COMERCIO: «Negociadores ignoran perspectiva de género»

La liberalización comercial puede poner en peligro el sustento de muchas mujeres, que siente de manera diferente el impacto del comercio. Pero las negociaciones internacionales siguen ignorando la problemática femenina.

Simonetta Zarrilli Crédito: Diego Oyarzun/IPS
Simonetta Zarrilli Crédito: Diego Oyarzun/IPS
El comercio influye en el mercado de trabajo, las migraciones, las pequeñas y medianas empresas (Pymes) y la agricultura y los cambios en estos sectores perjudican más a las mujeres que a los hombres, según muestran diferentes cifras.

Sin embargo, las políticas y los acuerdos comerciales siguen sin tener en cuenta la dimensión de género y se declaran "neutrales", afirma Simonetta Zarrilli, funcionaria de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).

Los políticos no están capacitados para considerar la cuestión de género. La necesidad de modificar esta situación fue discutida el mes pasado por especialistas durante una reunión de la Unctad.

Pero la perspectiva de género no debe ser un requisito adicional para el acceso a mercados, pues es una condición que será difícil de cumplir para las naciones en desarrollo, en especial de África, explicó Zarrilli a IPS.
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IPS: ¿La liberalización comercial mejora o empeora la vida de las mujeres?

SIMONETTA ZARRILLI: Sus consecuencias no son homogéneas. Algunas veces mejora su situación, en especial cuando se crean puestos de trabajo en los sectores formal e informal. Pero otras veces destruye los sectores donde ellas trabajan.

IPS: ¿Qué consecuencias tiene para las mujeres, en especial para las africanas?

SZ: En general, la liberalización comercial crea nuevos puestos de trabajo, pero para poder acceder a ellos, las personas deben adaptarse y adquirir nuevas herramientas.

Para las mujeres es especialmente difícil porque están menos capacitadas, tienen menos movilidad y realizan más tareas domésticas. Ellas suelen tener los peores trabajos debido al desequilibrio entre su capacitación y los requisitos del mercado.

La liberalización comercial también aumenta las migraciones.

Las mujeres constituyen alrededor de 50 por ciento de la población migrante del mundo. En los países anfitriones terminan haciendo trabajos que requieren menor capacitación porque padecen una doble desventaja, ser mujer e inmigrante. Aun así, ganan dinero y lo envían a sus países y ayudan a mejorar las posibilidades de otras mujeres.

Las inmigrantes suelen enviar a sus países de origen un porcentaje mayor de sus ingresos y con mayor regularidad que los varones.

La agricultura también se ve afectada por la liberalización comercial, que favorece cultivos de alto rendimiento económico como café y cacao. El problema es que suelen ser cosechados por hombres, en tanto ellas practican una agricultura de subsistencia.

Además, la liberalización de los mercados agrícolas perjudica a las mujeres.

Pasar de cultivos tradicionales a otros de mayor rendimiento económico puede generar problemas en materia de seguridad alimentaria, lo que afecta más a las mujeres que se hacen cargo del hogar.

En definitiva, la liberalización comercial dinamiza la agricultura masculina.

Por último, también tiene consecuencias sobre las Pymes. En África, así como en otras naciones en desarrollo, las mujeres dirigen entre 40 y 50 por ciento de esos negocios. El comercio internacional crea oportunidades para las pequeñas empresas que sean capaces de volverse competitivas en un mercado liberalizado.

Para ello, deben adquirir tecnología más moderna y mejorar sus posibilidades. El problema es que las mujeres no tienen tiempo para capacitarse ni para mejorar sus habilidades. No suelen contar con información sobre los mercados ni tienen conocimientos sobre tecnología.

Además, las tradiciones y las estrictas normas que rigen el comportamiento femenino dificultan su desplazamiento a otros pueblos y ciudades. Las mujeres no suelen tener las herramientas que exige el mercado.

IPS: ¿De qué forma las políticas comerciales pueden incluir a las mujeres africanas?

SZ: ¿Qué tipo de políticas comerciales? Cuando se diseñan políticas y se negocian acuerdos comerciales, el componente género está prácticamente ausente. Los negociadores no piensan en las consecuencias que tienen sobre los más pobres, las mujeres y los jóvenes. Su única idea es que el comercio es bueno para el crecimiento económico.

Las políticas comerciales ignoran el asunto, tanto las de la Organización Mundial del Comercio (OMC) como los acuerdos regionales y bilaterales.

IPS: ¿Por qué?

SZ: Porque los políticos no están capacitados para tener en cuenta ese aspecto.

Además, el análisis de las consecuencias que el comercio tiene sobre las mujeres es complejo. Es necesario tener datos, saber en qué sectores trabajan y tener capacidad analítica. La mayoría de las naciones en desarrollo no la tienen por falta de recursos humanos y financieros.

IPS: En la reunión de la Unctad de marzo, ¿qué se concluyó respecto de la inclusión de la perspectiva de género en las políticas comerciales, en especial en África?

SZ: Se hace poco énfasis en la cuestión de género, aun en los países ricos. Se hace mucho de la boca para afuera. Se suele decir que hay que crear más posibilidades para las mujeres, pero es una mera declaración de intención que cuesta plasmar en programas y acciones.

Los acuerdos comerciales y de cooperación suelen tener cada vez más referencias a la cuestión de género, pero por lo general figuran en secciones que no son obligatorias, como el preámbulo. En el mejor de los casos dicen que los países deben tratar de prestar atención a ese asunto y a otras cuestiones sociales y ambientales.

Pero los requisitos de género no deben ser una condición previa para el acceso a mercados. Una cosa es crear más posibilidades para las mujeres y otra comenzar a imponer requisitos estrictos y nuevas condiciones que los países pobres no podrán cumplir. Será contraproducente y un impedimento adicional.

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