Como la mayoría de los habitantes de las tierras altas de Filipinas, los indígenas higaonon, del meridional poblado de Sumilao, viven en la indigencia. Un proyecto de «maricultura» promete mejorar sus vidas.
En Sumilao no hay trabajo. La tribu se las arregla a duras penas con la agricultura de subsistencia, principalmente cultivando raíces. A pesar de que se trata de una comunidad agrícola, su dieta carece de equilibrio, pues deben prescindir de gran cantidad de alimentos.
Prácticamente no tienen acceso a pescado y carne, excepto por animales sacrificados por motivos religiosos, que no son adecuados para el consumo humano. Se supone que deben ser eliminados, pero comerciantes inescrupulosos los venden a bajo costo.
Millones de los filipinos que viven en las tierras altas, muchos de ellos indígenas, padecen desnutrición. Están abandonados por el Estado. Sufren la falta de desarrollo de sus comunidades. Carecen de acceso a alimentos seguros y baratos.
Nutricionistas y expertos en educación sostienen que su desarrollo mental se ve afectado como consecuencia de la falta de proteínas.
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Entre los niños, el coeficiente de inteligencia es menor que en el resto de la población. La asistencia escolar es baja y tienen dificultades de concentración. Son propensos a repetir cursos y a desertar de la escuela, señaló el Departamento de Educación.
«En Filipinas el pescado es abundante y constituye la fuente más barata de proteínas, gracias a los avances en acuicultura, especialmente en la cría de tilapia (género Oreochromis)», dijo el ambientalista Aquilino Álvarez, experto en la materia.
Pero el pescado raramente llega a la mesa de las familias de las tierras altas, pues sus poblados están lejos del mar.
«De hecho, varios miembros de la tribu aseguran no conocer el mar», dijo Marie Ann Baula, alcaldesa de Sumilao, en la provincia de Bukidnon, a su vez ubicada en la meridional isla de Mindanao. «La distancia eleva 50 por ciento el precio del pescado en las tierras altas.»
En una estrategia innovadora, el Buró de Recursos Pesqueros y Acuáticos (BFAR) presentó un proyecto que abordará las necesidades proteicas de los habitantes de las tierras altas, al tiempo que combatirá la pobreza mediante la cría de peces.
El proyecto, llamado Pescado para los Habitantes de las Tierras Altas, o FishFUD, ahora es sometido a pruebas piloto en la comunidad de los higaonons, una de las tribus más populosas de Mindanao.
Entre 300 y 400 familias se beneficiarán inicialmente de ese programa piloto.
«FishFUD es un buen proyecto para los pobres», dijo el director del BFAR, Malcolm Sarmiento.
«Mejorará el acceso a los alimentos, y también les brindará un ingreso. Es la primera gran inversión para una comunidad indígena en el país, y les acercará las maravillas de la moderna tecnología acuícola», agregó.
Álvarez agregó que «también es la manera que tiene el gobierno de abordar tres problemas acuciantes» en esos asentamientos: «insuficiencia alimentaria, inadecuadas oportunidades de sustento y falta de incentivos económicos para administrar sustentablemente los recursos forestales».
ESTRATEGIA DUAL
El proyecto tiene dos puntas: una en las tierras bajas y otra en las altas, lo que aumenta sus posibilidades de éxito.
En el primer caso, el BFAR dio a los higaonons, a través del Consejo Tribal de Sumilao, una jaula pesquera flotante de 10 metros de lado, que puede rendir siete toneladas de sábalo (Chanos chanos) cada tres meses.
La jaula está ubicada en un parque de «maricultura» —cría de peces a océano abierto— de 200 hectáreas, a unos 50 kilómetros de Sumilao.
BFAR también donó 15.000 peces jóvenes, entregados en persona por la presidenta de Filipinas, Gloria Macapagal Arroyo, el 20 de marzo en Balingasag.
La Corporación San Miguel, mayor firma de alimentos y bebidas de Asia sudoriental, suministró la nutrición para los peces.
La organización no gubernamental Iniciativas Marítimas y Terrestres de Asia Oriental y dos grupos que promueven empresas sociales, Sopa del Día y Empresa Social Lumad Mindanao, se ofrecieron voluntariamente a ayudar a los beneficiarios de la tribu a manejar redituablemente el proyecto.
El otro componente es un estanque comunal que se establecerá en las tierras altas y será abastecido o bien con tilapias o bien con bagres.
Como parte de la estrategia, se enseñará a los participantes a procesar pescado seco o ahumado, pues con ese valor agregado obtendrán mejores precios.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) también está entusiasmada ante la iniciativa.
El Instituto Samdhana, vinculado a la UICN, financia el entrenamiento, informó Álvarez. Pero, por el momento, sólo está operativo el componente de maricultura del proyecto.
RESPUESTA AL CAMBIO CLIMÁTICO
BFAR también promueve la maricultura para alentar a los pescadores a criar, más que simplemente pescar, actividad que está agotando las reservas marinas. El parque marícola básicamente se parece a un parque industrial, salvo por el hecho de que allí se crían peces en el mar.
Actualmente, en Filipinas hay 34 parques marícolas. El más grande es el de la ciudad de Panabo, con 500 hectáreas.
Sarmiento considera que la maricultura es una buena estrategia de adaptación al cambio climático. También enfatizó que es amigable con el ambiente, pues posibilita la cría de peces sin tener que cortar un solo mangle.
Y para los inversores, es mucho más barata que los estanques, dado que una jaula de acero de 10 metros de lado usada para el mar costará entre 3.167 y 4.223 dólares, comparada con 21.116 dólares por hectárea de estanque. Las jaulas de bambú son aún más baratas: cuestan apenas 1.900 dólares cada una.
Y lo mejor es que una jaula de 10 metros de lado puede rendir entre siete y ocho toneladas de sábalo cada tres meses, en comparación con las apenas 2,5 toneladas que pueden cosecharse en un estanque de una hectárea cada cuatro meses.
Con la maricultura, en menos de un año se puede recuperar fácilmente la inversión en sábalos.
A menudo, la dirección del proyecto opta por el sábalo por razones de disponibilidad. Pero los más preciados son los lapu-lapus o meros (Epinephelus marginatus) y róbalos (Dicentrarchus labrax).
El producto final se vende, mayoritariamente, en ciudades cercanas, como Cagayan de Oro, Davao y Cebu.
Sarmiento restó importancia a los temores de que la maricultura cause problemas ambientales. Dijo que, con control continuo, la práctica es realmente sostenible.
Los higaonons, por su parte, dicen que ésta es una experiencia enriquecedora. Antes de que llegaran los conquistadores españoles, esta comunidad vivía a lo largo de la costa.
Pero los colonizadores los obligaron a trasladarse lentamente a áreas más lejanas. Por eso, buscaron seguridad en las tierras altas. En el proceso derivó en su completa marginación.
Álvarez cree que, para los higaonons, «este proyecto es como volver a sus raíces y corregir la injusticia que les infligieron durante siglos».
* Este artículo es parte de una serie producida por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales) para la Alianza de Comunicadores para el Desarrollo Sostenible (http://www.complusalliance.org). Excluida la publicación en Italia.