Las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos dieron un giro que se hizo más evidente luego del triunfo de Mauricio Funes, del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), en los comicios presidenciales salvadoreños del 15 de marzo.
Washington parece haber perdido influencia en América Central y estar en búsqueda de un nuevo tipo de vínculo, indican observadores, estimulado por la forma de gobernar del presidente Barack Obama, quien concentra sus energías en sortear la más aguda crisis económica y financiera de la historia de su país.
América Central, en la Guerra Fría el "patio trasero" de los estadounidenses y gobernada casi en su totalidad por regímenes militares dóciles ante Washington, tendrá este año dos antiguos movimientos guerrilleros en el poder, en El Salvador y en Nicaragua.
Para el embajador Ernesto Arrieta Peralta, que actuó en el servicio diplomático salvadoreño entre 1970 y 2004, Obama es generador de un cambio en las relaciones internacionales, muy distante de su antecesor, George W. Bush (2001-2009).
El estilo de Bush de "dictar" al resto del mundo qué hacer "ya pasó", y el uso de la fuerza y la amenaza está "descartado", dijo Arrieta Peralta a IPS.
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Washington afronta desafíos apremiantes en países de regiones distantes, como Afganistán, Pakistán, Iraq, Irán y Corea del Norte. Son demasiados problemas, incluyendo la recesión, como para causarse otros en América Central, dedujo el diplomático.
Además, en la subregión "no existe ningún gobierno" que represente riesgos para la "seguridad nacional" estadounidense, dijo.
El Salvador y Estados Unidos han mantenido una relación estrecha históricamente, pero no en términos de igualdad, con San Salvador como defensor de intereses de Washington en el istmo.
En la guerra civil salvadoreña (1980-1992), Washington brindó apoyo político, económico y militar a los diferentes gobiernos que combatieron a la insurgencia izquierdista del FMLN, a su vez respaldada por Cuba, Vietnam y la Unión Soviética.
En ese período, los estadounidenses proporcionaron cerca de 3.000 millones de dólares a los regímenes salvadoreños, según estimaciones de organizaciones no gubernamentales de este país, que también acusaban a Washington de asesorar a las fuerzas del Estado en prácticas violatorias de los derechos humanos, como la tortura.
Esos vínculos se vieron sin embargo alterados por la propia guerra.
En diciembre de 1980, cuando tres monjas y una trabajadora social estadounidenses fueron violadas y asesinadas por miembros de las fuerzas de seguridad de El Salvador, poco después de su arribo a este país.
Al año siguiente, dos asesores civiles estadounidenses del gobierno salvadoreño para la implementación de planes agrarios murieron a manos de escuadrones de la muerte ultraderechistas, también activos en el conflicto.
En 1985, un comando del FMLN mató a cuatro asesores militares estadounidenses y a nueve civiles salvadoreños y de otros países en esta capital, en una acción conocida como la masacre de la Zona Rosa.
En 1991, dos oficiales estadounidenses fueron asesinados por miembros del FMLN, cuando su avión llegó a una zona bajo control guerrillero.
Washington nunca reconoció su participación directa en la guerra de este país.
En el clima de distensión marcado por la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el fin de la Guerra Fría, el gobierno de Alfredo Cristiani (1989-1994) y el FMLN, firmaron en 1992 en México un acuerdo de paz auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas, que puso fin a un conflicto causante de 75.000 muertes, la mayoría de civiles. El pacto, según observadores, no hubiera sido posible sin el aval de Estados Unidos.
Desde entonces, Washington respaldó la inserción del FMLN en la vida política legal en 1993, pero mantuvo su preferencia por la derechista Alianza Republicana Nacionalista, que ha gobernado desde 1989.
Ese trato pareciera haber sufrido mutaciones.
Desde que postuló a Funes como candidato, en noviembre de 2007, el FMLN buscó acercamientos con diplomáticos estadounidenses para "desmontar viejos" prejuicios sobre las relaciones con un posible gobierno de izquierda, dijo a IPS el diputado Hugo Martínez, de esa fuerza política que gobernará desde el 1 de junio.
En esos contactos, se expuso nuestra visión del gobierno y el "nuevo enfoque" que sostendremos en las relaciones exteriores, añadió Martínez.
El parlamentario, miembro del equipo de trabajo del futuro gobierno de Funes, subrayó que Obama "implementa una nueva política para Centroamérica", lo que ha creado "un ambiente propicio para relanzar y fortalecer las relaciones bilaterales".
"Es muy significativo" que el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijera en la cumbre de presidentes centroamericanos celebrada a fines de marzo en Costa Rica, "vengo a escucharlos, quiero saber cuáles son sus expectativas en cuanto a nuestras relaciones", relató el diputado, testigo del encuentro.
"Eso refleja un cambio radical", comentó Martínez.
Funes asistió a la cumbre como invitado del presidente costarricense Óscar Arias, anfitrión de la reunión. No estuvieron presentes los mandatarios Daniel Ortega, de Nicaragua, y Manuel Zelaya, de Honduras, que han criticado la política de Washington hacia la región.
Dos días después de la victoria de Funes, Obama lo llamó por teléfono para felicitarlo y le ofreció apoyo para combatir el narcotráfico, la pobreza y la desigualdad y discutir la delicada cuestión migratoria. Estados Unidos es el principal destino de la emigración salvadoreña.
Poco después, el secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, se reunió con Funes en San Salvador para reiterarle ese respaldo.
Según el Banco Central de El Salvador, las remesas que llegan de trabajadores emigrantes se triplicaron en los últimos 10 años. En 2008 fueron casi 3.800 millones de dólares, equivalentes a 17 por ciento del producto interno bruto. La mayor parte de esos fondos proceden de Estados Unidos, donde viven 90 por ciento de los casi tres millones de salvadoreños que han emigrado. Según gremiales empresariales, 57 por ciento de las exportaciones salvadoreñas tienen como destino el mercado estadounidense.
Para Arrieta Peralta, la "actitud" futura de los estadounidenses hacia El Salvador dependerá del estilo de gobierno del FMLN.
En su opinión, Funes no sólo mantendrá "buenas relaciones con Estados Unidos" sino que las fortalecerá, porque esos lazos son "vitales" para este país, concluyó.