según explicó a la revista brasileña Carta Capital en los que fue su última entrevista.

"¿Por qué tenemos que seguir la estética determinada por la clase dominante? se pregunta Boal. "El teatro del oprimido trae consigo la estética del oprimido. Es decir, queremos que las personas retomen sus propias palabras, imágenes y sonidos", dice en la citada entrevista.

Palabras, imágenes y sonidos que siempre hay que esforzarse por descubrir. Como en el "Teatro Invisible", desarrollado durante su exilio en Argentina, en el que el elenco va a la calle a representar una escena para que todo el mundo participe, pero no revela al público que se trata de teatro.

Al igual que en el "Teatro Forum", que creó en Perú, a través del cual el grupo presenta un problema y el espectador entra en escena y muestra alternativas para solucionarlo.

Después se fue a Portugal y de ahí Boal pasó a trabajar en otros lugares de Europa como en París, donde creó en 1979 el Centro del Teatro del Oprimido. Una escuela que se multiplicó en unos 50 países.

En esa época incursionó junto a su esposa, la psicoanalista argentina Cecilia Boal, en un camino más de "internalización", llamado el "Método Boal de Teatro y Terapia".

En Brasil, a donde volvió en 1986 tras la recuperación de la democracia, creó el mencionado Centro del Teatro del Oprimido, en Río de Janeiro

Centro que este sábado, como uno de los herederos de su legado, propone el homenaje. Será, como anticipa Sarapeck, un momento de alegría y no de luto, "porque a Boal no le gustaba el silencio"

Un silencio que no quedó impreso tampoco en su prolífica obra como director, autor y ensayista, con textos como "El teatro del oprimido y otras políticas poéticas", o "Ejercicios para actor y no actor con ganas de decir algo a través del teatro".

"No sólo los casamientos y funerales son espectáculos, sino también los rituales cotidianos que, por su familiaridad, no nos llegan a la conciencia. No sólo las pompas, sino también el desayuno y los buenos días, los amores tímidos y los grandes conflictos pasionales, una sesión del Senado o una reunión diplomática. Todo es teatro", decía Boal.

Tal vez su propia muerte sea apenas un ensayo más. Un palco donde a diferencia de otros, simplemente se apagan las luces.

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