DESARROLLO-MOZAMBIQUE: Dinero en efectivo contra pobreza

El último enfoque en materia de políticas sociales para luchar contra la pobreza endémica es otorgar subsidios en efectivo a las familias más desfavorecidas sin más condiciones que escolarizar a los menores y visitar al médico.

Crédito: Mercedes Sayagues
Crédito: Mercedes Sayagues
Decenas de países en desarrollo como Bangladesh, Brasil y México, pero incluso hace poco hasta la ciudad de Nueva York, han comenzado a adoptar esa estrategia.

Al ser uno de los países más pobres del mundo, queda la duda de si Mozambique podrá poner en práctica ese tipo de política. Joseph Hanlon, especialista en resolución de conflictos de la británica Open University, ubicada en la meridional ciudad de Milton Keynes, cree que sí.

Hanlon también es editor del boletín Proceso Político de Mozambique y, junto con Teresa Smart, divulgó en 2008 una crítica al modelo asistencial de desarrollo mozambiqueño: "Do More Bicycles Equal Development in Mozambique?"("¿Más bicicletas es lo mismo que desarrollo en Mozambique?".

IPS entrevistó al especialista en el marco de un seminario sobre dinámicas de pobreza, organizado a fines de abril por el Instituto de Estudios Económicos y Sociales en Maputo.
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IPS: ¿Cuál es su propuesta?

JOSEPH HANLON: Dar dinero a los pobres. La gente no puede salir adelante sin ayuda de nadie.

IPS: ¿Dinero en efectivo sin condiciones?

JH: Si hay escuelas y centros de salud cerca, las personas más desfavorecidas llevarán a sus hijos allí. Imponer condiciones no hace más que aplacar a los contribuyentes de clase media.

IPS: ¿Cómo se distribuye el dinero?

JH: La elección de un grupo pequeño crea fracturas sociales. Imponer condiciones y excluir gente es una mera pérdida de tiempo y cuesta caro. En el caso de Mozambique es ineficaz e injusto. Setenta por ciento de los mozambiqueños son pobres.

IPS: ¿Cómo se distribuye entonces el dinero?

JH: Con el tiempo, a todas los hogares pobres. En Mozambique las familias extendidas viven bajo un mismo techo, por lo que el sistema más eficaz y no divisivo tendría que ser un subsidio que tenga en cuenta a niños y niñas, sin contrapartida del beneficiario.

IPS: Su artículo no menciona el fenómeno de la feminización de la pobreza, ¿por qué?

JH: En Mozambique, los hogares de madres solas no son significativamente más pobres que los otros. La pobreza es un problema generalizado. Tiene más sentido mejorar la situación económica de toda la familia.

IPS: ¿Por qué no apuntar específicamente a las mujeres?

JH: El énfasis que hacen las organizaciones no gubernamentales y el sistema asistencial en la cuestión de género no siempre es eficaz. Los proyectos centrados en aumentar los ingresos suelen significar una carga para las mujeres.

No quiero decir que no sean discriminadas, como por ejemplo con el derecho a la herencia, pero el enfoque asistencial trata el problema, una vez más, como si la discriminación que sufren las mujeres fuera culpa de los pobres.

IPS: Sin embargo, usted propone que el dinero sea otorgado a las mujeres adultas de la familia.

JH: Es más fácil entregar el subsidio a la familia que a personas concretas, pero hay que tener cuidado con las dinámicas internas. Hay indicios de que las mujeres gastan el dinero en alimento para la familia, pero al mismo tiempo, se ven obligadas a invertir en consumo y en producción. Es un horrendo equilibrio que deben tratar de mantener los sectores más pobres de la población.

IPS: ¿Qué costo tendría el programa?

JH: El subsidio actual es de cuatro dólares al mes para los ancianos y dos dólares para cada menor. Un programa que abarque mayores de 65 años y menores de entre siete y 14 años representaría 0,8 por ciento del producto interno bruto, unos 80 millones de dólares. Es factible y viable.

IPS: ¿De dónde saldría el dinero?

JH: El programa podría financiarse si aumenta cinco por ciento el aporte de los donantes, respecto del incremento aprobado en la Cumbre de Gleaneagles del Grupo de los Ocho países más ricos, de 2005.

Cuando Mozambique se convierta en exportador de minerales y energía, podría destinar parte de esos ingresos a programas de asistencia social, como hace Bolivia y Alaska.

IPS: ¿Qué repercusiones tendrá el programa de subsidios sobre la economía?

JH: La investigación muestra que el aumento del ingreso rural se destina a servicios y productos agrícolas y no-agrícolas locales, en especial los fabricados por los pobres.

IPS: ¿Y cómo contribuye con los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio (ODM)?

JH: El acento puesto por donantes y gobiernos en salud y educación dejó de lado al primero de los ODM, erradicar la pobreza extrema. Se necesita invertir más en la creación de puestos de trabajo y en fomentar el desarrollo económico.

Pongamos dinero en la mano de la gente. Los pobres saben invertir.

IPS: ¿Hay antecedentes que sirvan de ejemplo?

JH: Puedo mencionar Brasil y Sudáfrica.

En Brasil, los programas apuntan a las familias autodeclaradas pobres. En Sudáfrica, a menores y ancianos. Pero lo importante es que ambos programas se basan sobre los derechos humanos, no imponen condiciones y son universales.

IPS: Concentrar la asistencia social en ancianos y menores no es nuevo. ¿Qué es lo novedoso del sistema de subsidios?

JH: Los organismos de asistencia culpan a las personas y a los países más pobres por su situación, por lo que tienen que ser educados y controlados. Los modelos para combatir la pobreza endémica sugieren que los pobres saben qué hacer, pero no tienen dinero para alimentar a sus hijos ni para invertir. Entonces démosle dinero.

La cuestión clave del subdesarrollo es la falta de consumo debido a la pobreza endémica, y no de oferta, como en el modelo neoliberal.

La demanda mira a los pobres, mientras que la oferta a los ricos en tanto que motor del desarrollo.

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