La marca de la vida de João Bernardo Vieira siempre fue la violencia. Sobrevivió a un golpe de Estado, a cuatro atentados contra su vida y a 13 años de guerra contra el ejército colonial portugués en Guinea-Bissau.
Pero la suerte estaba echada para el presidente de Guinea-Bissau, que sucumbió la madrugada del lunes en un ajuste de cuentas con seguidores de João Baptista Tagmé Na Waie, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, su tradicional rival étnico y político, asesinado unas horas antes, presuntamente por seguidores del mandatario.
Cuando entraban en la selva durante las operaciones de guerra (1961-1974), los soldados portugueses lo hacían con la esperanza de no encontrar el temible comandante "Nino", nombre de combate de Vieira.
"Fue un hombre muy hábil en el área militar, uno de los más importantes exponentes en la guerra de liberación de Guinea-Bissau, con una gran capacidad de movilización", comento a IPS el ex presidente portugués Mario Soares (1986-1996), uno de los principales impulsores de la descolonización del imperio en 1974 y 1975. Soares compartió celda con dirigentes africanos en las prisiones del dictador Antonio de Oliveira Salazar (1932-1968) y sufrió dos destierros en la entonces Provincia do Ultramar de Santo Tomé y Príncipe. En su opinión, fueron "lamentables" los asesinatos de Vieira y Waie, pero el presidente "era un hombre violento y murió con violencia", dijo.
Soares apoya la iniciativa del gobierno portugués, que convocó el lunes una reunión urgente de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) y envió a Guinea-Bissau una misión encabezada por el secretario de Estado de Relaciones Exteriores y Cooperación, João Gomes Cravinho.
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La CPLP, formada por Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Portugal, Santo Tomé y Príncipe y Timor Oriental, podrá "jugar un papel crucial" para preservar la paz en el país africano, estimó el ex presidente.
"Es necesario que todos los países de lengua portuguesa se unan para ayudar a impedir que se caiga en el caos y en un baño de sangre", concluyó.
La violencia crónica de Guinea-Bissau se debe no solo a la lucha por el poder y los conflictos étnicos, sino también a "la inmensa corrupción de una clase política cada vez más enriquecida", dijo a IPS el abogado Fernando Ka, presidente de la Asociación Guineana de Solidaridad Social (AGSS). Mientras no exista una política de desarrollo que genere riqueza para una población empobrecida hasta límites inimaginables, "no es de extrañar la proliferación de mafias internacionales con socios locales y la consecuente prolongación de una violencia sin fin", añadió el activista. El futuro "sólo podrá ser mejor si se apela al regreso a Guinea-Bissau de cuadros técnicos, científicos y culturales residentes en el extranjero, con capacidad para un verdadero relanzamiento del Estado", sostuvo.
Este nuevo registro de violencia, estimó Ka, demuestra "otra gran inestabilidad en un país que ya perdió totalmente la confianza de la comunidad internacional y, peor aún, la de los propios guineanos, que no confían en los militares, en el gobierno y en el poder judicial".
Ka recordó que "Nino Vieira gobernó el país como si él fuese el único ciudadano de Guinea-Bissau", mientras "los militares sólo viven del chantaje del golpe de Estado".
Pasadas más de tres décadas de la independencia, "los méritos militares deberían basarse en principios democráticos y no en quién mató a más portugueses durante la guerra. No podemos seguir aceptando que quien tiene armas las usa y decide", concluyó.
Desde la independencia, declarada unilateralmente en 1973 y reconocida por Lisboa un año más tarde, este pequeño país de África occidental, de 36.125 kilómetros cuadrados y 1,5 millones de habitantes, ubicado entre Senegal y la ex colonia francesa de Guinea, ha vivido de sobresaltos.
Desde el inicio de la lucha de liberación nacional, la violencia ocupó un lugar destacado en Guinea-Bissau, el quinto país más pobre del mundo, ubicado por el Banco Mundial entre los 10 de peor calidad de vida del planeta, junto a Chad, Etiopía, Ruanda, Níger, Madagascar, Bangladesh, Burundi, Laos y Pakistán.
Pese al modesto ingreso por habitante, de 856 dólares anuales, Guinea-Bissau es un lugar por donde circula mucho dinero, riqueza que beneficia a un núcleo de personas que se enriquecieron fácilmente.
Organizaciones internacionales afirman que se está convirtiendo en el primer "narcoestado" africano, en el que traficantes sudamericanos han montado una vasta operación de "escala técnica" para introducir cocaína en Europa.
En artículos de investigación publicados por la prensa de diferentes países, como Cabo Verde y Portugal, y por organizaciones no gubernamentales africanas y europeas, se ha denunciado los mantos de silencio que caen sobre el tráfico de drogas.
El rosario de acusaciones incluye amenazas y presiones a magistrados, para inhibir juicios e investigaciones.
Los pocos detenidos por órdenes de los jueces más temerarios —militares y civiles, guineanos y extranjeros— fueron liberados sin cargos, pese a grandes incautaciones de cocaína, en septiembre de 2006 y en abril de 2007.
A pesar de falta de datos exactos, la Policía Internacional (Interpol) calcula que anualmente hacen escala en África occidental, en especial en Guinea-Bissau, unas 300 toneladas de cocaína con destino a Portugal y España, parte de la cual sigue viaje hacia otros países europeos.
Interpol asegura que esa vasta operación, en la que participan delincuentes de África, América Latina y Europa, ha encontrado en Guinea-Bissau un puerto de abrigo ideal para los barones de la droga colombianos y brasileños, que operan con soltura en un país donde se habla portugués, con escasa vigilancia litoral y zonas deshabitadas.
En todo el complejo cuadro de violencia, el condimento étnico ha estado presente, en especial el crónico enfrentamiento entre la mayoría balanta y la minoría papel.
Después de hacerse del poder, cuando derrocó al presidente Luís Cabral en 1986, "Nino" Vieira, de la etnia papel, desató una fuerte represión contra los balanta, mayoritarios en el ejército, encarcelando, torturando y colocando ante el pelotón de fusilamiento a sus principales dirigentes.
Pasados 23 años, se cumplió la profecía del balanta Waie, cuando dijo que su destino y el de Vieira estaban estrechamente ligados y que el día de su muerte, sería también el último de la vida del papel Vieira.