Casi un año después de los peores ataques xenófobos que Sudáfrica haya visto jamás todo parece olvidado. Al menos esta cruel problemática estuvo ausente en la campaña hacia las elecciones del próximo miércoles.
Sudáfrica está afectada desde hace tiempo por la xenofobia, pero los ataques implicaron una escalada significativa en mayo de 2008, cuando 62 inmigrantes fueron asesinados y otras decenas de miles debieron huir de sus hogares.
Los ataques que se iniciaron en el distrito de Alexandra, en Johannesburgo, se propagaron como el fuego por todo el país.
Durante muchos años, la Iglesia Central Metodista de Johannesburgo dio refugio a inmigrantes de otras partes de África. Actualmente, unos 3.500 refugiados permanecen allí. El lugar está superpoblado con cinco a seis familias que viven en una habitación con sus hijos.
Pero para Peter Justice, un maestro zimbabwense que ahora trabaja como guardia de seguridad, éste es el único lugar donde se siente seguro, tras experimentar la violencia xenófoba.
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Al llegar a Sudáfrica "trabajé para una empresa de la construcción, donde fuimos atacados. Los zulúes no podían aceptarnos como colegas. Fuimos obligados a irnos. Me sentía muy inseguro. Sólo soy feliz cuando estoy en esta iglesia", relató.
Winnie Sarona llegó a Sudáfrica buscando un trabajo para mantener a sus seis hijos, pero esos sueños se hicieron trizas. La violación de sus derechos humanos y los de sus conciudadanos cambió su percepción de Sudáfrica.
Sarona se esforzó por recibir tratamiento en el hospital de Johannesburgo. Su único pecado era no poder hablar los idiomas locales.
"Cada vez que los extranjeros vamos a un hospital, el modo como nos tratan es bastante impresionante. Estando en uno, intenté explicar mi enfermedad a los enfermeros, pero ellos respondían: No entiendo inglés", dijo.
"Precisamente ahora tenemos más de 10 bebés que nacieron en un cuarto de baño. Llevamos a las madres al hospital, pero apenas (el personal) se da cuenta de que son extranjeras las tratan muy mal: ¡Váyase! Vuelva cuando haya roto bolsa. Pero ¿qué ocurre si hay complicaciones cuando se está dando a luz en un retrete, simplemente porque somos extranjeras?", planteó Sarona.
Sudáfrica celebrará sus elecciones nacionales este miércoles, pero pese a que estas experiencias y la xenofobia son uno de los principales desafíos que enfrenta el país, parece que ningún partido político se atreve a tocar el asunto en sus manifiestos.
James Lorimer, el portavoz de la opositora Alianza Democrática, dijo que el manifiesto de su partido está abordando el tema.
"Ciertamente se lo trata en nuestras políticas, por ejemplo sobre ciudadanía e inmigración y sobre asuntos internos", señaló.
Sin embargo, Tara Polzer, investigadora del programa de Estudios sobre Migraciones Forzadas en la Universidad Wits, en Johannesburgo, siente que los partidos políticos no están haciendo suficiente.
"La xenofobia es vista como una cuestión de minorías, pero pienso que es una interpretación muy equivocada. Realmente es una lástima que los partidos políticos no hayan usado esta oportunidad de tiempo electoral para hacer campaña en base a la dignidad y el respeto a los derechos humanos", se lamentó.
"Esperamos que, tras las elecciones, sea quien sea el que ocupe cargos poderosos en los ámbitos local, provincial y nacional, asuma este desafío", expresó.
IPS preguntó a Lorimer si cree que se está haciendo suficiente para garantizar que se aborde la xenofobia en el país.
"Lo mencionamos. Ése es el poder que tenemos: subrayar estas cosas en los medios. A menudo los medios no las informan y entonces la gente dice: ¿Qué están haciendo?. Como partido de oposición, nuestro poder real es subrayar los temas y nada más. A menos que estemos en el gobierno, no podemos hacer nada más que eso", respondió.
Los esfuerzos por obtener declaraciones del gobernante Congreso Nacional Africano fueron infructuosos. IPS pudo ubicar a Joseph Mahajane, director interino de comunicaciones en el Departamento de Asuntos Internos.
"Nosotros somos responsables de emitir identificaciones, dar permisos, pero en cuanto a qué ocurre después que un refugiado recibió un permiso, eso realmente está fuera de nuestro mandato, que es simplemente documentar y mantener el estatus de las personas que están en el país", explicó.
"Una vez que usted está afuera del Departamento de Asuntos Internos con un permiso de refugiado en sus manos, nuestro trabajo está hecho. Así que lo que nosotros decimos es: Vaya e intégrese", añadió.
Una manera de abordar las profundas heridas que dejaron los ataques xenófobos de mayo de 2008 a los inmigrantes y a los ciudadanos por igual, puede ser juzgar a los involucrados en las agresiones, pero el gobierno no parece haber hecho de eso una prioridad.
Según la Autoridad Judicial Nacional, 1.627 personas fueron arrestadas en conexión con la violencia, pero sólo 105 de los 469 casos abiertos fueron finalizados. Setenta resultaron culpables de varios delitos, 208 fueron retirados, principalmente por falta de evidencias.
Para refugiados como Godfrey Charamba, esto equivale a nada. "La policía no hizo nada. Cuando esas personas fueron arrestadas las acusaban de casos menores, como ataque común, lesiones corporales graves, violencia pública en vez de con intento de asesinato y asesinato. Y sus casos fueron barridos bajo la alfombra", señaló.
Aparte de ser discriminados por los sudafricanos comunes en las calles, los refugiados no están seguros respecto de las autoridades. A menudo la policía los acosa, los arresta y los libera sin que medie ningún cargo. Con frecuencia los empleadores los explotan, pagándoles por debajo de un salario mínimo, a sabiendas de que es improbable que apelen ante un tribunal laboral.
Mientras, obtener documentos adecuados del Departamento de Asuntos Internos es una pesadilla para los refugiados, especialmente para quienes no están dispuestos a pagar un soborno.
La falta de apoyo y un proceso claro y firme de reintegración del gobierno sudafricano permitió que continuaran las tendencias xenófobas, dejando sin reportar ataques violentos, robos y violaciones a los derechos humanos de los refugiados en diferentes partes del país.
Un nuevo gobierno haría bien en asegurar que los migrantes que huyen de conflictos armados o de dificultades políticas o económicas en otras partes del continente tienen sus derechos protegidos, tal como establece la Constitución sudafricana.