Las cartas en las que dos prominentes funcionarios cubanos destituidos esta semana, Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, admiten sus «errores» y renuncian a todos sus cargos concentraron este jueves la atención popular, aunque dejan sin respuesta las preguntas que abrieron sus casos.
"Bueno, aquí dice que cometieron errores, pero no dice cuáles", constató Manuel García tras leer las cartas, dirigidas al presidente Raúl Castro y publicadas en la prensa oficial. Otro lector, trabajador por cuenta propia, optó por recordar que el ex presidente Fidel Castro los había acusado de "ambiciones que los condujeron a un papel indigno".
En tanto, una empresaria latinoamericana se quejó de la falta de información sobre lo que consideró "un asunto muy serio", que amerita una explicación mayor que la brindada en las cartas y por el ex presidente Castro en su "Reflexión" del martes, una de sus tantas columnas de opinión publicadas en la prensa estatal. "La gente necesita saber qué pasó con más detalles, como se ha hecho en otras ocasiones", comentó a IPS.
En sus cartas, fechadas el martes, Lage y Pérez Roque afirman, en términos muy similares, que asumen la responsabilidad por sus errores, analizados en la reunión del Buró Político del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC) que aprobó el lunes una amplia reforma gubernamental, con la fusión varios ministerios clave para el país y el cambio de numerosos ministros.
Lage y Pérez Roque sostuvieron en sus misivas que mantenían su fidelidad al PCC y a los hermanos Castro. Mi "nuevo puesto de trabajo será una oportunidad para continuar sirviendo a la revolución", afirma Lage, sustituido en su cargo de secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros por el general de brigada José Amado Ricardo Guerra.
[related_articles]
"Continuaré defendiendo, con lealtad y modestia, a la revolución, con cuyos principios e ideales estoy y estaré siempre plenamente comprometido", asegura el ex canciller Pérez Roque, reemplazado por Bruno Rodríguez Padilla, hasta ese momento primer viceministro de Relaciones Exteriores.
Lage, de 57 años, anunció además la renuncia a sus cargos como miembro del Comité Central del PCC y de su Buró Político, a su escaño en el parlamento y a su investidura de vicepresidente del Consejo de Estado, órgano de la Asamblea Nacional del Poder Popular que "ostenta la suprema representación del Estado cubano".
El ex jefe de la diplomacia cubana, cuyos casi 44 años lo situaban entre los cuadros más jóvenes de la nomenclatura gubernamental cubana, deja sus responsabilidades como miembro del Consejo de Estado, diputado de la unicameral Asamblea Nacional e integrante del CC del PCC.
Pérez Roque había llegado a la cancillería en mayo de 1999 para reemplazar a Roberto Robaina, destituido y acusado de ocultar información, mantener estrechas relaciones con políticos extranjeros y aceptar regalos de empresarios a cambio de favores. No menos resonancia tuvo la sustitución, en 1992, de Carlos Aldana como jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista. Una nota oficial de octubre de ese año explicó que era enviado a trabajar fuera de La Habana" por deficiencias en su trabajo y graves errores de carácter personal".
Hasta ese momento, Aldana era considerado como el "tercer hombre" en la escala de poder de esta isla caribeña. Otro caso de resonancia, aunque en el plano interno más que internacional, fue el de Juan Carlos Robinson, separado de las filas del CC del PCC en abril de 2006 y más tarde procesado por "tráfico de influencias de carácter continuado" y condenado a 12 años de prisión. Observadores nacionales consideraron la sanción aplicada a Robinson como "ejemplarizante", en un momento en que el gobierno había anunciado su decisión de eliminar diferentes tendencias que podían conducir al deterioro del sistema socialista e, incluso, a su aniquilamiento "desde adentro".
Esa eventualidad fue mencionada por el entonces presidente Fidel Castro el 17 de noviembre de 2005 en un extenso discurso pronunciado ante jóvenes universitarios, que sirvió de base para impulsar una nueva "batalla contra la corrupción" y otros vicios, como el robo en empresas estatales, el desvío de recursos y los abusos de poder.
"Este país puede autodestruirse por sí mismo, esta Revolución puede destruirse", admitió el mandatario. "Nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra", dijo el líder histórico de la Revolución Cubana, alejado del poder desde julio de 2006 por graves problemas de salud.
Tal vaticinio fue recordado el 1 de enero por Raúl Castro, elegido para suceder a su hermano mayor en febrero de 2008, en un discurso pronunciado en la oriental ciudad de Santiago de Cuba en el que alertó que los nuevos encargados de conducir el país "pudieran terminar siendo impotentes ante los peligros externos e internos".
Castro exhortó a los dirigentes del futuro a no sucumbir ante "los cantos de sirena del enemigo", permanecer unidos junto al pueblo, aprender de "la historia" y no olvidar nunca que "esta es la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes".
Desde 1996 está vigente el Código de Ética de los dirigentes del Estado, que establece: "quienes asuman la administración estatal no deben beneficiarse ni beneficiar a otros por razón de parentesco o amistad, o a cambio de recibir otros favores". El código exige honradez, modestia, austeridad y evadir cualquier tipo de voluntarismo, vanidad, improvisación o mediocridad profesional.