La película «La Teta Asustada», gran ganadora del Festival de Berlín, muestra las secuelas en la hija de una mujer violada en el conflicto armado que vivió Perú, y su estreno en este país devolvió a la memoria a miles de mujeres víctimas de años de horror, que aún siguen sin encontrar justicia.
La plaza de la población de Manchay, en la periferia de Lima, se convirtió la noche del jueves 5 en una improvisada sala de cine, donde cientos de personas asistieron para ver la cinta en el escenario donde hace justamente un año la rodó la cineasta peruana Claudia Llosa y prometió volver a presentarla.
Había mucho de simbólico en ese estreno en Manchay, porque unos 3.000 de sus 40.000 habitantes participaron en la película, y porque el pueblo fue levantado por los que entre 1980 y 2000 escogieron esa tierra de arena y piedra para rehacer sus vidas cuando tuvieron que huir de la sierra andina, el epicentro del enfrentamiento entre Sendero Luminoso y las fuerzas del Estado.
"Esa noche violaron a mi hija no nacida", canta con ironía en lengua quechua en el arranque de la cinta una anciana moribunda. Algunos ríen nerviosos y otros escuchan en respetuoso silencio, como Gladys Pacotaype, una joven de 20 años que nació en Ayacucho, la región del país más golpeada por los años del terror y que asistió con toda su familia a la proyección.
"Mis primos fueron asesinados, me contó mi mamá. Yo era muy chica", dijo a IPS Pacotaype mientras cargaba a su pequeña hija en una manta colorida. Al lado, su esposo, otro joven ayacuchano que a los seis años vio morir a su abuelo a manos de guerrilleros repite un "yo no olvido" que sus ojos reafirman.
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Las investigaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada por el gobierno de transición en Perú (2000-2001), reveló al mundo la dimensión del conflicto: hubo unas 70.000 víctimas y entre los que sobrevivieron las secuelas del dolor se mantienen vivas.
Las mujeres fueron de las más afectadas. La CVR detalló que 7.426 mujeres fueron víctimas y sufrieron desaparición forzada, detención ilegal, tortura y ejecución extrajudicial. La mayoría, también soportó abusos sexuales.
Los casos se originaron en al menos 15 departamentos de los 24 en que está dividido administrativamente Perú. Ayacucho, en la sierra central, registró el mayor número de casos de violencia sexual, seguido de Huancavelica y Apurímac, y en toda la región andina las mujeres fueron salpicadas por la violencia.
Un 75 por ciento de los casos eran de mujeres quechuas, 83 por ciento de origen rural, 36 por cierto campesinas y 30 por ciento por jefas de hogar. La mayor parte de las víctimas tenía entre 10 y 30 años y ocho por ciento eran niñas menores de 10 años.
En Perú, con 28,7 millones de habitantes, existen en la actualidad 3,2 millones de quechuas y algo menos de medio millón de aymaras, los dos pueblos originarios más numerosos del país, asentados sobre todo en el área andina.
El estreno de "La Teta Asustada" se produjo en la semana que culmina el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, que las Naciones Unidas dedicaron este año a demandar que los hombres y mujeres se unan contra la violencia hacia la mujer y las niñas.
LA SISTEMÁTICA VIOLENCIA
"Entraron a violarme: uno primero, luego otro y otro, hasta siete. Me dejaron como trapo en el piso, como un carnero degollado", rememoró a IPS Georgina Gamboa, cuya forzada serenidad no puede impedir unas lágrimas de dolor.
Ella apenas tenía 16 años cuando unos militares, asegura, la sacaron de su casa en el pueblo de Pacco, en Ayacucho, la arrastraron por los cabellos y la despojaron de todos, cuando dormía junto a nueve hermanos menores que ella. Sucedió en 1981, cuando comenzaban los llamados años oscuros.
Datos de la CVR indican que 83 por ciento de los culpables de las violaciones son atribuidas a los agentes del Estado.
"Me decían habla, tú eres terrorista, confiesa por qué has matado. Así decían mientras me enseñaban una lista con nombres. Yo no conocía a nadie pero me golpeaban. Toda mi cara estaba hinchada y mi polo (camisa) lleno de sangre", continuó Gamboa, de 45 años y una de las pocas mujeres que se atrevió a denunciar su caso ante la opinión pública y las autoridades en pleno conflicto.
Dice que vistió su dolor de coraje luego de soportar torturas y traslados de comisarías y cuarteles, hasta ser ingresada en una cárcel por cuatro meses y constatar que había quedado embarazada como producto de las violaciones.
De ese episodio nació su hija, de 27 años, los mismos que lleva Gamboa sin hallar justicia. "Mi hija dice: ya no insistas mamá, para los pobres no hay justicia y me pide dejarlo así", contó Gamboa. Su caso sigue, formalmente, en investigación preliminar en la Fiscalía de Ayacucho.
"No hay interés en proseguir con las investigaciones: se les solicita a las mujeres exámenes médicos legales cuando los hechos ocurrieron hace muchos años atrás, tampoco se valoran las pruebas psicológicas", aseguró a IPS la abogada Bettina Valdez, responsable del tema de género y reparaciones de las víctimas de violencia sexual de la Comisión de Derechos Humanos (Comisedh), la organización que representa el caso de Gamboa.
Pero además, "las instancias gubernamentales vinculadas a los agresores se niegan a entregar información para esclarecer los hechos", agregó Valdez.
La abogada de la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh), Gloria Cano, informó a IPS que de los nueve casos que fueron denunciados por violación sexual por parte de las organizaciones no gubernamentales y que representan a 31 mujeres víctimas, apenas un caso ha logrado ser judicializado. El resto de expedientes siguen estancados en la Fiscalía.
"Yo solo voy a luchar este año nomás, sino no hay novedad de nada, aquí lo dejo todo", confesó Gamboa.
Comisedh señala que lo que más se observa en las víctimas es la afectación de su salud mental, los embarazos no deseados, la exclusión social y la evasión de los hechos, ya que la mayoría se niega a hablar de lo le sucedió.
"Hasta la actualidad, los traumas psíquicos y físicos sufridos por las víctimas de violación sexual se reflejan en la manera como las víctimas se refieren a la violencia sexual: en muchos testimonios, las mujeres no dejan en claro si se las intentó violar o si la violación se llegó a concretar, por temor o vergüenza", explicó Valdez.
En la misma línea, la psicóloga del Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer, Paula Escribens, explicó a IPS que estas mujeres también "cargan fuertes sentimientos de culpa y estigmatización, producidos por una sociedad que las condena cuando ellas deciden hablar y denunciar estos hechos".
LA HISTORIA DETRÁS DE "LA TETA ASUSTADA"
El título de "La Teta Asustada" hace alusión al fantasma del temor a partir de la creencia ancestral en la región andina del traspaso del miedo y la tristeza de la madre al hijo a través de la leche materna, que fue investigada por la antropóloga estadounidense Kimberly Theidon.
La película cuenta la vida de Fausta, una joven que ha heredado la "enfermedad del miedo" que su madre, una mujer violada durante el conflicto armado, le transmitió a través de la leche materna. La súbita muerte de su madre obliga a Fausta, la protagonista, a enfrentarse a sus miedos y al secreto que oculta en su interior: ella se ha introducido una papa en la vagina como un escudo para que nadie pueda tocarla.
Llosa, de 33 años y quien obtuvo el Oso de Oro en Berlín, dijo en Manchay la noche del estreno, que la cinta es "sobre los rezagos de la guerra y de cómo tenemos que curar heridas. No intenté señalar culpables, ni mostrar rostros, sólo que la herida está ahí".
De eso saben en Manchay, que Llosa escogió para rodar porque se alarga sobre un valle desértico, cercano al mar, donde la arena y las rocas se mezclan incluso en la plaza de la proyección. Y donde, también, como recuerdan los pobladores en su gran noche, la mayoría llegó para recomenzar de cero en un lugar que le recordase la tierra perdida.
"Lo mismito que cuenta la película", dijo Pacotaype rodeada de los suyos.
El gobierno ha iniciado un proceso de reparación para las víctimas de la violencia principalmente a nivel colectivo, mediante la reconstrucción de la infraestructura económica y productiva para las comunidades afectadas y el desarrollo de capacidades, sin embargo a nivel individual hay pocos avances porque aún no se ha concluido con el registro único de víctimas.
La Coordinadora de la Programación Multianual del Plan Integral de Reparaciones, Margot Quispe, informó a IPS que ya se han beneficiado hasta fines de 2008 a 688 comunidades pero reconoce que se calcula que por lo menos 3.660 comunidades deberían ser reparadas.
¿Pero existe algún nivel intervención que priorice la atención a la mujer? "La ley exige que debe haber un enfoque de género en la reparación y además la mujer tiene una activa participación en la elección de los proyectos para las reparaciones comunitarias y la fiscalización de su ejecución", dijo Quispe.
Sin embargo, las organizaciones consultadas coinciden en que el Plan Integral de Reparaciones ni su reglamento toman en cuenta el impacto diferenciado de este tipo de violación de derechos humanos en razón al género, porque no se reconoce los otros actos de violencia que reportó la CVR como los desnudos y abortos forzados o la esclavitud sexual.
Tampoco, insistió Valdez, se regulan procedimientos especiales para que las víctimas de violación sexual puedan inscribirse en el registro único de víctimas, ni existe la flexibilización de la entrega de pruebas documentarias o testigos.
La deuda es enorme para el gran daño perpetrado, insisten las expertas. "Yo sólo quiero que el Estado pida perdón, lo que exijo es que los que me hicieron esto reconozcan lo que hicieron", insistió Gamboa, quien hoy teje chompas de colores, dice que para espantar los oscuros recuerdos.