La pérdida de capacidad de Portugal para atraer inmigrantes puede en pocos años crear una situación de difícil solución, cuyos primeros reflejos serían una sustancial merma de la población, además de más vieja y empobrecida.
Estas son las principales conclusiones de los estudios de expertos de universidades, organizaciones de la sociedad civil, de solidaridad y de proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Los inmigrantes que se han establecido en este país de Europa sudoccidental representan seis por ciento de su producto interno bruto (PIB), a la vez de garantizar 9,7 por ciento de los nacimientos, con derecho a la nacionalidad automática que es otorgada sin necesidad de progenitores portugueses.
La crisis económica y financiera internacional, que afecta a la Unión Europea (UE), se ha hecho sentir doblemente en Portugal, porque los indicadores económicos ya eran preocupantes desde 2006, cuando se empezó a registrar una fuerte contracción en todos los sectores productivos.
El paliativo para muchos inmigrantes era cruzar la frontera y capear el temporal en la próspera España, manteniendo su residencia en Portugal.
Muchos de ellos continúan trabajando en España "y vienen a Portugal sólo para renovar documentos", reveló Manuel Solla, responsable de la Comisión Nacional para la Legalización de Inmigrantes.
Sin embargo, esta solución provisoria duró poco tiempo, ya que a partir de fines de 2008 la economía española también comenzó a hacer agua, especialmente en el sector de la construcción, fuente tradicional de trabajo para los inmigrantes.
Al igual que para los inmigrantes establecidos en el vecino país ibérico, los trabajadores extranjeros en Portugal vieron agravarse esta alternativa de supervivencia este año, cuando miles de desocupados españoles optaron por la agricultura, aceptando trabajos que antes rechazaban como "indignos". En este marco, inevitablemente comenzaron a aparecer muestras de xenofobia, hasta ahora poco comunes en un Portugal notoriamente mestizo.
Son cada vez más frecuentes opiniones contra la inmigración por parte del Centro Democrático Social, un partido de pequeña dimensión, pero que logra estar representado en los foros legislativo, municipal y del parlamento europeo con entre 3,5 y 4,4 por ciento.
El minúsculo Partido Nacional Renovador (PNR) explica su existencia debido a "la pérdida de la independencia nacional" y a proclamarse "contra la invasión de los inmigrantes", asegurando que existe una relación directa entre inmigración, marginalidad y delincuencia
Sin embargo, los sectores empresariales y de la derecha más ilustrada no han entrado en este juego de palabras, al entender la advertencia de los expertos sobre la gravedad del problema.
La proyección del INE, algunos de cuyos datos fueron divulgados el martes en un extenso trabajo del diario Público, de Lisboa, refleja una situación poblacional extremamente preocupante. Si Portugal no logra atraer inmigrantes, la cantidad de habitantes bajará de las 10,6 millones de personas calculadas en 2007 a 8,2 millones en 2060 y, mucho antes de esa fecha, la Seguridad Social habrá colapsado.
Pedro Góis, investigador del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad de Coimbra, aclara que aun no hay reflejo en las estadísticas oficiales, pero "la salida de extranjeros, especialmente ucranianos, a la par con la reducción de las nuevas entradas, es una certeza". El experto añade que, "sólo en unos dos años, esta disminución tendrá afectos estadísticos, porque el inmigrante cuando parte no lo anuncia (oficialmente), sino por el contrario, lo que muchas veces ocurre es que mantienen activa la visa de residencia, dejando la puerta abierta a la posibilidad de volver".
Según el Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF), a fines de 2007 estaban oficialmente registrados 420.189 inmigrantes, número que no incluye a los indocumentados, que según Solla serían entre 55.000 a 75.000.
Sin embargo, otras asociaciones de defensa de los derechos de los inmigrantes calculan que los indocumentados en total en Portugal llegan a 200.000, en su mayoría brasileños, rumanos, moldavos, caboverdianos, rusos y ucranianos.
Los brasileños constituyen la mayor comunidad extranjera en Portugal, con 66.354 residencias registradas en el SEF en 2007, pero según reveló a IPS Eduardo Tavares de Lima, presidente de la asamblea general de la Casa do Brasil, los indocumentados de ese país sudamericano "serían unos 40.000".
A diferencia de las comunidades provenientes de Europa central y oriental, "nosotros o los caboverdianos somos de lengua portuguesa, o sea que pasamos más desapercibidos", añadió con humor este escritor y periodista del nordestito estado brasileño de Pernambuco, residente en Lisboa desde 1975.
A pesar de que el salario mínimo portugués, de 625 dólares, triplica el de Brasil, existen indicios de retracción del número de brasileños, sea por la desaceleración de entradas o por el regreso de muchos a su país.
O porque, según aseguró a IPS el brasileño Felipe Costa Andrade, "voy a regresar ahora, que con el presidente (Luiz Inácio) Lula (da Silva) la situación está mucho mejor que con Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), que fue cuando debí emigrar a Portugal".
Este joven brasileño, natural de João Pessoa, capital del Estado de Paraíba, explica que "en 1999 era estudiante de la Facultad de Letras y trabajaba, pero Fernando Henrique cortó los presupuestos a las universidades para dar de ganar a los privados y no me quedó otra alternativa que servir mesas en Lisboa".
Se dice "agradecido de cómo fui recibido en Portugal, pero esta etapa ya pasó y ahora estoy de maletas hechas para volver a Brasil, donde espero trabajar y retomar mis estudios, ahora que Lula echó atrás esos altos pagos para poder ir a la universidad que fijó el gobierno anterior".
La cantidad de ucranianos bajó de 41.530 en 2006 a 39.480 en 2007 y los datos aún no disponibles de 2008 deberán registrar una nueva disminución. La mayoría de ellos escoge la República Checa o Polonia, países más próximos que hacen parte de la UE y que "comienzan a crecer en términos económicos", sostiene Góis.
Todos los estudios publicados coinciden en que una retracción de los trabajadores extranjeros tendría graves consecuencias para el normal crecimiento demográfico de Portugal, "que solo tiene puntos que ganar al mantener los inmigrantes que tiene", estima Eduardo Sousa Ferreira, catedrático do Instituto Superior de Economía y Gestión de la Universidad de Lisboa.
El académico, autor de un libro sobre la relevancia de los inmigrantes para la economía portuguesa, sostiene que "la inmigración contribuye en seis por ciento del PIB, lo que es un porcentaje enorme".
Sousa Ferreira y Solla, coinciden en que es un grave error del gobierno del primer ministro socialista José Sócrates no dar autorizaciones de residencia a quienes, pese a haber ingresado al país en forma irregular, tienen contrato de trabajo y pagan sus impuestos al fisco y contribuciones a la Seguridad Social.
Con frecuencia, los inmigrantes chocan contra una puerta cerrada a la regularización, afirma Sousa Ferreira, porque "los empresarios tampoco están interesados, ya que un indocumentado tiene un grado de obediencia que no tendría si fuese documentado".
En otras palabras, "los empresarios portugueses aprovechan para ganar más a cuesta de los inmigrantes y el gobierno no está interesado en contradecirlos", denuncia el catedrático.
Góis, por su parte, añade que la verdadera urgencia ahora "es contrariar la lógica xenófoba que amenaza con asomarse a la vuelta de la esquina".
"Los inmigrantes no son parásitos, sino contribuyentes líquidos para nuestra economía", sentencia.
A renglón seguido advierte que, si Portugal "comienza a dar señales de racismo y xenofobia, algunos de los mejores, que ya ingresaron al país calificados, se irán"
Culturalmente, "la diversidad es lo que hará avanzar al país" y demográficamente, "son los inmigrantes los que nos garantizarán la sustentabilidad económica", remata el investigador de la Universidad de Coimbra.
Otra crítica contundente a la falta de comprensión ante el fenómeno es la de Mario Leston Bandeira, de la Asociación Portuguesa de Demografía, que se confiesa "horrorizado" con el discurso de políticos que recurren a la estigmatización de los inmigrantes.
"Los dirigentes políticos deberían tener la obligación de calmar las muestras nacionalistas y racistas de las capas más pobres, que son las más xenófobas porque ven en el inmigrante un competidor y no lo que son: una garantía esencial para nuestra dinámica geográfica", subraya Bandeira.
En Portugal, como en el resto de Europa, las proyecciones de Euroestat, la oficina estadística de la UE, indican que hasta 2035 los países del bloque van a lograr crecer gracias a la inmigración. Pero "a partir de 2035, la inmigración ya no bastará y comenzará a verificarse una gran competencia entre países para ver quien consigue atraer más trabajadores extranjeros", advierte Bandeira a modo de conclusión. Solla, por su parte, fustiga la reciente reducción de cuotas de entrada en Portugal de inmigrantes, de 8.600 para 3.800 anuales, opinión en la que cuenta con aliados del propio Partido Socialista, que han criticado a Sócrates por este entrecerrar de la puerta a los extranjeros.
Solla califica inútil la reducción ya que "lo único que se gana son algunos votos entre los que ven un peligro en los inmigrantes, porque cuando la cuota admitía 8.600 personas fueron reclutadas 5.000 y no creo que en Brasil o en Angola no hubiesen interesados. Lo que no hubo fue divulgación de las ofertas".
Las cuotas se fijan "con la lógica del analfabeto", sostiene por su parte Sousa Ferreira al explicar que "sirven para dar la ilusión de control, para convencer a los portugueses que pueden dormir tranquilos, porque el gobierno no permite que nadie les quite el trabajo".