El pueblo de Afganistán está cada vez más atrapado entre la violenta insurgencia y la no menos violenta contrainsurgencia. Pero ¿acaso eso significa que el país se está desintegrando?
"No podemos renunciar a los ataques aéreos. Son nuestra única ventaja táctica real contra los insurgentes", coincidieron oficiales de alto nivel de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en una reciente reunión con periodistas del semanario independiente Killid Weekly en Kabul.
Mientras, la única "ventaja real" de los rebeldes ante las fuerzas extranjeras y las tropas regulares afganas parece ser la acción de atacantes suicidas.
El público carece de escudos suficientes para protegerse de los misiles que caen y de las bombas con que se inmolan los insurgentes. También le faltan mecanismos políticos para exigir el fin de lo que se ha convertido, en las actuales circunstancias, en una guerra de la que ninguno de los bandos puede salir victorioso.
La triste realidad es que ninguna de las partes renunciará a sus "ventajas" militares ni renunciará a una lucha que ya lleva nueve años y que recrudece, sin importarles las consecuencias de una población que, además, debe luchar contra la pobreza, la corrupción y el analfabetismo.
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Las fuerzas de Gran Bretaña completaron su retirada de Iraq la quincena pasada. Las de Estados Unidos cuentan ya con una estrategia de salida. Pero, al mismo tiempo, la presencia militar extranjera en Afganistán ya se aproxima en los números a la de la disuelta Unión Soviética en el pico de su ocupación de este país de Asia central (1979-1989).
Docenas de civiles murieron a comienzos de mayo, cuando la fuerza aérea estadounidense bombardeó la provincia de Farah. Éste es el último ejemplo del alcance del martirio que sufre la población atrapada entre dos fuegos.
Si los afganos comunes y corrientes les pidieran a alguno de los bandos beligerantes que dejen las armas de lado por su bien, la respuesta que obtendrían sería una firme negativa.
Entonces, ¿qué puede esperar la población civil cuando está previsto un aumento de la presencia militar extranjera y la insurgencia se reagrupa, continúa reclutando combatientes y adquiriendo armas?
Es seguro que el estado actual del conflicto sólo promete más bajas civiles, lo cual conducirá a más protestas contra los insurgentes y las fuerzas internacionales, como la realizada por estudiantes de la Universidad de Kabul esta semana.
¿Pero esto significa, necesariamente, que el país se está desintegrando, como afirman analistas y periodistas? Lejos de eso.
La situación en el sur y en el este del territorio afgano es, por cierto, sombría, pero en muchas provincias reina la estabilidad y el progreso. Pero incluso en las áreas más conflictivas hay numerosos civiles que apelan a todos los medios a su disposición en pos de la pacificación.
Por ejemplo, la ciudadanía de las provincias de Kandahar, Helmand, Khost y Uruzgan se aprestan a votar en las elecciones presidenciales de agosto.
Las empresas continuarán generando nuevas oportunidades, sea a golpe de inspiración, o a golpe de corrupción.
A pesar de la inseguridad, avanzan grandes proyectos de desarrollo, como la represa de Kajaki, en Helmand, y la de Dahla, en Kandahar, las campañas para la erradicación de la poliomielitis y varios programas contra la pobreza denominados "de solidaridad".
Más estudiantes ejercerán su derecho a un futuro mejor asistiendo a centros de enseñanza públicos y privados, que se están inaugurando por miles en todo el territorio nacional.
Numerosas carreteras hoy en construcción conectarán a poblados remotos con los grandes mercados agrícolas del país.
Todo esto ocurrirá, incluso en zonas del país hoy sumidas en la desesperación.
Al fin, estas iniciativas alentarán a los bandos beligerantes a poner fin a los combates para salvar su prestigio e insertarse en la historia, con lentitud pero inexorablemente. Entonces, se elevará una voz genuinamente afgana en la región y en el mundo.
Esto no sucederá este año ni en el próximo, pero ocurrirá.
Como sucede con todo lo malo, estos tiempos difíciles pasarán, y eso ocurrirá más rápido si los afganos comienzan a luchar por un futuro mejor en lugar de luchar entre ellos. A luchar con sus mentes y no con a punta de pistola.
* Melek Zimmer-Zahine es miembro fundador de The Killid Group, y editor de la revista Killid Weekly. Este conglomerado de medios afganos cuenta con el apoyo de IPS desde 2004.