La crisis internacional golpeó de forma inesperada la economía real de Brasil. El producto interno bruto (PIB) cayó 3,6 por ciento entre el tercer y el cuarto trimestre de 2008, lo que representa una reducción de 15,2 por ciento en el índice anualizado que se usa en Estados Unidos.
El derrumbe es similar al de algunos países asiáticos, como Corea del Sur, Tailandia y Taiwán, cuyas economías, mucho más internacionalizadas, se preveían muy vulnerables a la crisis financiera global. En Brasil se esperaba un impacto moderado, por la menor dependencia relativa de las exportaciones y del crédito externo.
Pero a los efectos de la depresión, que llegan a través del comercio y del crédito, aunque menos fuertes que en otros países, se sumaron una notable retracción del crédito interno y la "pasividad" del Banco Central brasileño, opinó Julio de Almeida, consultor del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial, un vinculado a las empresas del sector.
No solo el Banco Central, con su política monetaria que mantiene tasas de interés en los niveles más elevados del mundo, sino todo el sistema bancario nacional mostró su "conservadurismo", frenando bruscamente el crédito que venía expandiéndose 30 por ciento al año, observó Almeida, profesor de la Universidad de Campinas.
Como los préstamos bancarios venían creciendo aceleradamente, la interrupción de la tendencia tuvo un impacto expandido. "La caída es proporcional a la altura", señaló Almeida. En una situación consolidada y más estable, el efecto sería menos brutal, dijo.
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Si el Banco Central fuera menos conservador, se podría "atenuar" el golpe, aunque "ninguna política económica puede neutralizar grandes procesos económicos" de la magnitud que se vive en el mundo, matizó. En su opinión, ante una caída anualizada del PIB de 15 por ciento, una política monetaria seria reduciría los intereses en cuatro o cinco puntos porcentuales.
La autoridad monetaria elevó de 13 a 13,75 por ciento su tasa básica en septiembre, cuando la crisis financiera ganó fuerza de tsunami, y la mantuvo en ese nivel hasta enero, cuando finalmente la bajó a 12,75 por ciento. Ya se conocían los primeros resultados catastróficos de la crisis en la industria de bienes durables.
La reacción tardía e insuficiente del Banco Central, a contravía de las fuerte rebajas de las tasas de interés en el mundo industrializado, impide que la política monetaria ayude a "abreviar y amenizar" los impactos inevitables, criticó Almeida.
La economía brasileña vuelve así a presentar gran inestabilidad, extremando las oscilaciones, pero esta vez por motivos distintos de los de los años 90. Ahora es la "economía real" la más afectada, mientras las cuentas externas, el sector público y los bancos no fueron contaminados, al contrario de la recesión de la década pasada, comparó el economista.
Pese al desastre del último trimestre, el PIB brasileño creció cinco por ciento en 2008, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Eso se explica porque en los tres primeros trimestres el crecimiento del producto se acercó a siete por ciento.
La industria sufrió el más duro golpe, retrocediendo 7,4 por ciento entre octubre y diciembre, en comparación con el trimestre anterior, mientras las inversiones cayeron 9,8 por ciento y, por primera vez en seis años, el consumo familiar se redujo en dos por ciento, indicando que el mercado interno tampoco sostiene la economía.
Gran parte de los analistas ya prevén recesión para 2009, contradiciendo el optimismo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que ha negado esa posibilidad, si bien admitió un crecimiento "cercano a cero por ciento".
Se interrumpe un ciclo de buena expansión de la economía nacional, en el que el PIB creció entre 3,2 y 5,7 por ciento al año desde 2004, contribuyendo a la elevada popularidad de Lula. La brusca interrupción está generando desempleo y puede influir en las elecciones presidenciales de 2010.
La caída del producto, en una proporción mucho mayor que en países directamente afectados por la crisis financiera, como Estados Unidos, se debe exactamente al ritmo acelerado en que venía creciendo, según Carlos Thadeu de Freitas, ex director del Banco Central y actual jefe del departamento económico de la Confederación Nacional del Comercio. Es "un freno de ajuste", definió.
El sector comercial siente los efectos desde octubre, pero de forma más lenta y menos profunda que la industria. En este año aún podría registrar un pequeño crecimiento, dependiendo de la evolución de la masa salarial y del nivel de empleo, evaluó.
La gran preocupación es la industria, cuyas ventas cayeron 13,4 por ciento en enero en comparación con el mismo mes de 2008. La recesión industrial tiene efectos directos en los demás sectores, por ocupar el centro de una cadena de producción, distribución y comercialización. Su retracción reduce la adquisición de insumos, los servicios, la distribución y el comercio.
Es imposible prever la duración de la crisis en Brasil, pese a las ventajas económicas de este país, como el sistema bancario preservado y buenas cuentas externas, según Almeida.
Su economía no tiene el grado de internacionalización de la mayoría de los países emergentes de Asia, pero sí lo tienen algunos sectores, como los que exportan materias primas agrícolas y minerales, observó.