El primer año de existencia de la organización judía estadounidense J Street, autodefinida como «pro-israelí y pro-paz», fue mucho más agitado de lo que cualquiera de sus miembros pudo haber previsto.
Esta asociación, fundada el 15 de abril de 2008, se convirtió enseguida en blanco de las críticas de grupos derechistas luego de que cuestionó el ataque de diciembre y enero al territorio palestino de Gaza. El Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC) fue particularmente duro.
Pero todo indica que la posición de J Street fue reivindicada por los acontecimientos. Cada vez más analistas, incluso los habitualmente inclinados a apoyar toda acción del gobierno israelí, consideran que la operación fue un error tanto moral como pragmático.
También el presidente Barack Obama parece destinado a chocar con el gobierno derechista que encabezan Benjamín Netanyahu y Avigdor Lieberman en Israel, lo cual lo acercaría a las posiciones de la novel organización.
Los simpatizantes de J Street son optimistas. Creen que con sus acciones pueden quebrar la influencia de AIPAC y otros grupos derechistas sobre la política de Estados Unidos hacia el conflicto palestino-israelí.
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"Me maravilla la respuesta que hemos logrado", dijo Isaac Luria, director de campañas de J Street. "Siento que había una necesidad de que existiéramos, y que hay una base real de gente a la que representamos."
Encabezado por Jeremy Ben-Ami, ex asesor del ex presidente Bill Clinton, el objetivo fundacional del grupo era promover la "solución de dos estados", el diálogo diplomático de Israel con sus vecinos y abrir una "discusión honesta" de las políticas estadounidenses e israelíes.
A través de su comité de acción política, J Street ha apoyado a candidatos al Congreso legislativo estadounidense. Aportó más dinero a campañas electorales que cualquier otra organización pro-israelí. Y el miércoles anunció un nuevo programa para ganar respaldo en los campus.
Como era de prever, la organización se puso en la mira de figuras de la corriente neoconservadora, que dominó la política exterior estadounidense durante la presidencia de George W. Bush (2001-2009), y de publicaciones como New Republic y Commentary, tradicionalmente alineadas con AIPAC y el derechista partido israelí Likud.
Las declaraciones sobre la guerra en Gaza fueron las que atrajeron más controversia. Mientras muchas otras organizaciones judías estadounidenses expresaban sólo en privado las dudas morales que les despertaba la operación militar, J Street fue la única en difundir esas ideas.
"Ni israelíes ni palestinos tienen el monopolio de los aciertos ni de los errores", y "no existe el 'derecho' a castigar a un millón y medio de ya sufrientes habitantes de Gaza por las acciones de los extremistas que viven entere ellos", indicaba una declaración emitida apenas iniciada la ofensiva.
El rabino Eric Yoffie, líder de la moderada Unión Judía Reformista, se apresuró a publicar una columna de opinión en la revista Forward para calificar a J Street de "moralmente deficiente, profundamente fuera de contacto con el sentimiento judío y también irremediablemente ingenua".
Figuras neoconservadoras y otras de "mano dura" sostuvieron a continuación que la posición de la flamante organización judía se había alejado mucho de lo que sería una posición pacifista aceptable. Mientras, en privado, algunos judíos decían que la opinión de J Street era correcta, pero imprudente.
Pero los acontecimientos de los tres meses siguientes parecieron darle la razón a J Street. Crece el consenso tanto en Israel como en Estados Unidos: la ofensiva en Gaza no logró ninguno de sus objetivos militares y la "moral" de la campaña quedó en entredicho con los informes sobre crímenes de guerra publicados por el diario Haaretz.
En las últimas semanas, analistas con reputación de halcones pro-israelíes como los directores de las revistas Disenso, Michael Walter, y New Republic, Leon Wieseltier, concluyeron que la guerra constituyó no sólo una chapucería sino también una acción inmoral.
Pero los miembros de J Street no cantan victoria ante el cambio de opinión de sus adversarios.
"Los hechos demostraron que nuestra posición al comienzo de la guerra era correcta", dijo Ben-Ami. "No lo llamaría una vindicación. No pueden encontrarse rasgos positivos en una tragedia como ésta."
"Sólo podemos confiar en que reconocer este error motive a otra gente en la región y en todo el mundo a hacer lo posible para que no se incurra de nuevo en él", agregó.
J Street eligió mantenerse al margen de otras batallas políticas, como la suscitada en torno de la designación del diplomático Charles Freeman al frente del Consejo Nacional de Inteligencia por sus críticas contra Israel y su política en los territorios ocupados.
AIPAC, por ejemplo, no asumió una postura oficial al respecto, pero luego se supo que facilitó a legisladores documentos e informes para bombardear su nominación.
J Street, en cambio, consideró que "demostrar que nunca criticaste públicamente a Israel o a sus políticas no puede convertirse en la prueba de fuego para trabajar o no en el gobierno de Estados Unidos".
La consagración del gobierno de Netanyahu en Israel también parece acercar al público judío estadounidense a las posturas de J Street.
Una encuesta realizada por la organización indica que 69 por ciento de los miembros de esa comunidad entrevistados se opone a la propuesta del canciller Lieberman de exigirles un juramento de fidelidad a los ciudadanos israelíes de origen árabe.
Muchos creen que J Street tiene mucha mayor representatividad que otros grupos judíos que suelen apoyar sin mayor discusión las políticas israelíes, que quedaron a la defensiva con las últimas críticas del gobierno de Obama al de Netanyahu.