Autoridades de Pakistán prometen una severa respuesta a los insurgentes del movimiento Talibán que lanzaron este mes una racha de ataques mortales al parecer destinados a debilitar a este país de estrechos vínculos con el vecino Afganistán.
El lunes, efectivos policiales libraron una batalla campal contra insurgentes del movimiento islamista Talibán para recuperar el control de una escuela de policía, a las afueras de la oriental ciudad pakistaní de Lahore, controlada varias horas por los rebeldes.
Al menos ocho cadetes murieron en el ataque y casi 100 quedaron heridos.
«Es un ataque contra Pakistán», remarcó el ministro del Interior, Rehman Malik. «Hay dos posibilidades: dejar que el Talibán controle el país o luchar contra ellos».
Según Malik, el ataque fue planificado en Waziristán del Sur, donde el grupo Tehrik-i-Talibán de Pakistán lucha contra fuerzas del gobierno. La organización, encabezada por Baitullah Mehsud, está compuesta por varias tribus pashtunes (patanes) que asolan la frontera afgano-pakistaní.
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Testigos relataron que los agresores ingresaron a la escuela disfrazados de oficiales de policía y atacaron a los efectivos reunidos para su entrenamiento matinal.
«Al pelotón de al lado le cayó una granada y siguió un tiroteo intenso de 20 minutos», relató un oficial herido. «Un hombre con ropa clara se paró frente a nosotros y no paró de disparar. Querían hacer el mayor daño posible».
Los atacantes ocuparon el edificio principal de la escuela policial e intercambiaron disparos con las fuerzas de seguridad durante varias horas hasta que una unidad mixta, integrada por efectivos del ejército, paramilitares y policías, logró recuperar el control.
El analista político Imtaz Gul señaló que el ataque revela la «mala preparación» de las fuerzas policiales y paramilitares del país.
«Ese tipo de ataque es muy, muy difícil de anticipar. Son personas que vienen dispuestas a matar. Por otro lado, quedó a la vista el tipo de respuesta de las fuerzas paramilitares. El país entero paga el precio de la mala preparación», sostuvo Gul.
A principios de marzo, hombres armados tendieron una emboscada al equipo srilankés de cricket en Lahore y mataron a seis policías y al conductor e hirieron a varios jugadores.
Otro analista político, P. J. Mir, explicó que se trata de «un patrón muy similar. Muy bien organizado, muy bien coordinado y, por desgracia, muy bien ejecutado».
«Los estadounidenses tienen que venir y ofrecer a las fuerzas pakistaníes armas y tecnología de última generación para combatir a los criminales», dijo Mir al ser entrevistado por la cadena de noticias panárabe Al Jazeera.
El sábado, un atentado contra la terminal de Farhad en Peshawar, capital de la Provincia de la Frontera Noroccidental, dañó al menos 12 contenedores. Decenas de insurgentes dispararon cohetes para interrumpir el suministro de efectivos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Afganistán, según el policía Zahur Khan.
Las fuerzas estadounidenses y de la OTAN, estacionadas en Afganistán, reciben 75 por ciento de sus suministros por las rutas que atraviesan la zona tribal de Khyber y el cruce de Chaman, donde se cree que operan los talibanes.
Ese ataque ocurrió menos de 24 horas después de un atentado suicida contra una mezquita en Jamrud, en la misma área tribal del noroeste del país, que dejó 48 personas muertas. Las autoridades vincularon el hecho con las operaciones que se realizan para proteger los suministros de la OTAN.
La corresponsal de Al Jazeera en Islamabad, Zeina Khodr, informó que muchas de las personas asesinadas en Jamrud pertenecían a las fuerzas de seguridad. La mezquita estaba cerca de un puesto de control policial. «Los oficiales solían ir a rezar» a ese templo, relató.
* Artículo publicado en el marco de un acuerdo con Al Jazeera.